CEMENTERIO SAD HILL

En este post pretendo mostraros un lugar muy conocido para algunos y completamente desconocido para otros: el cementerio Sad Hill y lo haré de la mano de uno de los artífices de que este ficticio camposanto se esté convirtiendo desde hace años en un lugar turístico en la provincia de Burgos.

A las seis y media de un domingo de verano y, como habíamos quedado, me reúno con Joseba del Valle en el aparcamiento del recuperado cementerio Sad Hill. Tras saludarnos nos dirigimos a la entrada del recinto donde un cartel explica al visitante qué va a encontrar en este lugar ubicado en el Valle de Mirandilla, entre las poblaciones de Contreras y Santo Domingo de Silos, a unos sesenta kilómetros de la capital burgalesa.

Joseba viste una camiseta negra del cincuenta aniversario de la película y un magnífico sombrero al más puro estilo cowboy y que, según me explica, es muy especial para él ya que le ha acompañado en todo el recorrido de este proyecto.

Antes de comenzar con las preguntas que traigo en mente, me detengo a observar las cruces sobre las falsas tumbas, imaginando cómo debió ser rodar aquí aquella mítica escena final del spaghetti western EL BUENO, EL FEO Y EL MALO. Joseba respeta mi silencio; son muchas las personas a las que ha visto la misma reacción de asombro, admiración, fascinación y emoción. Mi vista intenta abarcarlo todo a la vez que mi mente viaja hasta ese trielo o duelo a tres mientras suena el tema “El éxtasis del oro” compuesto, como todos los de la película, por el gran Ennio Morricone, del que luego hablaríamos largo y tendido Joseba y yo.

Esto es mucho mejor de lo que lo había imaginado, Joseba. –Comienzo con una confesión y su sonrisa delata satisfacción y orgullo.

-Es muy habitual tu reacción. Siempre digo que este es el lugar donde más he visto llorar. Claro que hay personas que llegan y ven Sad Hill como algo turístico, pero son muchos más los que veneran este valle por lo que significa. No es solo una localización de una película del oeste. –Me asegura Joseba con pasión.

Si te parece, me gustaría que me hablaras de cómo comenzó esta aventura para ti.

-Realmente podría decirte que empezó cuando mi abuelo Fidel participó como extra en la película, sin embargo él nunca pudo contármelo ya que falleció cuando yo era un bebé.

¿Recuerdas la primera vez que escuchaste hablar de un rodaje por aquí o de la película?

-Perfectamente. Fue una tarde de verano, yo tenía catorce años, me encontraba subido a la bici mientras comía mi bocadillo de la merienda en Pinilla de los Barruecos, el pueblo de mi familia materna. A mi lado estaban mis tíos y, en un momento de la conversación, comentaron de pasada que, a pocos kilómetros de donde nos encontrábamos, se había rodado una película del oeste en los años sesenta. Esas palabras se colaron dentro de mi cabeza. Pero, sobre todo, en mi corazón. Ese fue el punto de inflexión, la semilla que comenzó a germinar dentro de mí. Días después me explicaron que no se rodó una película cualquiera sino EL BUENO, EL FEO Y EL MALO, concretamente la escena final: el trielo. Desde ese instante mi vida cambió, es como si mi mente hubiera hecho “click”. Me dediqué a investigar todo lo referente a la película, la visioné varias veces para memorizar el paisaje y poder, así, reconocerlo. Animé a mis primos, compañeros de aventuras, a buscar aquel el lugar exacto del rodaje. El primer día de búsqueda nos perdimos; lo intentamos varias veces, pero no dábamos con él. Hay que pensar que no existía Google Maps ni Internet. Dedicamos varias jornadas de aquel verano, hasta que nos subimos al monte San Carlos, miramos hacia abajo y, allí en el valle, descubrimos unos círculos concéntricos donde se intuían los túmulos semiocultos por la espesa vegetación. Allí era, sin duda. Lo habíamos encontrado.

