EL PUEBLO VASCO EN UN MUSEO

Lo confieso: este es mi museo favorito de Bilbao; es el museo que recomiendo a todo aquel que llega por primera vez Bilbao.
Lo he visitado decenas de veces y, sin embargo, no me canso de recorrer sus salas, de pasear por su claustro, de observar el Mikeldi, de imaginarme en un barco pesquero de la época o confeccionando una prenda de lino.
Decididamente, es un museo muy especial para mí
Lo primero es comentaros que el día de visita gratuita es el jueves y que los martes es su día de descanso.
Yo siempre realizo los mismos movimientos cuando entro en el vestíbulo: después de recoger mi entrada, me dirijo al ascensor para acceder a la última planta donde se ubica la maqueta gigante de Bizkaia con sus pueblos, montes, ríos y demás detalles.

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Alrededor, en unas vitrinas, se pueden observar maquetas de algunas destacadas casas-torre de nuestra geografía.

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A pocos metros, el tronco del árbol de Gernika plantado en 1860 y una maravillosa maqueta de nuestra villa basada en el grabado de JohhannesMufflin de 1554 que, hasta la fecha, es la representación más antigua de Bilbao.

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En el otro lado de la planta, uno de mis lugares favoritos del museo: la reproducción de la sala del Consulado de Bilbao.

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Se conserva el mobiliario del siglo XVI, fecha en la que se creó esta institución para instaurar unas normas en el comercio mercantil y marítimo de la villa. Se instaló en una casa aneja a la iglesia San Antón que, también era sede del Consistorio de la villa. El edificio fue derribado a finales del XIX debido a la apertura de la calle Ribera.
En las paredes de esta estancia, se pueden ver diferentes símbolos de los apellidos de aquellos mercaderes y hombres de negocios.

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En un cuadro, la falúa: embarcación usada para transportar por la ría a personalidades y gente relevante de aquella época.
Continuo con mi visita; bajo al segundo piso mientras imagino a los estudiantes del Antiguo Colegio San Andrés, ubicado en este inmueble, que perteneció a los Jesuitas hasta finales del siglo XVIII, cuando se convirtió en sede de la Santa Casa de la Misericordia.
Mientras desciendo me paro a observar unas escenas cotidianas de familias vascas que posaron para la fotógrafa Eulalia de Abaitua de finales del siglo XIX y principios del XX.
Los rostros de esas personas nos hablan de sufrimiento, trabajo, sacrificio, pobreza, tristeza…

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Accedo a la segunda planta, posiblemente, la que me suscita menos interés, sino fuese por la maqueta de la ferrería de Lebario, a semejanza de la que estuvo situada en el barrio del mismo nombre en Abadiño.
Siempre aviso a mis acompañantes, cuando nos acercamos a ella, de que escucharán cantar a un gallo, para que no se asusten. También se oye el sonido del martillo golpeando el hierro al rojo vivo.

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En esta misma planta, la cerámica es protagonista; podemos ver diferentes objetos cotidianos, como vajillas realizadas por empresas muy conocidas de nuestro entorno.
Seguro que muchos de vosotros poseéis alguna de estas obras de arte en vuestras casas o en las de vuestras madres.
Además de utensilios de cocina, se exhiben algunas piezas decorativas realizadas por los niños de la Casa de la Misericordia.

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Continúo el recorrido y me siento observada, levanto la vista y allí, impertérrito, Ramón de la Sota parece querer transmitirme la historia de su vida, parece querer explicarme que fue un empresario naviero, político y abogado y que poseyó una de las mayores fortunas del país. Falleció en el año 1936 en Getxo.

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En el primer piso son muchas curiosidades las que se pueden encontrar. Una de mis preferidas es esta magnífica pintura de Enrique Albizu Perurena, en la que se representa una escena de la familia Gutiérrez de la Torre sentados alrededor de la mesa de Nochebuena, degustando sabrosas viandas tradicionales de antaño.
Siempre me quedo prendada de la carita de la niña, intento imaginar lo feliz que se sentía junto a sus padres y abuelos. El cuadro me transmite serenidad, familiaridad y mucho amor.

