LUANCO, UNA VILLA MARINERA CON ENCANTO

En este post os quiero mostrar la villa asturiana de Luanco, situada en la costa a veintitrés kilómetros de Gijón y a treinta y ocho de Oviedo, donde residen algo más de cinco mil setecientos vecinos que es, además, la capital del Concejo de Gozón. Aunque, actualmente su actividad principal es el turismo, ya en el siglo XIII Alfonso X le concedió la Carta Puebla por su relevancia pesquera; siendo la ballena y el bonito las capturas más destacadas. En el siglo XVIII descendió considerablemente la cantidad de piezas pescadas y sus habitantes tuvieron que adaptarse especializándose en la industria del escabeche y la salazón.

Luanco también fue escenario de encarnizadas luchas. Durante la Guerra de la Independencia Española contra los franceses, sufrió considerables destrozos en sus edificios y en su puerto. Pero, como siempre ha sucedido en la historia, los pueblos se sobreponen a las tragedias y renacen de sus cenizas; en este caso, convirtiéndose en un centro de ocio de verano con la inauguración de una casa de baños y un balneario en la playa de La Ribera. Sin embargo, no fue hasta la década de los sesenta del siglo pasado cuando tomó más importancia el turismo con la gran cantidad de personas llegadas hasta aquí desde Madrid, León o el interior de Asturias. Se construyeron decenas de bloques de viviendas y, aun así, nunca perdió su esencia de pequeño pueblo pesquero con encanto. Sus dos playas: la playa de Luanco y la playa de la Ribera son, sin duda, un gran reclamo en época estival, donde poder relajarse mecido por la brisa y escuchando el rumor del mar Cantábrico.

Una de las mejores cosas que se puede hacer aquí es dar una vuelta por su puerto, donde observaréis el ir y venir de las lanchas pesqueras con sus capturas de percebes, nécoras y demás delicias del mar con las que surten a los restaurantes y pescaderías de la zona. Para los amantes de los museos, Luanco posee una joya: el Museo Marítimo de Asturias. Fundado hace más de ochenta años, como todos los museos ha pasado por diferentes etapas de grandes iniciativas, ampliaciones, decadencia y transformación. Cuando traspasas su puerta te encuentras con secciones tales como: biología marina, carpintería de ribera, pesca artesanal o historia de la navegación, entre otras.

Y, por supuesto, no podemos obviar los magníficos edificios distribuidos por el pueblo. La iglesia de Santa María, declarada Monumento Histórico Artístico; el Palacio de los Menéndez Pola construido entre los siglos XVII y XVIII por esta destacada familia de nobles; la Torre del Reloj realizada en el año 1705 con el objetivo de que hubiera un reloj cerca de la playa, sirvió también como cárcel y polvorín; la Casa Morí levantada en el año 1902 es una representación del Art Nouveau asturiano fue propiedad del empresario José María Morí que emigró a Cuba donde acumuló una gran fortuna. Y, cómo no, el instituto del Santísimo Cristo del Socorro del siglo XIX creado en un estilo ecléctico e historicista de planta rectangular y patio central que se sitúa en el centro de la villa marinera.

En cuanto a la gastronomía, es otro de los factores fundamentales para elegir Asturias como destino vacacional. De sobra es conocida la buena fama de sus platos, de sus sabrosos pescados y mariscos o sus célebres fabes; así como las marañuelas, el postre luanquino por excelencia con forma de nudo marinero y todo ello regado por unos cuantos “culines” fresquitos de sidra. Eso sí, las cantidades que te sirven son muy grandes y hay que tenerlo en cuenta a la hora de pedir la comanda. Es tal la importancia del arte culinario que, a principios del mes de julio, tienen lugar las Jornadas Gastronómicas del Bonito, en las que Luanco tiene una participación fundamental con su gran variedad de recetas elaboradas con este manjar.