Sin embargo transcurrieron varios años hasta el comienzo del proyecto de reconstrucción.

-Sí, claro. Yo seguí leyendo mucho por mi cuenta, consumiendo películas del oeste, aprendiendo e, incluso, en el colegio, cuando estudiaba en Salesianos de Deusto, debatía con compañeros porque ellos no me creían cuando les contaba que algunos westerns se habían rodado en pueblos pequeños de la provincia de Burgos. Con el paso del tiempo, algunos me lo han recordado y me han dado la razón. –sonríe al recordarlo.

Sabes muchísimo de cine, conoces detalles asombrosos.

-Me encanta aprender e investigar cualquier tema que me guste y, en este caso, me apasionan los westerns y la música compuesta por Ennio Morricone. Ten en cuenta que he crecido viendo aquellas películas en el sofá de mi casa con mi padre y durante los viajes en coche con mi familia siempre escuchábamos aquellas cintas de casette con las bandas sonoras del gran Morricone.

Desde luego, con esos antecedentes, estabas predestinado a sumergirte en el proyecto Sad Hill.

-Efectivamente, llevo treinta y cinco años ligado a Sad Hill; toda una vida. Y lo que me queda. –asegura, como si de una maravillosa amenaza se tratara.

Los años pasaron y aquel chaval se convirtió en un hombre que perseguía su sueño de ver Sad Hill recuperado.

-Siempre me acompañó Sad Hill en mi mente y en mis sueños, es cierto. Sin embargo, no fue hasta el año 2014 cuando tomé conciencia de que no era el único que se interesaba por aquella producción americana. Me enteré del homenaje que el Colectivo Paleontológico de Salas de los Infantes iba a organizar por el fallecimiento de Eli Wallach (el Feo). Hasta esa fecha, yo había visitado el valle muchísimas veces. Incluso con mis primos y, en plan teatreros, habíamos interpretado la famosa escena del duelo a tres; así que no dudé en acudir a esa cita. Ese día conocí a Sergio, a David y a Diego. Este último me contó que llevaba años investigando sobre el rodaje y había recopilado mucha información. Nos juntamos muchas personas allí y estábamos tan pletóricos de comprobar cuánta gente amaba el western, en general, y esta película, en particular, que se nos ocurrió recuperar Sad Hill. Como se suele decir: “nos vinimos arriba”.

De esa manera acostumbran a fraguarse los mejores proyectos. Pero ¿fuisteis conscientes de las dificultades que os encontraríais?

-No, en ese momento nuestro entusiasmo, nuestra ilusión y nuestra motivación superaban a los posibles obstáculos. Queríamos llevar a cabo alguna acción para celebrar el cincuenta aniversario de la filmación. Faltaban dos años, así que debíamos darnos prisa para conseguir permisos, para reconstruir lo que vemos actualmente y para pensar qué tipo de evento queríamos planificar. Luego se creó la Asociación Cultural Sad Hill cuyo objetivo principal ha sido siempre la recuperación de los escenarios utilizados en la provincia, especialmente, el cementerio.

¿Recuerdas qué te dijo tu padre cuando llegaste a casa y comentaste la idea de recuperar el cementerio?

-Mi padre siempre fue mi mejor amigo y me conocía bien. Él sabía que yo soy tenaz y perseverante, que lo que me propongo lo suelo conseguir con esfuerzo y mucho trabajo y, aunque podía parecer un proyecto “friki”, él estaba seguro de que lo llevaría a cabo de manera sensata y reflexiva. La reconstrucción de Sad Hill me ha unido más a él, aunque ya no esté para verlo. He creado un vínculo invisible con la naturaleza, los paisajes y la aventura que él tanto amó y eso es, sin lugar a duda, mi mayor satisfacción -afirma contundente Joseba observando el restaurado camposanto con una mirada dulce.

