El 17 de junio de 2004 se inauguró este museo; aunque no se trata de un museo cualquiera, sino de un conjunto de construcciones, salas y jardines en los que, además de disfrutar, se aprende y se vive una experiencia única sobre una profesión en desuso hoy en día y ejercida solo como artesanía.
El lugar al que me refiero es la FERRERÍA EL POBAL.
Para llegar hasta aquí desde Bilbao se debe ir primero a Muskiz y, de allí, os dirigís hacia Sopuerta, donde empezaréis a ver por la carretera carteles indicando el camino a seguir.
Eran las doce y media de un sábado cuando aparco el coche en el estacionamiento habilitado para los visitantes del museo.
La ferrería desde aquí no se ve, hay que atravesar un pequeño puente rodeado de naturaleza en estado puro junto al río Barbadún. Antes de acercarme a las instalaciones del museo decido ver la presa construida para suministrar de agua y, mediante un canal, alimentar a la Ferrería.
El campo está precioso con ese verdor y tantas flores. Me detengo atraída por unas amarillas y una solitaria cala.
En la presa no puedo hacer mucho el tonto ya que puedo terminar en el agua y a ver quién me rescata. Pero, en la orilla del río disfruto tirando alguna piedra para conseguir hacer ondas, sin mucho éxito.
A muy pocos metros me adentro en un increíble bosque de bambú, no recuerdo nunca haber estado en uno igual. Los troncos son muy flexibles y si los mueves un poco se balancean produciendo un curioso sonido.
Me dirijo hacia la ferrería donde lo primero que veo es la casa palacio de los Salazar del siglo XVI edificada como vivienda para los ferrones y que, actualmente, se utiliza como recepción y salas de exposiciones, además de contar con una pequeña tienda donde adquirir algún objeto como recuerdo de la visita.
En el exterior existe una pequeña catarata que da movimiento al molino para el fuelle.
A la hora fijada, uno de los guías, nos indica que le sigamos mientras nos va dando detalles de este lugar donde se trabajaba el hierro.
Pasamos por una sala que es el depósito de carbón, donde vemos unas pilas enormes de este mineral y llegamos al fuelle. Nuestro guía nos explica que, para su funcionamiento, el agua debe pasar por el molino y, de esta manera, el aire alimentará el fuego que se encuentra al otro lado de una pared, en otra estancia donde el calor era soportable para permanecer un ratito, eso me hace imaginar lo duro que sería trabajar allí varias horas seguidas.
El encargado de mostrarnos cómo funcionaba se llama Luis Mari y él pone en marcha el martillo pilón, advirtiéndonos del ruido para que no nos asustemos, que golpea sobre un yunque.
Mientras continúan los golpes observo un pequeño rincón con unas alacenas que sirvió como oficina donde se realizaban las cuentas administrativas.
Finalizada esta demostración, continuamos la visita en la sala de metalurgia. Allí, el mismo Luis Mari, nos enseña diferentes barras de hierro y sus variaciones de color cuando se calienta.
La temperatura para trabajar y moldear estas barras oscila entre los 1200 y 1400 grados.
Desde una posición segura observo y atiendo a todas sus explicaciones que recibimos delante de la fragua.
Son muchas las herramientas de las que disponían para trabajar el hierro y las exponen para recrear lo que fue aquella durísima profesión.
Pasados unos minutos y, después de habernos mostrado este ancestral arte, el guía nos invita a salir y visitar el molino fluvial construido a principios del siglo XVII que funcionó hasta los años cuarenta de la pasada centuria.
A él acudían los labradores de la zona donde, por un precio ya estipulado, se les permitía moler tanto el maíz o pienso como el trigo ya que, como se puede ver, disponía de dos muelas.
No me resisto a coger una criba y probar a colar la harina de trigo.
En el exterior, unas ruedas de molino apoyadas contra el muro del edificio, me sirven para subirme y pedirle a Andoni una foto.
A pocos metros un horno donde cocían el pan que, seguro, estaría delicioso.
Antes de marchar me detengo un minuto a firmar en el libro de visitas y manifestar, así, mi agrado por el Museo al que, indudablemente, volveré.
La visita es altamente recomendable para conocer y aprender una parte muy importante de nuestra historia, de nuestro pasado industrial.
Os aconsejo una excursión por la zona, os sorprenderéis.
Fotos: Andoni Rentería.
Como siempre, muy interesante el artículo y muy buenas las fotos. Gracias por vuestro trabajo.
Muchas gracias a ti por entrar en el blog.
Que bonito recorrido. Yo no sabía ni que existía pero contigo no hay lugar que no nos enseñes. Me ha encantado. Que dominio Luis Mari con el martillo pilón y el yunque para hacer esas barras de hierro y vaya punta más afilada. Y tu que Heidi en el campo con tus flores , y los bambus que pasada , yo creo que será el único sitio que tiene.
No conocía este museo del hierro,cuantas cosas nos.enseñas a diario de.nuestra preciosa tierra Esme. Te doy gracias por todo.
Muy interesante Esme. El bosque de Bambú es impresionante, que bonito!
Otro sitio que tengo pendiente para ir, a mi chico le encantará.
Leerte dá gusto amiga mía.
Gracias.
Que lugares nos enseñas más chulos. La foto de los bambú es muy llamativa , no pensaba que aquí pudiese haber. Todo muy bien explicado y con las fotos pues es como si hubiese hecho la visita.
No tenía ni idea de que existía,solo conozco la de Mirándola en Azpeitia. Esta el paisaje es extraordinario y gracias a ti,ya puedo ir a ver otra. Muchas gracias😘