CUARENTA AÑOS ESPERANDO A LA GABARRA

La conocida como gabarra es, en realidad, una pontona: una plataforma flotante que debe ser remolcada porque no lleva motor. La primera vez que la gabarra Athletic surcó la ría fue en el año 1983 cuando el equipo ganó la liga. Fue Cecilio Gerrikabeitia, miembro de la junta de directivos del Athletic Club, quien tuvo la idea cuando escuchó la mítica canción que dice así: «Por el río Nervión bajaba una gabarra…» que, curiosamente, no se refería a los leones, sino al Acero Club Olabeaga. La segunda vez fue al año siguiente cuando se utilizó para festejar los títulos de Campeón de Liga y Campeón de la Copa del Rey, y volvió la locura a Bilbao con un millón de aficionados situados en las márgenes de la ría y cientos de pequeñas embarcaciones acompañando a la gabarra.

El pasado seis de abril, en Sevilla y, después de cuarenta años, el Athletic Club conquistó la tan ansiada Copa del Rey. Desde hace semanas, Bizkaia entera se ha volcado para dar su apoyo a los jugadores. Y, por fin, pudimos ayer día once celebrarlo como merece la ocasión. La mítica gabarra llegó hasta el Ayuntamiento de Bilbao, junto con más de cien embarcaciones de diferentes tamaños después de dos horas de recorrido desde el puerto de Getxo.

La locura, los gritos de júbilos, los cánticos, las arengas, las lágrimas, los abrazos, la emoción…todo teñido de rojo y blanco. Se estima que más de un millón de personas les rindieron homenaje con sus vítores, sus camisetas y sus banderas desde las márgenes de la ría y desde los balcones y azoteas.

A las cuatro y media de la tarde llegué a los aledaños del ayuntamiento de Bilbao. En el exterior pude recoger testimonios de muchos bilbaínos que llevaban desde primera hora de la mañana apostados en un buen sitio para no perderse ningún detalle de la celebración.

En el Salón Árabe del Ayuntamiento de Bilbao los medios de comunicación ocupaban sus lugares. Cables, micrófonos, cámaras…se mezclaban con los nervios, la ilusión, las sonrisas y las ganas de recibir a los campeones. A través de unas pantallas íbamos siguiendo el recorrido del cortejo.

El Alcalde, Juan Mari Aburto, atendió a todos los medios que querían conocer sus impresiones en este día tan esperado.

Dos figuras que no podían faltar fueron Pitxitxi y su esposa Lina; bueno, los gigantes que los representan.

Pasaban algunos minutos de las siete cuando la gabarra se acercó al muelle y los jugadores, junto con todo el equipo técnico del club, desembarcaron y se dirigieron a la escalinata principal donde ya les esperaba el Alcalde, Juan Mari Aburto. Tras los abrazos y las fotos para el recuerdo, Igor y Alazne, los dantzaris, les regalaron el Aurresku de Honor al son de los txistus de la Banda Municipal de Txistularis de Bilbao.

Dentro de la casa consistorial saludaron a los concejales y posaron todos juntos en la escalinata interior mientras coreaban el consabido «Txapeldunak…»

Cuando llegaron al Salón Árabe lo hicieron pletóricos, con la felicidad en sus rostros, saludando a todos.

El Alcalde les felicitó y recordó que el Athletic Club es la única institución que posee los máximos galardones concedidos por el Ayuntamiento: La Medalla de Oro en 1998, con motivo del centenario del club y el título de Embajador de la Villa en 2012.

El Presidente, Jon Uriarte, se mostró exultante y agradeció la acogida y, por supuesto, tuvo unas palabras cariñosas para toda la afición. El entrenador, Ernesto Valverde; así como José Ángel Iribar, el Txopo e Iker Muniain también hablaron en el atril para agradecer y reiterar que el equipo y la afición son únicos en el mundo.