¿Cuál dirías que es la clave para llevar a cabo un proyecto de esta envergadura?

-Indudablemente, el trabajo en equipo, la cohesión, la ilusión, la emoción, la amistad, la

solidaridad, un objetivo común… Esos son los componentes con los que hemos creado Sad Hill; no para nosotros, sino para todos los amantes del western y, especialmente, de EL BUENO, EL FEO Y EL MALO.

Y así fue como comenzasteis a colocar cruces.

-Y así fue como empezó la gran aventura de mi vida.

Era julio de 2014 cuando conociste a los que se convertirían en tus compañeros de esta
aventura.
-Así es. Decidí venir aquí donde nos encontramos, porque me enteré de que se iba a realizar un homenaje a Eli Wallach (el Feo) por su fallecimiento unas semanas antes. Aquel día se habló por primera vez de intentar recuperar Sad Hill; nos emocionamos tanto con la idea que los cuatro (David, Diego, Sergio y yo) decidimos ponernos manos a la obra para conseguir los permisos necesarios y comenzar a quitar la maleza que ocultaba las tumbas después de más de cuatro décadas que habían transcurrido desde el rodaje. Faltaban dos años para que se cumpliera el cincuenta aniversario de la película y queríamos organizar algo importante.

¿Recuerdas el primer día que metisteis la pala para comenzar a desenterrar Sad Hill?
-Nunca lo podré olvidar. Fue el 3 de octubre de 2015. Salí de Bilbao muy temprano y pasé todo el día aquí, en Sad Hill, con mis compañeros. Todos estábamos muy ilusionados y
derrochábamos energía. Esa noche dormí en mi casa, en Pinilla de los Barruecos y a la mañana siguiente me dieron la peor noticia que se puede dar: mi padre, que ya llevaba tiempo enfermo, había fallecido. Imagina la tristeza que sentí después de un día tan feliz en el inicio de este apasionante proyecto. Pasaron las semanas y decidí retomar lo que había empezado. Me había comprometido y, además, así lo habría querido mi padre. -sostiene Joseba con la mirada fija en un punto a lo lejos; tan lejos como creo que estaba su mente en ese instante.

Y durante ese tiempo los aficionados al western y vecinos de la zona, en general, se animaron a colaborar, supongo.
-Sí, fueron bastantes las personas que dedicaron su tiempo y su esfuerzo para venir hasta este remoto lugar con palas, azadas, escobas y todo lo que pudieron. Realmente fue muy gratificante observar cómo se acercaban hasta aquí familias con niños para ayudar en lo que fuese. Aun así, no era suficiente; era mucho el trabajo que teníamos por delante. Así que, se nos ocurrió la idea de abrir un perfil en Redes Sociales y hacer un llamamiento para solicitar voluntarios. ¡Y funcionó! Vino gente de muchísimos puntos del país, incluso del extranjero, sobre todo de Francia. Los recursos económicos eran escasos, pero los suplíamos con mucha imaginación. La convocatoria por Redes Sociales causó una gran repercusión mediática, pero seguía sin ser suficiente. Entonces decidimos que cualquiera pudiera apadrinar una tumba para, así, poder financiar el proyecto. Si te soy sincero no confiábamos en que hubiera más de una decena de interesados y, sin embargo, fue una verdadera locura: recibimos centenares de
peticiones, hasta completar las cinco mil cruces.

El poder de las redes…
-Efectivamente, quedó demostrado una vez más el tirón de las Redes Sociales, porque se implicaron miles de personas a nivel mundial. Tantas que tuvimos que denegar muchas solicitudes. El importe era quince euros que nos ingresaban en una cuenta y nosotros comprábamos la madera y las colocábamos e, incluso, escribíamos el nombre que nos pedían. Tuvimos que contratar a una empresa de la zona y, así, también fue una manera de crear empleo. Cuando la cruz ya estaba colocada con la varilla de ferralla para mayor sujeción, sacábamos una foto y les indicábamos en un plano dónde se encontraba para cuando vinieran a verla.