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Otro de los objetos singulares de esta planta es el que yo he bautizado como “La lavadora”. Cuando vengo acompañada por alguien que nunca ha visitado el museo, les hago la misma pregunta, les interrogo sobre este “aparato” y nadie ha sido capaz de adivinarlo sin mirar el cartel informativo.
Este rústico sistema de lavado debía de ser muy efectivo. Consiste en un tronco vacío en el que se introduce la ropa sucia bien doblada, se tapa con un lienzo de lino en el que se colocan las cenizas sobrantes de la chimenea, ahora ya solo falta el agua caliente, que se echa una y otra vez y sale por un desagüe en la parte baja. El proceso es largo; al menos dos horas son necesarias para que la ropa salga limpia.

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Varias vitrinas nos muestran piezas de lino como toallas, sábanas o camisas, además de instrumentos utilizados en su fabricación, que a mí me parecen bastante complejos dada mi poca paciencia para este arte.

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Al fondo de este pasillo dos enormes costillas de ballena hacen de arco para darnos la bienvenida a la zona donde aprenderemos más de nuestros orígenes, de la existencia en el paleolítico y de la dura vida en el mar o en el campo.

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Esta sala se debe ver con calma y detenimiento ya que son muchos los objetos curiosos tanto de labranza, como de pesca, de entretenimiento, musicales o útiles de cocina que nos harán imaginar otros tiempos donde no existían los microondas, los tractores o los videojuegos.

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Después de varios minutos observando pieza por pieza, me decido a bajar y acceder al claustro pero antes, al lado de las escaleras, me detengo y saco una foto de la reproducción del Crucero de Kurutziaga de Durango. El original se halla en la plaza del mismo nombre en dicha localidad y fue declarado monumento histórico artístico en 1954.
Aunque no se conoce la fecha exacta en la que fue erigido este monumento, se cree que fue en el siglo XV.

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En esta planta suelen organizarse exposiciones temporales que, por supuesto, no me pierdo nunca.
El claustro es una verdadera maravilla, para mí es como un oasis de paz, no es habitual ver a mucha gente paseando y los que te cruzas suelen ser respetuosos y deambulan en silencio, como si no quisieran molestar a los pilares del edificio, a los escudos en piedra o al mismísimo Mikeldi

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Esta figura zoomorfa, fue hallada en 1864 en Durango, representa a un cerdo, un jabalí o un toro, (no queda muy claro) con un disco entre sus patas. Hay teorías que indican que su antigüedad es de la segunda Edad de Hierro, es decir de los siglos IV y II antes de Cristo.
Al salir por la puerta principal me detengo a observar el coche de caballos “VICTORIA”, muy común en la segunda mitad del siglo XIX, que fue realizado en la Fundición Santa Ana de Bolueta.

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Salgo a la plaza Unamuno desde donde tomo una última imagen, esta vez de la fachada de un museo cuya actuación principal es la de dar a conocer la historia, el arte, la cultura y el modo de vida de nuestro pueblo, el pueblo vasco, a lo largo de los tiempos.

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Fotos: Andoni Renteria.

26 comentarios en “EL PUEBLO VASCO EN UN MUSEO

  1. Jolines qué interesante tu visita.de hoy …De.todo lo que nos has enseñado me.quedo con el.cuadro de.la cena de.nochebuena…Nunca he estado.en ese museo. Cuando.me.jubile y vaya a Bilbao,tengo muchas.visitas pendientes.
    Un.abrazo Esme..

      • Hola Esme
        Me ha gustado muchísimo tu paseo por el Museo Vasco, indicarte que soy la hija de Enrique Albizu, autor de la pintura al óleo Cena de Noche Buena de la familia Gutierrez de la Torre. Esa pintura la hizo en Venezuela, por lo que yo solamente la conozco por fotografía, ahora y gracias a ti la voy a poder ver al natural ya que desconocía que la familia se hubiera deshecho de ella y estuviera ubicada en ese Museo.
        Gracias por tus elogios a la pintura. Desgraciadamente mi padre falleció el año pasado por lo tanto no la podrá ver. Le hubiera gustado mucho, lo sé porque hablaba mucho de esa pintura y contaba las anécdotas con la familia mientras les retrataba, volver a verla.
        Saludos
        Oáya Albizu

      • Hola Oáya. Muchas gracias por tus bonitas palabras hacia mi trabajo. No te imaginas que ilusión me hace hablar con la hija del artista que creo este magnífico cuadro, desde hace muchos años, siempre que voy al museo (y voy mucho) no dejo de admirar la obra. Es el cuadro más bonito de todo el museo. Transmite muchos sentimientos y todos buenos. No sé dónde vives y si puedes acercarte a verlo. Yo te lo recomiendo y si quieres que vayamos juntas estaria encantada. Un beso. Tengo página en facebook por si quieres contactar conmigo. esmeralda herlo o conoce bilbao con esme. Un beso.