Después de los discursos era el momento de salir al balcón y ofrecer la copa a los miles de aficionados que esperaban pacientemente en la explanada del Ayuntamiento y alrededores.

Una nube de confetis rojiblancos cayeron cuando el capitán levantó el trofeo y, la alegría acumulada después de tantos días, estalló.

Comenzaron los cánticos, Iker Muniain con el micrófono animaba a los aficionados e iba presentando a sus compañeros con frases simpáticas y divertidas. Se coreó el himno oficial del Athletic y el momento más emotivo llegó con el Txoria Txori que suelen cantar en San Mamés.

 

Los jugadores se prestaron encantados a posar con todos los que se lo pidieron.

También pude saludar a mi buen amigo Jon Ruigómez, director de Itsasmuseum y Vicepresidente 2º del club.

Rozando las nueve de la noche se despidieron de la afición porque todavía les quedaba llegar en el autobús por Gran Vía hasta el Palacio de la Diputación Foral de Bizkaia, donde les esperaba la Diputada General, Elixabete Etxanobe y el resto de diputados.

Un día que nunca olvidaremos y, cuando pasen los años, preguntaremos «¿Y tú desde dónde viste el recibimiento de la gabarra?»

 

LAS FOTOS SON DE ANDONI RENTERIA Y MÍAS.

 

HOTEL TÉRMINUS

En Bilbao, a finales del siglo XIX, se iniciaba la revolución industrial, el desarrollo económico; pero manteniendo las tradiciones, la hospitalidad y el buen trato con todos aquellos que llegaban a la villa. Muchos eran los establecimientos de comidas  o de hospedaje donde se alojaban los visitantes. Sin embargo, se hacía necesario un hotel elegante y acorde a los nuevos tiempos que vivía nuestra villa.

Pedro Echevarría Goiri, abogado de Balmaseda que había acumulado una fortuna con los pleitos entre industriales y mineros, decidió comprar unos terrenos en el centro de la villa bilbaína, en la plaza de la Estación, con la idea de edificar un lujoso hotel. El proyecto lo encargó a uno de los más renombrados arquitectos de la época: Severino de Achúcarro. El abogado, que apostaba por la modernidad y la exclusividad al estilo europeo, bautizó el establecimiento como HOTEL TÉRMINUS, haciendo referencia al hecho de ser el lugar donde los viajeros terminaban su trayecto.

Las noticias en prensa elogiaban sin pudor aquel elegante y distinguido edificio, realizado con materiales de primera calidad y perfectamente integrado en el entorno, que disponía de ciento dos habitaciones dotadas de refinado mobiliario para mayor confort de los clientes. Tampoco faltaban otros lujos como un ascensor o el menaje de cocina traído desde París. Pero, si hubo algo que destacaba sobremanera, era la pasarela que el arquitecto bilbaíno diseñó para conectar el hotel con la cercana Estación del Norte; facilitando, así, el acceso a los pasajeros.

El 1 de julio de 1893 se procedió a la inauguración con grandes fastos, pero con la tristeza de que el promotor y dueño, el señor Echevarria, había fallecido; por lo que la viuda y propietaria del establecimiento hotelero se vio en la necesidad de arrendarlo a los señores Vitoria.

Desafortunadamente, aquel ambicioso proyecto no dio los frutos que esperaban, ya que la afluencia de huéspedes no fue tan numerosa como habían imaginado. Y para sumar infortunios, en octubre de 1896 un vagón del tren procedente de Orduña salió despedido por la pasarela que unía el hotel con la estación, impulsado por el choque  de un tren cargado de mineral que no se detuvo a tiempo. No hubo víctimas personales, pero el desastre fue tan grande que, ese hecho, inició el declive del lujoso hotel.

Años después fue sede de la Compañía de Seguros Aurora; posteriormente se convirtió en sede de una entidad bancaria y, actualmente, acoge dependencias municipales y la oficina principal de Turismo de Bilbao.