Entre tantas cruces, yo sé que son muchas las que destacarías, pero hay dos que tienen un significado especial para ti.
-Sí, claro y, además, están juntas. Una es la de mi padre y la otra es la de Claudia Cardinale, musa de Sergio Leone, a quien conocimos en Almería en un homenaje al que nos invitaron por el cincuenta aniversario de la película HASTA QUE LLEGÓ SU HORA y pensamos que sería un detalle para ella regalarle una cruz. Por supuesto, antes de hacerlo lo consultamos con su hija por si le parecía un regalo de mal gusto. Todo lo contrario: ¡le encantó! Le llevamos una foto de su cruz y nos demostró con su amabilidad la gran persona que es.

Y llegó julio de 2016 y se desató la locura.
– ¡Y tanto que locura! Aquí, en Sad Hill, nos reunimos miles de personas para homenajear y recordar aquel rodaje de 1966. Antes de la proyección, en una pantalla gigante aparecieron en un video diferentes fans de la película como James Hetfield, líder del grupo Metallica y enamorado de este western, que tiene por costumbre comenzar sus conciertos con la banda sonora de EL BUENO, EL FEO Y EL MALO. Pero, sin duda, el momentazo de aquella tarde fue cuando apareció en la pantalla el mismísimo Clint Eastwood en una grabación que nos enviaron desde su residencia en Estados Unidos. Fue muy emocionante, sobre todo porque nadie lo sabía. Bueno, sí, Guillermo de Oliveira fue quien consiguió esa primicia que no quiso desvelarnos para darnos una de las mayores sorpresas de nuestra vida.

Cuéntame quién es Guillermo y qué importancia tiene en todo este proyecto Sad Hill.
-Guillermo es, ante todo, una grandísima persona a quien nuestro proyecto le entusiasmó. Él es director de cine y por un amigo suyo supo de la existencia de este lugar; se enteró de que estábamos intentando recuperar Sad Hill y decidió venir a verlo. Le encantó y nos comentó la posibilidad de grabar un video de unos pocos minutos en el que se viera cómo trabajábamos. Sin embargo, como buen visionario, se dio cuenta de que el tema daba para mucho más, por lo que se lanzó a realizar un documental de hora y media al que tituló DESENTERRANDO SAD HILL.

Como sabía que me hablarías sobre ello, antes de reunirme contigo lo he visto en una de las plataformas digitales y he de reconocer que me ha sorprendido gratamente y, lo más importante, que me ha emocionado mucho.
-Sí, es un documental realizado con mucho cariño y profesionalidad en el que cada uno de nosotros cuatro vamos contando lo que ha supuesto Sad Hill en nuestras vidas. Pero, además, varias personas que trabajaron en la película relatan sus experiencias. Así como apasionados del film que ofrecen sus propios testimonios. Guillermo realizó un trabajo impresionante con unas imágenes magníficas de Sad Hill y, sobre todo, supo darle el enfoque humano del proyecto. La música la compuso Zeltia Montes, especialista en bandas sonoras. Se ha podido ver en numerosos países y eso ha ayudado a dar visibilidad a nuestro cementerio. Es un grandísimo documental que invito a todos a que lo busquen en NETFLIX y durante hora y media disfruten de los entresijos de un western mítico. En el año 2019, DESENTERRANDO SAD HILL fue nominado a los Goya y allí fuimos todo el equipo. Y, a pesar de no haber ganado, volvimos a casa muy satisfechos y orgullosos.

