En Bilbao tenemos de todo, al menos eso es lo que aseguramos los bilbaínos sin despeinarnos. Tanto es así que nunca han faltado los personajes “txirenes”: esos ciudadanos que por alguna razón han destacado en la historia de la villa. A lo largo del tiempo han sido reconocidos por la sociedad bilbaína debido a sus aficiones poco ortodoxas, sus rarezas, sus habilidades o, simplemente, por sobrevivir en una época dura llena de dificultades.
En esta “pildorita” de la historia bilbaína os voy a hablar de Francisco Usabel, llamado también Patxico o “Cabesita” de ajo. Su historia comienza cuando su padre, Juan Usabal Larrea, herrero de profesión abandonó la aldea alavesa donde vivía a principios de 1800 para instalarse en Bilbao donde conoció a la que sería su esposa: María Manuela Beraza, originaria de lo que en aquella época era la anteiglesia de Begoña. Desgraciadamente fallecieron muy jóvenes dejando huérfanos a sus dos hijos pequeños: Juan Antonio y Francisco Simón, bautizados ambos en la iglesia San Antón, cercana a su domicilio, ya que vivían en Bilbao la Vieja.
Juan Antonio, el hermano mayor, fue recogido en la Santa y Real Casa de la Misericordia donde se le enseñó el oficio de panadero. Francisco era pequeño para ingresar en la institución, por lo que se le atendía en su propia casa con ropa y comida. Años más tarde, Juan Antonio encontró trabajo y dejó el asilo, pero no hay constancia de que mantuviera relación con su hermano Francisco quien ya pudo residir en la Misericordia, no sin antes someterse a un estudio para verificar que no iba a trastornar la convivencia de niños y ancianos. Esto se debía a que había nacido con una discapacidad física e intelectual. Su mote “Cabesita” de ajo, hacía referencia al pequeño tamaño de su cabeza en un cuerpo muy grande y de gran fortaleza física.
No tenía cultura, era analfabeto y su corpulencia y brutalidad le hicieron ser temido por los otros residentes; así que la dirección de la institución benéfica decidió enviarlo a Derio a casa de un agricultor con el objetivo de que le hiciera trabajar duro. Sin embargo, quienes lo trataron aseguraban que Patxico “llegó a este planeta cansado antes, incluso, de conocer la herramienta”.
Con el transcurrir del tiempo su carácter brusco se fue templando, se convirtió en un joven más sociable en el trato con los ancianos y los niños de la Misericordia y eso hizo que pudiera trabajar en la huerta y en la panadería de la institución.
En aquella época los servicios fúnebres de Bilbao los gestionaba en exclusividad la Misericordia quien se encargaba de organizar el cortejo funerario con los niños del asilo ataviados con trajes negros, gorritos y gruesas botas. “Cabesita de Ajo” era uno de aquellos que formaban la comitiva tras el féretro. Aunque no eran muchas sus habilidades, una de ellas era la imitación del kikiriki del gallo. Eso sí, siendo ya un hombre sus “aptitudes” fueron otras como comer, beber, fumar y, si podía, sablear al que se le pusiera a tiro para financiarse esas otras habilidades.
Falleció en abril de 1917 a la edad de ochenta y siete años, tras haber vivido décadas en la Santa y Real Casa de la Misericordia.
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