BEBER, BEBER Y BEBER.

Que la bebida puede resultar un gran problema si no se toma con moderación es algo que sabemos de siempre.
A principios del siglo XX beber hasta quedarse sin sentido parecía el deporte favorito de los vizcaínos.
Los más aficionados eran los trabajadores y también los más perjudicados debido a la siniestralidad laboral.
Aquella situación se iba agravando cada vez más y, en los años veinte, se convirtió en un mal que había que atajar cuanto antes.
Hubo varios estudios en diferentes países europeos en los que se reseñaban los delitos cometidos y los accidentes causados por todos aquellos que pasaban horas y horas en estado de embriaguez.
La delincuencia aumentó considerablemente, sobre todo, los domingos, jornada en la que se ingería más alcohol.

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En el manicomio de Bermeo, se aseguraba, que la gran mayoría de internos lo estaban debido al alcoholismo.
Los centros de beneficencia no daban abasto para atender a tantas personas aquejadas con esta enfermedad.
Se temía por la juventud, por las familias que empezaban a estar desestructuradas, por el abandono de hijos pequeños, por la transmisión de la tuberculosis…
Para los diputados nacionalistas la situación era considerada una catástrofe y debían ponerle remedio a la mayor brevedad.
Las autoridades decidieron realizar una campaña para educar a los ciudadanos explicándoles las consecuencias de la ingesta de alcohol.
11,523 litros por habitante al año era la escalofriante media que se consumía en alguna de las 1609 tabernas que existían en Bizkaia en el año 1919 cuando más de 300000 eran los ciudadanos vizcainos.
También se propuso restringir los horarios de apertura y de cierre de todos aquellos locales.
No fue hasta el año 1923 que se aprobó aquella moción.
Así se bebía en nuestra provincia hace un siglo. Ahora también se bebe, claro que sí, pero no con tanta “devoción”.

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