Imagino que, tanto la recuperación de Sad Hill como el documental y todas las numerosas entrevistas que concedéis a los medios de comunicación, habrán repercutido positivamente en los pueblos del entorno y en sus negocios.
-Evidentemente, toda la comarca ha salido beneficiada de alguna manera. Existen restaurantes y hoteles donde en sus paredes cuelgan fotos del cementerio; incluso los propios hosteleros te relatan anécdotas y curiosidades. Estoy absolutamente a favor de todo lo que Sad Hill ha generado, pero todo no vale. Debemos protegerlo y por eso llevamos años solicitando que se declare Bien de Interés Cultural, que es el máximo reconocimiento que puede obtener un lugar por parte de Patrimonio Cultural.

También sería una manera de reconocer vuestro esfuerzo y vuestra dedicación, sin olvidar el dinero que habéis invertido.
-En mi caso, ha sido muchísimo esfuerzo, trabajo, tiempo, quebraderos de cabeza y claro que también dinero. A pesar de todo ello ha merecido la pena y lo volvería a hacer mil veces más. Si me muriese ahora mismo, lo haría feliz sabiendo que he cumplido un sueño.

Aunque estemos en un cementerio, vamos a pensar en vida y en futuro. Me consta que habéis realizado muchas actividades culturales y deportivas aquí y en el entorno. Pero, todavía os quedan ideas que, quizá, pronto vean la luz.
-Sí, desde la Asociación Cultural Sad Hill hemos organizado diferentes actos culturales como exposiciones, conciertos, talleres, cursos… Pero, sin duda, en este momento estamos muy ilusionados con la creación del futuro museo; será como poner el broche de oro al proyecto.

Háblame de eso.
-Llevamos meses reuniéndonos con diferentes instituciones de la zona, explicándoles en qué consiste la idea del museo y a todos les parece una propuesta fantástica. Se trata de crear un museo cinematográfico en el que se pongan en valor los numerosos rodajes que han tenido lugar en todo el territorio burgalés; incidiendo, por supuesto, en EL BUENO, EL FEO Y EL MALO, que tuvo tres localizaciones en la Comarca del Arlanza. El material que se expondrá serán objetos aportados por la familia de Carlo Simi, el que fuera arquitecto y escenógrafo autor del diseño de Sad Hill; así como vestuario de los actores que participaron en la película, documentos, fotografías y mucho más. Personalmente, me hace una especial ilusión haber sido nombrado por la propia familia Simi portavoz oficial de este futuro museo en el que tantas esperanzas hemos puesto mis compañeros y yo.

¡Me encanta la idea! Cuéntame más
– Se barajó la posibilidad de situarlo en el Monasterio de San Pedro de Arlanza que,
también, fue escenario del rodaje del film. Pero, finalmente, el Ayuntamiento de
Covarrubias nos ha ofrecido un magnífico edificio que albergará esta colección que conformará el Museo Carlo Simi – Sad Hill y que está impulsado, además de por el consistorio, por parte de los miembros fundadores del proyecto de recuperación del cementerio y por la Universidad de Burgos. Nos consta que será un reclamo para mucha gente aficionada al cine y eso supondrá, también, un incremento de turistas buscando disfrutar del paisaje, de la gastronomía, de la historia y de todo lo que esta maravillosa comarca ofrece.

Para terminar, ¿te gustaría añadir algo?
-Sí, quisiera animar a todas esas personas que persiguen un sueño que no desanimen, que luchen por él. Yo he aprendido mucho con este proyecto, he puesto mucha pasión en él y, así, se lo transmito también a mis alumnos. Quiero destacar la importancia de la unión; todo esto no hubiera sido posible si no hubiéramos formado un equipo en el que apoyarnos, confiar y trabajar unidos. Y, por supuesto, os invito a todos a que vengáis a visitar Sad Hill. ¡Os sorprenderá!

Por mi parte, solo puedo darte las gracias por el tiempo que me has dedicado y te prometo que volveré.

-¡Claro! y te espero, también, en el futuro museo.

