LA CIUDAD DE ORDUÑA

Hoy os llevo a una ciudad a 38 kilómetros de nuestra villa.
Si, Orduña es la única ciudad del territorio bizkaino. Su situación es curiosa porque si lo veis en un mapa parece un islote entre las provincias de Araba y Burgos.
Orduña, declarada conjunto histórico monumental, gozó de gran protagonismo en la historia económica del Señorío de Bizkaia y se convirtió, por ello, en la única ciudad de la provincia.

Durante siglos ha sido un punto comercial y aduanero muy importante situado estratégicamente en el paso hacia Castilla.
Por sus calles se refleja la bonanza de aquella época, en sus casas, palacetes y elegantes comercios.

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Pero orduña es más que edificios elegantes y señoriales; aquí se apuesta por los productos agrícolas de calidad. Los primeros sábados de cada mes se organiza un mercado en la Plaza de los Fueros donde los productores muestran sus tesoros a todo aquel que aprecie degustar buenos y sabrosos alimentos.
Son muchos los atractivos de este rincón que parece distante pero que no lo es tanto, ya que en 40 minutos se llega desde Bilbao.
En la plaza, el edificio que destaca por sus dimensiones, data del siglo XVIII y lo mandó construir Carlos III para usarlo como aduana y, controlar así, lo que se ingresaba en el puerto de Bilbao.

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En este mismo entorno podemos ver la iglesia de la Sagrada Familia de estilo barroco y el colegio que, desde 1964 pertenece a la orden de los padres Josefinos.

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Como en toda plaza que se precie no faltan los soportales llenos de vida, el kiosko de la música y una elegante fuente.

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En un lateral de esta plaza de los Fueros, discretamente, aparece el edificio del Ayuntamiento en el que se pueden apreciar dos épocas diferenciadas: la torre medieval conviviendo con el estilo barroco de la construcción.

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Continuo mi paseo entre calles, me acerco a la Oficina de Turismo donde me atiende amablemente la encargada de orientar a todo aquel que llegue por primera vez a esta ciudad.
Me explica muchos datos de interés sobre la zona, me habla de sus fiestas, de su gastronomía. Agradezco toda la información que me facilita y me despido de ella.
Con varios folletos y mapas me encamino a una pastelería cercana a comprar unos dulces típicos.

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Observo una pequeña placita e imagino las tardes de verano con los vecinos allí sentados viendo pasar la vida.

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Mis pasos me encaminan hacia otra iglesia; se trata de Nuestra Señora de la Asunción de estilo gótico construida ente los siglos XIII y XV. Fue ideado como templo fortaleza y es por ello que le rodea una bien cuidada muralla.

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Después del paseo decido entrar en una cafetería para recuperar las fuerzas con un café y un pincho. Algo llama mi atención en el suelo del establecimiento: las baldosas de Bilbao.
No puedo abandonar este bello e histórico enclave sin acercarme hasta el Santuario de Nuestra Señora de la Antigua. Lugar donde muchas parejas de la zona se dan el “sí quiero”.
Aparco allí mismo y mi primera mirada la dirijo al monte Txarlazo, donde una enorme virgen de la Antigua se asoma en su cumbre dominando todo el valle. Hace años que no voy y me prometo a mí misma hacerlo en próximos días.

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Para mi decepción el templo se encuentra cerrado, así que me conformaré con tomar algunas fotos de los jardines y de la fachada.

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De vuelta al coche, mi siguiente parada será el salto del Nervión pero, antes, unas fotos a la plaza de toros.

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Decididamente a Orduña no le falta de nada.
FOTOS: ANDONI RENTERIA

DONDE COMIENZA NUESTRA RÍA

Hace años, mientras cruzaba el puente del Arenal, escuché a una señora (que luego me explico era de Extremadura), cómo le comentaba a su marido lo bonito que era este río, refiriéndose a nuestra arteria principal.
Me detuve al instante; no podía permitir que aquella pareja volviera a su tierra sin saber que, a lo que ellos llamaban rio, era en realidad nuestra querida y adorada ría.
Les saqué de su error ofreciéndoles una explicación sobre dónde nacía el río Nervión y, también les comenté, que mucha del agua que veían desde la barandilla del puente era salada, ya que procedía del mar Cantábrico.
Hoy he recordado esta anécdota porque os voy a hablar del nacimiento del Nervión.
Hace unos días me dirigí hacia Orduña para, desde allí, subir el puerto hacia el monte Santiago y llegar a tierras burgalesas por la A2625.
A la izquierda, una señal, marca el desvío y a un par de kilómetros se encuentra el aparcamiento y la zona de merendero donde yo comí un bokata y algo de fruta.

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Con la tripa llena ya estaba preparada para caminar los casi tres kilómetros hasta el famoso mirador del salto del Nervión pero, antes, me acerco al nacimiento a pocos metros de donde he estacionado el coche.

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Después de tomar unas fotos me dirijo por la pista hacia el salto con la esperanza de ver la cascada que se forma en primavera con el deshielo del invierno.

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A mi izquierda unos restos del antiguo monasterio medieval de Santiago de Langreiz y, al lado, un monumento erigido en honor de la Guardia Forestal.

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Durante el recorrido pude observar la gran cantidad de hayas y robles de este bucólico paraje e, incluso, una lobera utilizada, como su nombre indica, para apresar lobos mediante una trampa con forma de embudo que les encamina hacia un pozo donde caen y no pueden escapar.

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Sigo el sendero, ya queda poco.
De repente noto que llueve. Alzo la vista al cielo y no veo ni una sola nube. Entonces me doy cuenta, no es lluvia sino agua del salto. Ya estoy cerca.

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Unos minutos después me encontraba en el mirador al que no todo el mundo se atreve a asomarse debido a la gran altura. Realmente para una persona con vértigo es mejor que ni se acerque y se dedique a observar el paisaje, por otro lado, maravilloso.

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Este salto tiene una altura de 222 metros y es el más alto de la Península Ibérica. Afortunadamente yo no sufro de mal de altura y me deleito con las magníficas vistas sobre el cañon de Delika.

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El río Nervión lleva su agua durante 72 kilómetros hasta la desembocadura del Abra. En Basauri se junta con el Ibaizabal y los dos unidos se adentran en nuestra ría para mezclarse con el agua salada que entra del mar. Y entre idas y venidas, subidas y bajadas de marea, termina en el mar Cantábrico.
No termina aquí mi excursión. A unos doscientos metros hay otro punto para la observación de este impresionante barranco. Desde aquí también se ve el salto que, hoy, baja con mucho caudal.

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Hemos tenido suerte; no todo el mundo que viene aquí puede ver el salto con tanta agua.
Ha llegado el momento de regresar al aparcamiento, subir al coche y, con las retinas llenas de preciosas imágenes, me vuelvo al Botxo.
Otro rincón de nuestra geografía que os recomiendo.
FOTOS: ANDONI RENTERIA.