 

FOTOS: ANDONI RENTERIA

 

 

CEMENTERIO SAD HILL

En este post pretendo mostraros un lugar muy conocido para algunos y completamente desconocido para otros: el cementerio Sad Hill y lo haré de la mano de uno de los artífices de que este ficticio camposanto se esté convirtiendo desde hace años en un lugar turístico en la provincia de Burgos.

A las seis y media de un domingo de verano y, como habíamos quedado, me reúno con Joseba del Valle en el aparcamiento del recuperado cementerio Sad Hill. Tras saludarnos nos dirigimos a la entrada del recinto donde un cartel explica al visitante qué va a encontrar en este lugar ubicado en el Valle de Mirandilla, entre las poblaciones de Contreras y Santo Domingo de Silos, a unos sesenta kilómetros de la capital burgalesa.

Joseba viste una camiseta negra del cincuenta aniversario de la película y un magnífico sombrero al más puro estilo cowboy y que, según me explica, es muy especial para él ya que le ha acompañado en todo el recorrido de este proyecto.

Antes de comenzar con las preguntas que traigo en mente, me detengo a observar las cruces sobre las falsas tumbas, imaginando cómo debió ser rodar aquí aquella mítica escena final del spaghetti western EL BUENO, EL FEO Y EL MALO. Joseba respeta mi silencio; son muchas las personas a las que ha visto la misma reacción de asombro, admiración, fascinación y emoción. Mi vista intenta abarcarlo todo a la vez que mi mente viaja hasta ese trielo o duelo a tres mientras suena el tema “El éxtasis del oro” compuesto, como todos los de la película, por el gran Ennio Morricone, del que luego hablaríamos largo y tendido Joseba y yo.

Esto es mucho mejor de lo que lo había imaginado, Joseba. –Comienzo con una confesión y su sonrisa delata satisfacción y orgullo.

-Es muy habitual tu reacción. Siempre digo que este es el lugar donde más he visto llorar. Claro que hay personas que llegan y ven Sad Hill como algo turístico, pero son muchos más los que veneran este valle por lo que significa. No es solo una localización de una película del oeste. –Me asegura Joseba con pasión.

Si te parece, me gustaría que me hablaras de cómo comenzó esta aventura para ti.

-Realmente podría decirte que empezó cuando mi abuelo Fidel participó como extra en la película, sin embargo él nunca pudo contármelo ya que falleció cuando yo era un bebé.

¿Recuerdas la primera vez que escuchaste hablar de un rodaje por aquí o de la película?

-Perfectamente. Fue una tarde de verano, yo tenía catorce años, me encontraba subido a la bici mientras comía mi bocadillo de la merienda en Pinilla de los Barruecos, el pueblo de mi familia materna. A mi lado estaban mis tíos y, en un momento de la conversación, comentaron de pasada que, a pocos kilómetros de donde nos encontrábamos, se había rodado una película del oeste en los años sesenta. Esas palabras se colaron dentro de mi cabeza. Pero, sobre todo, en mi corazón. Ese fue el punto de inflexión, la semilla que comenzó a germinar dentro de mí. Días después me explicaron que no se rodó una película cualquiera sino EL BUENO, EL FEO Y EL MALO, concretamente la escena final: el trielo. Desde ese instante mi vida cambió, es como si mi mente hubiera hecho “click”. Me dediqué a investigar todo lo referente a la película, la visioné varias veces para memorizar el paisaje y poder, así, reconocerlo. Animé a mis primos, compañeros de aventuras, a buscar aquel el lugar exacto del rodaje. El primer día de búsqueda nos perdimos; lo intentamos varias veces, pero no dábamos con él. Hay que pensar que no existía Google Maps ni Internet. Dedicamos varias jornadas de aquel verano, hasta que nos subimos al monte San Carlos, miramos hacia abajo y, allí en el valle, descubrimos unos círculos concéntricos donde se intuían los túmulos semiocultos por la espesa vegetación. Allí era, sin duda. Lo habíamos encontrado.

