EL RINCÓN DE LA MÚSICA CLÁSICA

El lugar que hoy os enseño, es un lugar con solera, con carácter, con historia… Un lugar de esos que no te dejan indiferente.
En la céntrica calle Marqués del Puerto de Bilbao se esconde un templo de la música clásica. Un espacio donde se reúnen personas de cierta edad y personas jóvenes con un objetivo común: disfrutar de un buen concierto.

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La Sociedad Filarmónica comienza su historia en una habitación alquilada en el Casco Viejo, al que denominaban el “cuartito”, a finales del siglo XIX. Primero en El Arenal, luego en la calle Correo y tiempo después en Bidebarrieta.
Eran un grupo de jóvenes intelectuales que se reunían para organizar sesiones de música donde se interpretaban sonatas, tríos y cuartetos.
Las paredes de aquel lugar tan musical estaban cubiertas por pinturas de algunos de sus miembros, como Anselmo Guinea, Manuel Losada o Ignacio Zuloaga.
Era tal el interés por este arte que, un grupo de integrantes del “cuartito”, decidieron involucrar a la ciudadanía para formar una sociedad donde pudieran disfrutar de conciertos al más alto nivel.
Fueron tres los impulsores, conocidos como los apóstoles: Juan Carlos de Gortázar, Lope de Alaña y Javier Arisqueta. Esto sucedía en febrero de 1896, cuando se constituyó la sociedad Filarmónica presidida por Emiliano de Arriaga, sobrino nieto del compositor Juan Crisóstomo de Arriaga.
El salón de actos del desaparecido Instituto Vizcaíno de la actual plaza Unamuno fue el lugar elegido para celebrar el primer concierto en mayo de ese mismo año.

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Cada vez eran más las personas interesadas en esta sociedad cultural y fue necesaria una nueva ubicación más grande. En 1902 se compró un solar en el ensanche bilbaíno, donde actualmente se halla.
El arquitecto tolosano Fidel Iturria fue el encargado de su construcción en estilo modernista con inspiración francesa.
Su inauguración se llevó a cabo el 26 de enero de 1904 con la actuación de la Schola Cantorum de París.
Los conocidos como “apóstoles” no solo fundaron esta sociedad, sino también la Academia Vizcaína de la Música, que fue el origen del Conservatorio Vizcaíno de Música y la Orquesta Municipal de Bilbao, actualmente Orquesta Sinfónica de Bilbao.
Innumerables han sido los artistas que han actuado magistralmente en esta sala de música.
Tales como Rubinstein al piano, Pablo Casals con el Chelo o Victoria de Los Ángeles cantando, por citar alguno que conozcamos todos.
La Sociedad Filarmónica a lo largo de tantos años ha sido reconocida con diferentes medallas y premios como, por ejemplo: Medalla de Honor de la Academia de Bellas Artes de San Fernando o Medalla de Oro de la villa del Ayuntamiento de Bilbao, entre otras.
Cientos de veces había pasado delante de la puerta pero jamás la había cruzado, hasta que, hace unos días, me adentré en este gran templo de la música clásica.
Lo primero que llama la atención es la anchura y profundidad de un pasillo donde, a la izquierda, un mostrador es atendido por una persona que, al explicarle que tenía una cita, enseguida procedió a avisar a Patricia Sojo, mi cicerone. Patricia es musicóloga, socia y Relaciones Externas de esta Sociedad que tan bien conoce.

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Lo primero que me muestra es el auditorio. Se trata de un espacio con capacidad para 940 personas que se sentarían en unas cómodas y bien cuidadas butacas.

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Esta sala destaca por su maravillosa acústica reconocida por los grandes intérpretes a nivel mundial.

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En el escenario un órgano que, desde la Guerra Civil, se encuentra en desuso y, por supuesto, no falta el escudo de nuestra ciudad.

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Hace años, uno de los palcos, era conocido con el nombre de “Palco de luto”; ya que allí, detrás de una celosía, se sentaban las viudas a escuchar el concierto de música sin ser vistas.
Del auditorio salgo a un pasillo con las paredes adornadas con fotografías de todos los músicos y cantantes que han actuado aquí en toda la historia de la sociedad.

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En un espacio conocido como “la rotonda” hago una parada. Este lugar sirve a los espectadores como salita de descanso en los entreactos.

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Por una escalera de madera asciendo a la zona de palcos y camerinos.
Los camerinos siempre despiertan curiosidad por parte del público y, normalmente, no son lugares que podamos visitar. Patricia, mi guía, me los enseña dándome muchas explicaciones sobre ellos. Hay varios y cada uno más bonito y acogedor que el anterior. Todos decorados con imágenes de artistas, compositores, intérpretes… Algunos conozco, pero pocos.

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Para finalizar, Patricia me cuenta una divertida anécdota. Hace años, la pianista Alicia de Larrocha, vino a grabar aquí un disco, pero ella quería hacerlo por la noche, por la tranquilidad y el silencio. No muy lejos de aquí se hospedaba en un lujoso hotel y, cuando regresaba de madrugada, era objeto de miradas de extrañeza por parte de los empleados que no debían saber quién era ni qué hacía a esas horas intempestivas una mujer sola por Bilbao.
Me detengo ante un cuadro pintado por nuestro más insigne compositor cuando era un adolescente: Juan Crisóstomo de Arriaga.

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Mi recorrido por este mágico y musical lugar termina dándole las gracias a Patricia por su tiempo y sus enriquecedoras explicaciones.
Cuando pase por delante de sus puertas ya no tendré que imaginar lo que sucede dentro. Ahora ya lo sé.
FOTOS: ANDONI RENTERIA

2 comentarios en “EL RINCÓN DE LA MÚSICA CLÁSICA

  1. Que interesante Esme!
    Núnca he estado, pero no me lo hubiera imaginado nunca así con ese auditorio tan grande. Pensaba que era un lugar más pequeño pero se ve muy amplio.
    Me ha sorprendido lo del «palco de luto!.
    Buen trabajo escrito y gráfico.

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