Pero no todo es comer y beber. Luanco puede presumir de preocuparse por la cultura con las variadas actividades que se organizan; así como también es referente del deporte, no en vano son famosas sus regatas y competiciones de vela. Pero, si por algo es conocido Luanco en cuanto a deporte se refiere, es por sus torneos de tenis playa que comenzaron en 1971 y que, según cuentan, es el único lugar del mundo donde se juegan partidos de tenis en la arena con la marea baja. Fueron muchos años disputándose torneos con algún parón en la década de los ochenta y durante la pandemia. Uno de sus tenistas emblemáticos, vecino del pueblo y que llegó a ser profesional, es Juan Avendaño.

Y, si ya os habéis animado a visitar Luanco, os recomiendo hacer noche en alguno de sus hoteles y descubrir bellos paisajes a su alrededor, además de bonitos rincones como: Candás, Tazones, el Cabo Peñas o Lastres. En cuanto a sus fiestas, las más importantes son el 5 de febrero en homenaje al Santísimo Cristo del Socorro; el 16 de julio, las fiestas de El Carmen y el Carnaval del Verano que tiene lugar el 14 de agosto.

Estos datos solo son una pincelada de lo que encontraréis en este maravilloso pueblo marinero.

 

 

OVIEDO, CIUDAD DE AMABLE SONRISA

Aunque a los que me seguís desde hace poco tiempo os pueda parecer extraño, en este blog también publico reportajes de lugares fuera de Bilbao y de Bizkaia como cuento en este post; y hoy he decidido llevaros hasta Oviedo, capital del Principado de Asturias. Una ciudad pequeña, pero reconocida como una de las de mayor calidad de vida en Europa y eso se nota paseando por sus calles y observando a sus ciudadanos, siempre amables. Además, es el centro geográfico, político, administrativo, universitario y religioso del Principado. Casi 218 mil habitantes residen en el Concejo de Oviedo y presume de títulos como: «muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena», que se pueden observar en el escudo del municipio, además de en una placa colocada en la fachada del edificio del Ayuntamiento.

A los ovetenses se les denomina, coloquialmente, carbayones o carbayonas en homenaje al árbol (carbayu): un roble sagrado para los antiguos astures, que fue símbolo de la ciudad durante varios siglos. La ciudad se fundó, según consta en el Archivo del Monasterio de San Pelayo, en el año 761. Aunque, en los últimos tiempos, se han ido descubriendo diferentes restos arqueológicos datados en el siglo IV, que indican la posible existencia de algún poblamiento en el lugar durante el periodo romano. Alfonso II, el Casto, mandó construir varios templos religiosos y trajo a la capilla del Salvador varias reliquias como el sudario que, supuestamente, cubrió el rostro de Jesús en su tumba.

Además de edificios religiosos, monasterios y santuarios, Oviedo cuenta con rincones emblemáticos con la naturaleza como protagonista. Cuando los ovetenses dicen que van al campo, suelen referirse al Campo de San Francisco, un magnífico parque situado en el centro de la ciudad, donde abundan los árboles, los paseos, los juegos infantiles o el quiosco de la música en sus noventa mil metros cuadrados. Este espacio perteneció al convento de San Francisco. Aquí se concentran un gran número de esculturas en homenaje a escritores como Leopoldo Alas “Clarín” o el ingeniero industrial José Tartiere y Lenegre, impulsor de la industrialización de Asturias, pero quizá una de las más queridas es la indómita Mafalda que llegó a este parque en octubre del año 2014 en un acto de inauguración al que asistió su “padre” y creador, el desaparecido “Quino”.

El parque de Campillín, junto a la iglesia de Santo Domingo se creó al terminar la Guerra Civil, en el barrio que fue completamente arrasado durante el sitio de Oviedo. Otro de los parques es el de Invierno con muchas y variadas instalaciones deportivas. Jardines de la Rodriga, antiguo jardín privado del palacio del Marqués de la Rodriga, Parque del Oeste, Parque de Santullano o Parque San Pedro de los Arcos con los cañones, son algunos de los espacios verdes que convierten a Oviedo en una bucólica ciudad.

