UN PROYECTO HIGIÉNICO

En 1905 un nuevo proyecto se presentó al Consistorio bilbaíno de la mano de un joven arquitecto al que le debemos muchos edificios de la villa: Ricardo Bastida.

Se trataba de un plan moderno con un fin social: la construcción de unos lavaderos. Serían unos locales diseñados para garantizar la salud pública. En muchos hogares se requería un gran esfuerzo para lavar algún tipo de prendas por su complejidad o volumen. Además, era totalmente insalubre que se secaran en el interior de las viviendas debido a la humedad.

Por tanto, el hecho de llevar la ropa sucia a un lugar habilitado para ello, en el que el proceso de lavado pasaba por varias fases y, donde el secado, se realizaba en unos patios espaciosos y bien aireados, era un signo de progreso y aseguraba la salud de los bilbaínos.

También el beneficio repercutía en las lavanderas, ya que, las trabajadoras de los lavaderos predecesores de estos nuevos, cobraban 1,25 pesetas por manta, 0,25 pesetas por sábana y 0,75 pesetas por funda de colchón. Pero, las empleadas de los nuevos locales, obtendrían un mayor rendimiento ya que trabajarían en condiciones más ventajosas.

77000 pesetas era la cantidad estimada que costaría a las arcas municipales la construcción de este “invento” que, como bien sabemos, se llevó a cabo.

El primero que se edificó fue en Alameda San Mamés; después vendría el de la calle Castaños.

sanmames lavadero

Tanto uno como otro ya no existen para tal fin pero nos quedan sus fachadas y las múltiples historias y anécdotas que muchos recordarán de oírlas a sus abuelos.

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