FOTOS: ANDONI RENTERIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ANTZASTI, UN VIAJE EN EL TIEMPO

En el barrio Artaun de Dima, en un caserío del siglo XIX, las hermanas Cristina y Elena Amezaga han creado un universo muy especial: el Museo Antzasti. Inaugurado en 2018, cuenta la historia desde la perspectiva de la casa como elemento fundamental en la vida de las personas. Y, para ello, nos trasladan a finales del siglo XIX  cuando la familia que habitaba este caserío del valle de Arratia se dedicaba, fundamentalmente, a la agricultura. Paralelamente, la vida en la ciudad se refleja a través de mobiliario, enseres personales o profesionales de una familia acomodada del Ensanche bilbaíno. Dos formas de vida reales, muy diferentes entre sí y, sin embargo, con un nexo común: el amor por los suyos y por la tierra.

Todas las piezas expuestas son parte de dos colecciones auténticas. Por un lado, los objetos de los propietarios de este caserío utilizados por varias generaciones. Y, por otro, los pertenecientes a la elegante vivienda de Bilbao. Ambas selecciones nos hablan de dos maneras de entender la vida, de trabajar, de relacionarse, de amar, de disfrutar del ocio…

Durante toda la visita, el tranvía de Arratia se mantiene muy presente como medio de transporte que conectaba los dos mundos: los aldeanos que llegaban a Bilbao en fechas señaladas para vender sus productos del caserío y los bilbaínos que buscaban en aquel valle la naturaleza que les faltaba en la villa. El visitante, mientras escucha las explicaciones de las anfitrionas, va imaginando las duras condiciones de vida y el concepto de grupo tan arraigado que poseía aquella sociedad arratiana; cuya existencia tradicional y sin adornos, la dedicaba al duro trabajo. Por el contrario, la familia de la ciudad disfrutaba de la decoración de su hogar, de unos bienes más refinados concebidos para recibir visitas, y de un recreo impensable para la gente del campo.

La pequeña cocina del caserío era el lugar donde se reunía la familia al calor del fuego; donde se contaban historias de seres mitológicos las tardes de invierno; donde se alimentaban con los productos de la tierra y de los animales o donde las inocentes risas infantiles restaban importancia a los problemas de los adultos. Además, aquí pasaba muchas horas la mujer de la casa, junto a la piedra, instalada bajo la ventana y con un desagüe hacia la zona trasera, donde se situaban las huertas.Como curiosidad, la acción de fregar en euskera se dice “harrikoa egin” que traducido sería “hacer lo de la piedra”.

Por otra parte, a principios del siglo XX existió una profesión femenina muy bien considerada por la sociedad: las modistas. Aquellas artesanas que, con mucho esfuerzo, mucha dedicación y mucha ilusión diseñaban, cortaban y cosían, se refugiagaban en aquel mundo exclusivo de mujeres donde ni sus maridos tenían cabida. Eran patronistas, bordadoras, sombrereras…incluso, algunas, regentaban un taller que daba trabajo a otras féminas. Las familias acomodadas se interesaban por la moda parisina o londinense que mostraban las revistas, en una época en la que se comenzaba a experimentar con materiales exóticos como plumas de faisán o de avestruz.

El Museo Antzasti posee una pieza única: el vestido que lució, en 1881, una joven novia el día de su boda  en la iglesia San Nicolás de Bari de Bilbao. La prenda, confeccionada en seda natural, llevaba aplicaciones de azabache para conferirle un aspecto más elegante; así como un corsé y un polisón, utilizados en días especiales.

Estancias lujosas donde los objetos expuestos nos trasladan a esa vivienda del Ensanche bilbaino llaman la atención del visitante por su elegancia y buen gusto.

Este museo consigue despertar emociones y avivar recuerdos deambulando entre los elementos y las situaciones con las que el visitante se sentirá identificado. La experiencia se puede completar compartiendo con las hermanas Amezaga, un almuerzo a base de deliciosos productos ecológicos procedentes de la zona.

