LA CASA CAVA

Cerca de la ría son muchos los edificios señoriales de los que puede presumir la villa de Bilbao.
En este post os hablaré de uno que visité hace un tiempo y que, seguro, muchos conocéis o lo habéis visto al pasar por la Avenida de las Universidades. Se trata de las casas de la Cava, muy parecidas entre sí, construidas en 1869 cuando todavía esta zona era la anteiglesia de Deusto.

Dos familias convivían en perfecta armonía. Por un lado, la beata Rafaela Ybarra, junto a su esposo José de Vilallonga y los siete hijos y en la casa de enfrente residía su hermana, cuñado y los cinco sobrinos de los que se hizo cargo cuando falleció su hermana.
Rafaela fue una mujer de gran corazón y profundas creencias religiosas transmitidas por su madre, María del Rosario de Arambarri. Se educó en el seno de una familia acomodada pero no fue ajena a la vida precaria de muchas jóvenes del Bilbao de aquella época, por lo que promovió numerosas obras sociales como la creación de la Maternidad de Bilbao. Además fue la fundadora de la Congregación de los Ángeles Custodios.


En este post os mostraré el interior de la que fue su residencia y que, en la actualidad, cumple la función de museo donde se mantienen los objetos tal y como los dejó a su muerte en 1900 con tan solo cincuenta y siete años.
Tras pasar la verja de acceso a la finca y sacarme una fotografía sentada en uno de los bancos desde donde se divisa la ría, me dirijo a la puerta lateral que conduce a un vestíbulo con zócalo de madera bien pulida donde observo una gran escalera que sube a los dormitorios.

En las paredes cuelgan varios cuadros con imágenes entrañables de la familia; así como una vitrina donde se exhiben diversos objetos y portafotos.

Los detalles de los techos obligan a levantar la vista con admiración. Las sillas realizadas en estilo Luis XV son las mismas donde se sentaban los invitados de la familia Ybarra que, seguro, eran muchos debido a su posición en la sociedad bilbaína.
Los delicados muebles, los altísimos techos y las lámparas de araña adornan varias estancias de gran tamaño, pero a la vez muy acogedoras.
En casi todas las habitaciones y salas cuelga de alguna de sus paredes un retrato de la que fue dueña de la casa.


Arriba, su dormitorio permanece en perfecto estado de revista, tanto que parece que volverá en cualquier momento. La ventana abierta deja ver la torre Iberdrola y trato de imaginar qué pensaría si viera ahora su Bilbao, con modernos museos, la ría limpia y vacía de embarcaciones, muchos edificios altos y acristalados y con un intenso tráfico a pocos metros de su vivienda.


Esta finca es un auténtico vergel en el que encuentras varios parterres con flores o unas altísimas palmeras custodiando el jardín vertical por donde paseaba Rafaela y se sentaba a leer en alguno de los bancos.


Decididamente, Rafaela y su familia eligieron muy bien su residencia.
Las fotos, en esta ocasión, han sido realizadas por Andoni Renteria y por mí.

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