Sin embargo transcurrieron varios años hasta el comienzo del proyecto de reconstrucción.

-Sí, claro. Yo seguí leyendo mucho por mi cuenta, consumiendo películas del oeste, aprendiendo e, incluso, en el colegio, cuando estudiaba en Salesianos de Deusto, debatía con compañeros porque ellos no me creían cuando les contaba que algunos westerns se habían rodado en pueblos pequeños de la provincia de Burgos. Con el paso del tiempo, algunos me lo han recordado y me han dado la razón. –sonríe al recordarlo.

Sabes muchísimo de cine, conoces detalles asombrosos.

-Me encanta aprender e investigar cualquier tema que me guste y, en este caso, me apasionan los westerns y la música compuesta por Ennio Morricone. Ten en cuenta que he crecido viendo aquellas películas en el sofá de mi casa con mi padre y durante los viajes en coche con mi familia siempre escuchábamos aquellas cintas de casette con las bandas sonoras del gran Morricone.

Desde luego, con esos antecedentes, estabas predestinado a sumergirte en el proyecto Sad Hill.

-Efectivamente, llevo treinta y cinco años ligado a Sad Hill; toda una vida. Y lo que me queda. –asegura, como si de una maravillosa amenaza se tratara.

Los años pasaron y aquel chaval se convirtió en un hombre que perseguía su sueño de ver Sad Hill recuperado.

-Siempre me acompañó Sad Hill en mi mente y en mis sueños, es cierto. Sin embargo, no fue hasta el año 2014 cuando tomé conciencia de que no era el único que se interesaba por aquella producción americana. Me enteré del homenaje que el Colectivo Paleontológico de Salas de los Infantes iba a organizar por el fallecimiento de Eli Wallach (el Feo). Hasta esa fecha, yo había visitado el valle muchísimas veces. Incluso con mis primos y, en plan teatreros, habíamos interpretado la famosa escena del duelo a tres; así que no dudé en acudir a esa cita. Ese día conocí a Sergio, a David y a Diego. Este último me contó que llevaba años investigando sobre el rodaje y había recopilado mucha información. Nos juntamos muchas personas allí y estábamos tan pletóricos de comprobar cuánta gente amaba el western, en general, y esta película, en particular, que se nos ocurrió recuperar Sad Hill. Como se suele decir: “nos vinimos arriba”.

De esa manera acostumbran a fraguarse los mejores proyectos. Pero ¿fuisteis conscientes de las dificultades que os encontraríais?

-No, en ese momento nuestro entusiasmo, nuestra ilusión y nuestra motivación superaban a los posibles obstáculos. Queríamos llevar a cabo alguna acción para celebrar el cincuenta aniversario de la filmación. Faltaban dos años, así que debíamos darnos prisa para conseguir permisos, para reconstruir lo que vemos actualmente y para pensar qué tipo de evento queríamos planificar. Luego se creó la Asociación Cultural Sad Hill cuyo objetivo principal ha sido siempre la recuperación de los escenarios utilizados en la provincia, especialmente, el cementerio.

¿Recuerdas qué te dijo tu padre cuando llegaste a casa y comentaste la idea de recuperar el cementerio?

-Mi padre siempre fue mi mejor amigo y me conocía bien. Él sabía que yo soy tenaz y perseverante, que lo que me propongo lo suelo conseguir con esfuerzo y mucho trabajo y, aunque podía parecer un proyecto “friki”, él estaba seguro de que lo llevaría a cabo de manera sensata y reflexiva. La reconstrucción de Sad Hill me ha unido más a él, aunque ya no esté para verlo. He creado un vínculo invisible con la naturaleza, los paisajes y la aventura que él tanto amó y eso es, sin lugar a duda, mi mayor satisfacción -afirma contundente Joseba observando el restaurado camposanto con una mirada dulce.