En cuanto a museos, son muchos y variados los que sorprenderán al viajero. El Museo de Bellas Artes de Asturias, cercano al Museo de la Iglesia, se distribuye en cuatro edificios que, por sí solos, ya destacan por su gran valor patrimonial e histórico. Cada uno de ellos contienen obras de una temática específica que suman un total de 15000. Las cuatro sedes son: el Palacio de Valverde del siglo XVIII con una colección que abarca desde el siglo XIV hasta el XIX; la Casa de Oviedo-Portal dedicada a piezas del siglo XIX; luego está el edificio de la Ampliación con obras de arte contemporáneas y otro edificio destinado a oficinas y uso propio del museo que, sin duda, puede presumir de que, en sus paredes, cuelgan impresionantes tesoros de autores como El Greco, Zurbarán, Goya, Sorolla, Picasso, Dalí, Miró o Barceló.

Otra joya ovetense es, por supuesto, el Teatro Campoamor; inaugurado en 1892 ha sufrido, desde entonces, diversas remodelaciones para ofrecer espectáculos de gran calidad y actos tan importantes como la entrega de los Premios Princesa de Asturias.

Y, sí algo me gusta de esta ciudad es el arte que encuentras en cada esquina. Son muchas las esculturas, estatuas y monumentos en los que detenerse a leer la placa donde explica su historia y donde sacarte una simpática fotografía.

Como la escultura “El regreso de Williams B. Arrensberg” que se encuentra ubicada en el centro histórico de la ciudad, en la Plaza de Porlier, que realizó el escultor Eduardo Úrculo.

La Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador de Oviedo, así se llama oficialmente la catedral de Oviedo, de estilo gótico, se construyó durante tres siglos.

La plaza es, sin duda, uno de los lugares de reunión de vecinos y turistas.

Si preguntas a los turistas te dirán que Oviedo es una ciudad por la que pasear, que todo se encuentra cerca, sus calles se mantienen limpias, los vecinos son amables y, sobre todo, se come muy bien con sus deliciosos platos y su reconocida sidra asturiana. No seré yo quien contradiga estas afirmaciones. Todo lo contrario. Oviedo es un lugar para volver siempre.

Absolutamente recomendable; al menos una vez en la vida hay que visitar Oviedo.

FOTOS: ANDONI RENTERIA

SIMANCAS, LA VILLA DE LAS SIETE DONCELLAS

La mayoría que seguís este humilde blog sabéis que, de vez en cuando, escribo sobre lugares que nada tienen que ver con Bilbao, ni con Bizkaia, incluso ni con Euskadi. En esta ocasión os llevo hasta la provincia de Valladolid, concretamente al histórico pueblo de Simancas. En esta localidad junto al río Pisuerga, conviven algo más de cinco mil personas que, como suele ser habitual, esa cifra aumenta cuando llega la época estival.

Hace un tiempo visité Simancas por primera vez y, aunque ya conocía algo de la historia del municipio, me gustó pasear entre sus calles e imaginar cómo era la vida aquí siglos atrás. A unos quince kilómetros de Valladolid capital, Simancas forma parte del llamado Camino de Santiago de Madrid y, hasta el siglo XII, fue la localidad vallisoletana más importante. Simancas es un punto de referencia histórica, pero no solo de Valladolid sino de la comunidad de Castilla y León e, incluso, de España. Bautizada como Septimancas en la época romana. Su conjunto urbano se halla sobre una colina donde se entremezclan calles estrechas con edificios de baja altura entre los que destacan dos, por encima del resto: la Iglesia del Salvador y el del Archivo General de Simancas, también conocido por sus siglas AGS ubicado en el castillo de Simancas.

 

El Archivo de Simancas fue el primer archivo oficial de la Corona de Castilla, existente desde el año 1540, fundado por Carlos I. Desde su creación se pensó que debía permanecer en un lugar seguro como una fortaleza o castillo. Unos de los primeros documentos que se custodiaron aquí fueron los pertenecientes al castillo de La Mota de Medina del Campo.