      • Hola Esme, yo vivo en Hondarrba, en cuanto pueda pasaré a verlo me hace mucha ilusión y además sé donde esta ubicado y es una forma de perderle la pista, esta pintura datará de finales de los 50 o muy muy al principio de los años 60. La descripción que haces de ella es muy entrañable. Gracias

    • Sigo con muchisimo interés todas tus notas. Bilbao es una ciudad que me encanta y trato de ir todas las veces que me sea posible (vivo en Buenos Aires). Voy a compartir esta nota en el facebook de la Universidad Vasca de Buenos Aires, para que los amigos disfruten como yo de ese museo que me gusta tanto.Un abrazo

      • Hola Marité, me alegra muchísimo que te gusten mis posts, ese es el mejor pago que puedo tener, saber que mis artículos llegan tan lejos, al otro lado del océano en este caso. Me encanta saber que lo vas a compartir y te lo agradezco mucho. Un abrazo.

      • Hola Esme
        Soy Oáya Albizu, la hija del pintor Enrique Albizu, del que tu hiciste un precioso comentario de la pintura que hay en el Museo de Bilbao, en la que aparece reflejada una familia celebrando la cena de Nochebuena.
        Te quería informar que hemos abierto una página web sobre la obra y vida de mi padre.
        Espero que la disfrutes.
        Abrazo

        http://www.enriquealbizu.com

  2. esme preciosa gracias .por poder disfrutar de esa visita tan entrañable a mi querido museo hace muchos años que lo visite .hoy gracias ati lo he vuelto a recordar y lo he visto cambiado mas completo muchas gracias y para los que estamos fuera del bocho es un gran empujoncito para segir adelante mosussssss aundiaaaaaa agur

  3. Muy interesante Esme. Al final sin ir….parece que he estado allí,lo explicas tan bien!! No se cuando,pero seguro que algún día lo visitare y pondré fotos de ello. Graciassss!!

  4. No tengo perdón de dios, y yo sin conocerlo siendo de Bilbao!! De verdad Esme, gracias por enseñarnos sitios tan bonitos, no podía imaginarme lo precioso que es, prometo visita:-))

  5. Estoy contigo Esme, el Museo favorito, es NUESTRO. Cada día te superas con tus reportajes, pero con este, yaaaa!!!!!!Cuando lo visité por primera vez, una de las cosas que más me impresionó, fue LA MAQUETA. Precioso todo el contenido, (incluido fotografía)

  6. Gracias Esme ,me pareció ,caminar junto a ti dentro del Museo !!!Desde Uruguay ,te felicito!!!Saludos ,mi abuelo a quien no conocí,era de Guipúzcoa….

  7. Hola Esme, recientemente hice una visita a Bilbao y visité este interesante Museo. No pude verlo con detenimiento como se merece, pero volveré otro día. Precisamente buscando información en internet y concretamente sobre esa magnífica pintura de Enrique Albizu, di con tu documentado y ameno blog, donde dedicas una entrada al Museo y concretamente comentas dos cuadros con fotos incluidas: el retrato de Ramón de la Sota del genial Zuloaga y la de esa entrañable escena de la Cena de Nochebuena de Albizu que a mí también me deleitó especialmente. Muy agradecido Esme.
    Te comento que he tenido la iniciativa de llamar por teléfono al Museo para conseguir más datos sobre ese cuadro que tanto nos ha gustado, y me han atendido muy amablemente. Concretamente doy las gracias a Amaya Múgica, ella me ha enviado e informado sobre la historia de este cuadro realizado por el maestro Albizu a la familia Gutiérrez de la Torre en Caracas en el año 1958. “…una recreación de los viejos tiempos en la que la familia estaba reunida reproduciendo una cena de Nochebuena tradicional en su caserío de origen, situado en el bilbaino barrio de Zorroza.”
    Sin más desearte larga vida en ese blog que tanto esmero realizas.
    Un saludo,
    Jose María Cuesta

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