Sin duda, os recomiendo una visita a este magnífico museo que os hará retroceder en el tiempo y os emocionará mucho.

Os dejo este enlace para más información. ANTZASTI Euskaldunon Etxea

Fotos de Andoni Renteria tomadas en junio de 2021 cuando la mascarilla era de uso obligatorio.

MUSEO PLASENTIA BUTRÓN

Este museo, que se encuentra en el casco histórico de la villa de Plentzia, también es conocido con el sobrenombre de “La Perrera” por haber albergado a los borrachos a principios del siglo pasado. Sirvió, además, como biblioteca, oficinas del Ayuntamiento y de Correos e, incluso, acogió a una dotación de bomberos; hasta que, en 1998, se convirtió en la sede del Museo Plasentia de Butrón.

En su fachada principal se puede observar una inscripción que asegura que la casa costó 53396 maravedíes del siglo XVI, lo que lo convierte en el edificio civil más antiguo de la villa. En el interior cuelga un cuadro con el texto de la fachada.

Su gestión corre a cargo de la Fundación Plasentia de Butrón y son los propios voluntarios, movidos por la pasión de conservar la memoria de un pueblo y de sus gentes, los que atienden al visitante y le ofrecen jugosos detalles de esta villa que, durante una época, fue muy frecuentada por la burguesía y que contó con sus propios astilleros; así como con un puerto comercial que llegó a competir con el de Bilbao.

Esta construcción medieval de cuatro plantas y sótano, posee en su interior cientos de objetos navales procedentes de la villa y de los alrededores; en su mayoría donados por los descendientes de tantos vecinos que dedicaron su vida a la náutica profesional. Buen ejemplo de ello es el ancla del siglo XVI rescatada veinte años atrás en la bahía de Plentzia y que está recubierta de crustáceos formando una costra que protege el hierro; o el reloj de la iglesia datado hace dos siglos que se mantiene en funcionamiento.

Cartas náuticas, instrumentos de navegación, maquetas de barcos, fotografías, libros, numerosos documentos… completan una extensa y excepcional colección que, seguro, fascinará a los amantes del mar.

Cada seis meses cambian algunos elementos de la exposición y sacan de su extenso fondo nuevas piezas; como el proyectil del siglo XV que, recientemente, encontró un niño mientras jugaba en la playa de la villa. Una particularidad de este museo es que todos y cada uno de los objetos que se exhiben en sus estanterías, esconden una emotiva historia relacionada con el mar; algo que gusta mucho a los visitantes, como así reflejan en el libro de firmas al salir.

A finales del siglo XIX y principios del XX, la ruta comercial hacia Filipinas era tan habitual que, muchos capitanes de barcos originarios de Plentzia, se asentaban en el país asiático. Cuando regresaban a la villa solían traer las maletas cargadas de curiosos y lujosos regalos para sus familias.

Hace dos años, la nieta de un Capitán de la Marina Mercante, donó un objeto muy especial: una panoplia. Se trata de una pieza decorativa con reproducciones a pequeña escala de diversas herramientas como: machetes, espadas o lanzas. También se pueden ver filigranas realizadas en marfil y piedras semipreciosas; una silla de caballo; instrumentos musicales o unos excéntricos sombreros. El fin de estas panoplias era recordar la vida en Filipinas. La que observáis en la foto que se conserva en el museo, colgaba de la pared del camarote de un capitán perteneciente a una familia muy conocida de la villa de Plentzia, que realizaba habitualmente esta ruta.

Y, por supuesto, no faltan preciosas maquetas de barcos realizadas con todo lujo de detalles.

Para más información os dejo el enlace a la página del propio museo.

Museo Plasentia de Butrón

Las imágenes tomadas por Andoni Renteria se realizaron en mayo de 2021, es por ello que, tanto los voluntarios del museo como yo, llevamos puestas las mascarillas de uso obligado en ese momento de la pandemia.