Este edificio, en la actualidad, conserva la documentación producida por los órganos de gobierno de la Corona de Castilla y posteriormente de la Monarquía Hispánica y del Reino de España hasta el mandato de Isabel II. Se construyó a finales del siglo XV por orden del Almirante de Castilla Don Fadrique Enríquez, en un lugar estratégico sobre una antigua fortaleza que fue utilizada simultáneamente por cristianos y árabes. Ha sufrido muchas reformas desde entonces e, incluso, se usó como prisión del Estado. En el interior de este castillo no solo se ejecutan tareas de conservación y catalogación de los documentos que custodia este organismo dependiente del Ministerio de Cultura de España; sino que, también, es sede de un museo y, además, se puede solicitar investigar los extensos fondos que se organizan en casi una treintena de secciones. En el año 2017, la UNESCO le otorgó el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad en la categoría de Memoria del Mundo. La visita es gratuita y solo se puede realizar por una zona. Su interior es sobrio, sin la típica decoración que podemos imaginar de un lugar como este; aun así, merece la pena sobre todo por las vistas tanto del edificio en sí como las del pueblo.

Un paseo entre sus calles me llevaron hasta la plaza Mayor, punto de encuentro y centro neurálgico de la villa.

De allí me dirigí a la plaza del Mirador, a pocos metros; desde donde se divisa una inmejorable vista al río y al famoso puente de Simancas que posee diecisiete arcos ojivales y fue construido en el siglo XIII.

Pero si hay un monumento muy visitado y conocido en Simancas es, sin duda, el que preside la Plaza de la Cal, que realizó en bronce el escultor Gonzalo Coella en el año 2009. Se trata de una imagen de siete doncellas valerosas. Os cuento la leyenda:

En el año 783, Mauregato, el hijo bastardo de Alfonso I de Asturias sube al trono de reino de Asturias con el apoyo de Abderramán I, a quien promete pagar un tributo de cien doncellas procedentes de diferentes lugares. Cinco años más tarde, los condes Don Arias y Don Oveco, asesinaron al rey Mauregato en represalia por haberse comprometido con Abderramán I en la entrega de las jóvenes. Su sucesor, el rey Bermudo I, sustituye el tributo con un pago en dinero. El siguiente rey, Alfonso II, no quiere ni dar doncellas ni pagar dinero; entra en guerra con los musulmanes y gana. Entonces, llega Abderramán II, en tiempos del rey Ramiro I, y osa pedir de nuevo el impuesto de las cien doncellas y, como se encontraba el rey en una posición débil, acepta el pago del tributo; por lo que debe entregar las mujeres que se habían acordado años atrás. Sin embargo, no acaba ahí la cosa, a Simancas le corresponde pagar con siete de las cien doncellas y, en un acto de tremenda valentía, estas se cortan una mano para evitar ser entregadas, hecho que consiguen. Sin embargo, como consecuencia de ello, los cristianos batallan con los musulmanes que, finalmente, son vencidos y el tributo desaparece para siempre. En la escultura se puede ver esta inscripción de una de las estrofas del Romance de las Siete Doncellas que dice así: “Por librarse de paganos las siete doncellas mancas se cortaron sendas manos, que las tienen los cristianos por sus armas en Simancas”. Como recuerdo a esta historia cada seis de agosto, día de El Salvador, patrón de la villa, el alcalde y la corporación municipal van por las casas de siete jóvenes en un acto llamado “El requerimiento de las doncellas” para instarlas a vestirse de la época y rememorar aquel tributo. Es una tradición muy conocida por la zona a la que acuden muchos turistas.

Otro punto de interés se sitúa a menos de tres kilómetros del pueblo donde se encuentra la tumba megalítica de Los Zumacales: un monumento funerario tipo crómlech del neolítico datado alrededor del 5500 a.c. La descubrió por casualidad un agricultor con su excavadora en los años sesenta del pasado siglo. Pero allí no fui; lo dejé pendiente para otro viaje.

Como podéis ver, Simancas es una buena opción si andáis de visita por la provincia de Valladolid.