Hace días que la Aste Nagusia terminó pero algunos espectáculos todavía se mantienen en el Botxo. Uno de ellos es el Circo Mundial situado en el Parque de Etxebarria.
Recuerdo perfectamente cuando me llevaban mis aitas al Circo Atlas y el gran payaso Tonetti nos hacía estallar en carcajadas a todos los niños que, con ojos de ilusión y asombro, mirábamos divertidos cómo hacía payasadas.
Los tiempos han cambiado, muchos son los profesionales y los números artísticos que han innovado, que se han adaptado a un público más exigente o simplemente a las modas, pero el espíritu circense se mantiene.
La ilusión, la magia, las luces, la música, los olores…todo se vuelve muy especial bajo la carpa de un circo.
Sé que muchos no lo entienden porque es un espectáculo que no les atrae, pero a mí me apasiona; me hace volver a mi infancia. Todos los años voy al menos una vez.
Ayer acudía a la sesión de las 20 15h. Me senté en la fila 7 en una butaca numerada. Lo suficientemente cerca de la pista para no perder detalle.
En la pista, antes de comenzar, un elefante se deja fotografiar con niños en su espalda.
Se escucha la música y una voz en off que nos da indicaciones de cómo debemos comportarnos y cuáles son las normas a seguir.
Empieza el espectáculo cuando salen cinco tigres acompañados de Carmen, una joven pero muy profesional domadora.
Al terminar aparecen entre el público unos payasos muy simpáticos que enseguida nos hacen reír.
Siguiente número: una pareja de trapecistas colgados de un corazón gigante, nos pone la carne de gallina con sus intrépidas figuras en el aire y sin utilizar red de seguridad.
Se van ellos y llega un joven manejando un diábolo. Parece fácil lo que hace pero cada vez realiza más movimientos complicados y espectaculares que consiguen asombrarnos a todos los asistentes.
Una fuerte ovación le despide para dar paso a una contorsionista; una chica con un escueto traje que se dobla al punto de que nos duele a todos los que la observábamos. Esta joven es de goma.
Enseguida aparecen los elefantes con sus cuidadores, también les acompaña un caballo.
Es el turno de los acróbatas, dos hermanos que ponen en peligro sus vidas para hacernos pasar un buen rato. Decididamente, qué dura es la vida del Circo.
Hay momentos divertidos y trepidantes como el protagonizado por los dálmatas y sus entrenadores.
De repente se van y se hace el silencio cuando aparece una iguana. Pero no es una iguana cualquiera, es un hombre disfrazado como tal. Sus extremidades parecen de plastilina, se mueve con mucha elegancia y, al final del número, se introduce en una caja de cristal ante el asombro de todos.
Tres pequeños hermanos vestidos de rojo realizan unas acrobacias propias de mayores. Son estupendos.
Una pareja realizan cambios de vestuario a velocidad de vértigo. Les observo con detenimiento con la idea de copiarles el truco pero es imposible.
El espectáculo toca a su fin y todos los artistas desfilan ante nuestros ojos para despedirnos mientras bailan y cantan una canción conocida por todos.
He pasado una maravillosa tarde, he reído, he cantado, me he asombrado, me he emocionado, he aplaudido…En definitiva, lo he pasado ¡¡bomba!!
Antes de ir una última foto para el recuerdo.
FOTOS: ANDONI RENTERIA
Yo también estuve con mis hijos , mis nietas y mi nuera me lo pasé como una niña de bien. Con mis hijos hasta que han querido venir , les llevaba todos los años, luego pasan . Y ahora vuelven por las niñas. Como todos hemos hecho. Colge un video de los tigres , pero luego no nos dejaron sacar fotos. Has sido privilegiada. Muy bueno el reportaje potxola.
fotos si dejan, pero video no. Un beso guapa
De niña siempre me llevaban mis aitas al circo Atlas, que recuerdos.