EL PECIO DE URBIETA

La antigua estación del tren de Lezama, a pocos metros de la plaza Unamuno, fue reconvertida en el Museo Arqueológico de Bilbao en el año 2009, aunque la institución ya existía desde 1921 con el nombre de Museo Arqueológico de Vizcaya y Etnográfico Vasco, y se encontraba en los bajos del actual Euskal Museoa.
Más de quinientas piezas conforman la exposición permanente de este museo que, desde su origen, ha sido referente para los investigadores que han dedicado su tiempo y su trabajo a difundir la historia del territorio. Pero, sin duda, hay una pieza colocada en lugar destacado en el espacio museístico: el pecio de Urbieta.

En el año 1998, varios trabajadores que realizaban obras en el cauce de la ría de Gernika, encontraron, por casualidad, a cinco metros de profundidad, los restos de lo que parecía una antigua embarcación. Así comienza una apasionante e interesante aventura de recuperación del pecio. Para su extracción se dedicaron muchos recursos humanos y mecánicos. Tras sacarlo con una grúa, permaneció durante varios años en una gran tinaja con agua y pez, hasta que comenzaron los trabajos de restauración.

(Fotografía expuesta en el museo)

Construido con la técnica de tingladillo, que consiste en solapar las tablas de madera cosidas entre sí con clavos de reviro, este pecio se ha mantenido, hasta su hallazgo, bastante bien conservado en el lodo de la ría. Data del siglo XV y aseguran los expertos que es el barco más antiguo descubierto en el mar Cantábrico, al menos hasta la fecha. Impulsado a remos, medía doce metros de eslora y cuatro de manga. Con estas dimensiones podrían haber navegado en él hasta siete tripulantes: el patrón, los mozos y los marineros. Aunque era utilizado, básicamente, para pesca de bajura, se sabe que en los últimos viajes se dedicó a transportar mineral de hierro desde Las Encartaciones hasta las ferrerías de Urdaibai donde, probablemente, lo transformaban en barras o herramientas para enviarlo por mar a Flandes o Inglaterra, donde era muy codiciado.

Este “esqueleto” que corresponde a la tercera parte de la embarcación se mostró en público en Itsasmuseum hasta que se decidió instalarlo en el Museo Arqueológico de Bilbao en una estructura construida para tal fin y donde es sometido a continuos controles de humedad y temperatura con el fin de garantizar su buena conservación.

 

En 2015, la Diputación Foral de Bizkaia lo cedió al Museo Nacional de la Edad Media de París, más conocido como el Museo Cluny, donde se expuso unas semanas.

 

Os dejo fotos mías y os animo a visitarlo.

UN PUEBLO QUE BAJA AL MAR

Si preguntas a algún bizkaino por un pueblo pintoresco en nuestra costa, famoso por sus fiestas de La Magdalena y con muchas cuestas, no lo dudará, te dirá Elantxobe.
Esta localidad dista 47 kilómetros de Bilbao y, el camino más fácil, es llegando hasta Amorebieta dirección Gernika y, desde allí, por Kortezubi hacia la costa; no hay pérdida.
Un sábado a las cuatro, después de almorzar en un restaurante de la zona, decido acercarme para bajar la comida paseando por sus calles empinadas. Es un buen ejercicio para las piernas.
Lo primero es aparcar el coche en la zona de arriba, donde me quedo unos minutos observando todos los detalles a mi alrededor y me detengo a leer un panel informativo.

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A pocos metros de la entrada del pueblo, en el espacio más grande, hay una plaza donde gira el autobús. Al no haber suficiente amplitud para dar la vuelta, debe hacerlo situándose en una plataforma que le hace girar. En ese momento no había ninguno pero os invito a que lo busquéis en youtube, hay videos grabados de esta curiosa maniobra.

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En este lugar también puedes asomarte al mirador y disfrutar con las vistas hacia el puerto.

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Comienzo a bajar por la calle principal: Nagusia Kalea. No me cruzo con nadie, son horas de siesta y descanso. Mientras camino pienso en los habitantes de este pequeño pueblo de Urdaibai en lo fuertes que deben tener las piernas.

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Para acceder al puerto puedes hacerlo por este camino, por las escaleras o en coche por una carretera que parte desde la entrada del pueblo antes del aparcamiento.
Esta población se sitúa en la ladera del Cabo Ogoño. En el siglo XIX tuvo mucho auge industrial gracias a las fábricas de escabeche y de conservas.

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Continúo mi descenso pensando cómo será el ascenso cuando, por fin, desembocó por una callecita en el coqueto puerto donde, en ese momento, hay atracadas bastantes pequeñas embarcaciones.

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A finales del siglo XVIII se construyeron varios muelles para protegerlo del mar.
Voy hacia el dique, donde descubro un soportal gigante, que me encanta. Imagino que los lugareños se protegerán de la lluvia mientras, sentados, charlan y comentan las noticias del pueblo con otros vecinos. Una especie de ágora en plena costa bizkaina.

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Por unas escaleras subo y aparece ante mí un mirador, que me recuerda a la proa de un barco, más concretamente del Titanic y su famosa escena con los brazos de los protagonistas extendidos al horizonte.

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Un par de hombres sentados en sendos taburetes; se les ve pensativos y relajados con sus cañas y aparejos de pesca. En un cubo a su lado, descubro un pez anaranjado que no había visto nunca pero no me atrevo a preguntarles por no molestar.

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Miro hacia el pueblo y pienso que debo subir. Es hora de marchar, me lo tomaré con calma.

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Un ancla en el camino parece querer recordar a todos los que visitamos esta población, lo dura que es la vida en el mar.

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Encuentro unas escaleras y decido realizar el ascenso por allí. De repente, como si estuviera colocado estratégicamente, aparece un banco blanco donde me siento a descansar y observar la inmensidad del océano.

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Minutos más tarde, más cansada pero muy relajada abandono este pintoresco pueblo de nuestra costa.

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Os recomiendo una visita, lo disfrutaréis.

FOTOS: ANDONI RENTERIA