¿Cuál dirías que es la clave para llevar a cabo un proyecto de esta envergadura?

-Indudablemente, el trabajo en equipo, la cohesión, la ilusión, la emoción, la amistad, la

solidaridad, un objetivo común… Esos son los componentes con los que hemos creado Sad Hill; no para nosotros, sino para todos los amantes del western y, especialmente, de EL BUENO, EL FEO Y EL MALO.

Y así fue como comenzasteis a colocar cruces.

-Y así fue como empezó la gran aventura de mi vida.

Era julio de 2014 cuando conociste a los que se convertirían en tus compañeros de esta
aventura.
-Así es. Decidí venir aquí donde nos encontramos, porque me enteré de que se iba a realizar un homenaje a Eli Wallach (el Feo) por su fallecimiento unas semanas antes. Aquel día se habló por primera vez de intentar recuperar Sad Hill; nos emocionamos tanto con la idea que los cuatro (David, Diego, Sergio y yo) decidimos ponernos manos a la obra para conseguir los permisos necesarios y comenzar a quitar la maleza que ocultaba las tumbas después de más de cuatro décadas que habían transcurrido desde el rodaje. Faltaban dos años para que se cumpliera el cincuenta aniversario de la película y queríamos organizar algo importante.

¿Recuerdas el primer día que metisteis la pala para comenzar a desenterrar Sad Hill?
-Nunca lo podré olvidar. Fue el 3 de octubre de 2015. Salí de Bilbao muy temprano y pasé todo el día aquí, en Sad Hill, con mis compañeros. Todos estábamos muy ilusionados y
derrochábamos energía. Esa noche dormí en mi casa, en Pinilla de los Barruecos y a la mañana siguiente me dieron la peor noticia que se puede dar: mi padre, que ya llevaba tiempo enfermo, había fallecido. Imagina la tristeza que sentí después de un día tan feliz en el inicio de este apasionante proyecto. Pasaron las semanas y decidí retomar lo que había empezado. Me había comprometido y, además, así lo habría querido mi padre. -sostiene Joseba con la mirada fija en un punto a lo lejos; tan lejos como creo que estaba su mente en ese instante.

Y durante ese tiempo los aficionados al western y vecinos de la zona, en general, se animaron a colaborar, supongo.
-Sí, fueron bastantes las personas que dedicaron su tiempo y su esfuerzo para venir hasta este remoto lugar con palas, azadas, escobas y todo lo que pudieron. Realmente fue muy gratificante observar cómo se acercaban hasta aquí familias con niños para ayudar en lo que fuese. Aun así, no era suficiente; era mucho el trabajo que teníamos por delante. Así que, se nos ocurrió la idea de abrir un perfil en Redes Sociales y hacer un llamamiento para solicitar voluntarios. ¡Y funcionó! Vino gente de muchísimos puntos del país, incluso del extranjero, sobre todo de Francia. Los recursos económicos eran escasos, pero los suplíamos con mucha imaginación. La convocatoria por Redes Sociales causó una gran repercusión mediática, pero seguía sin ser suficiente. Entonces decidimos que cualquiera pudiera apadrinar una tumba para, así, poder financiar el proyecto. Si te soy sincero no confiábamos en que hubiera más de una decena de interesados y, sin embargo, fue una verdadera locura: recibimos centenares de
peticiones, hasta completar las cinco mil cruces.

El poder de las redes…
-Efectivamente, quedó demostrado una vez más el tirón de las Redes Sociales, porque se implicaron miles de personas a nivel mundial. Tantas que tuvimos que denegar muchas solicitudes. El importe era quince euros que nos ingresaban en una cuenta y nosotros comprábamos la madera y las colocábamos e, incluso, escribíamos el nombre que nos pedían. Tuvimos que contratar a una empresa de la zona y, así, también fue una manera de crear empleo. Cuando la cruz ya estaba colocada con la varilla de ferralla para mayor sujeción, sacábamos una foto y les indicábamos en un plano dónde se encontraba para cuando vinieran a verla.

Entre tantas cruces, yo sé que son muchas las que destacarías, pero hay dos que tienen un significado especial para ti.
-Sí, claro y, además, están juntas. Una es la de mi padre y la otra es la de Claudia Cardinale, musa de Sergio Leone, a quien conocimos en Almería en un homenaje al que nos invitaron por el cincuenta aniversario de la película HASTA QUE LLEGÓ SU HORA y pensamos que sería un detalle para ella regalarle una cruz. Por supuesto, antes de hacerlo lo consultamos con su hija por si le parecía un regalo de mal gusto. Todo lo contrario: ¡le encantó! Le llevamos una foto de su cruz y nos demostró con su amabilidad la gran persona que es.

Y llegó julio de 2016 y se desató la locura.
– ¡Y tanto que locura! Aquí, en Sad Hill, nos reunimos miles de personas para homenajear y recordar aquel rodaje de 1966. Antes de la proyección, en una pantalla gigante aparecieron en un video diferentes fans de la película como James Hetfield, líder del grupo Metallica y enamorado de este western, que tiene por costumbre comenzar sus conciertos con la banda sonora de EL BUENO, EL FEO Y EL MALO. Pero, sin duda, el momentazo de aquella tarde fue cuando apareció en la pantalla el mismísimo Clint Eastwood en una grabación que nos enviaron desde su residencia en Estados Unidos. Fue muy emocionante, sobre todo porque nadie lo sabía. Bueno, sí, Guillermo de Oliveira fue quien consiguió esa primicia que no quiso desvelarnos para darnos una de las mayores sorpresas de nuestra vida.

Cuéntame quién es Guillermo y qué importancia tiene en todo este proyecto Sad Hill.
-Guillermo es, ante todo, una grandísima persona a quien nuestro proyecto le entusiasmó. Él es director de cine y por un amigo suyo supo de la existencia de este lugar; se enteró de que estábamos intentando recuperar Sad Hill y decidió venir a verlo. Le encantó y nos comentó la posibilidad de grabar un video de unos pocos minutos en el que se viera cómo trabajábamos. Sin embargo, como buen visionario, se dio cuenta de que el tema daba para mucho más, por lo que se lanzó a realizar un documental de hora y media al que tituló DESENTERRANDO SAD HILL.

Como sabía que me hablarías sobre ello, antes de reunirme contigo lo he visto en una de las plataformas digitales y he de reconocer que me ha sorprendido gratamente y, lo más importante, que me ha emocionado mucho.
-Sí, es un documental realizado con mucho cariño y profesionalidad en el que cada uno de nosotros cuatro vamos contando lo que ha supuesto Sad Hill en nuestras vidas. Pero, además, varias personas que trabajaron en la película relatan sus experiencias. Así como apasionados del film que ofrecen sus propios testimonios. Guillermo realizó un trabajo impresionante con unas imágenes magníficas de Sad Hill y, sobre todo, supo darle el enfoque humano del proyecto. La música la compuso Zeltia Montes, especialista en bandas sonoras. Se ha podido ver en numerosos países y eso ha ayudado a dar visibilidad a nuestro cementerio. Es un grandísimo documental que invito a todos a que lo busquen en NETFLIX y durante hora y media disfruten de los entresijos de un western mítico. En el año 2019, DESENTERRANDO SAD HILL fue nominado a los Goya y allí fuimos todo el equipo. Y, a pesar de no haber ganado, volvimos a casa muy satisfechos y orgullosos.

Imagino que, tanto la recuperación de Sad Hill como el documental y todas las numerosas entrevistas que concedéis a los medios de comunicación, habrán repercutido positivamente en los pueblos del entorno y en sus negocios.
-Evidentemente, toda la comarca ha salido beneficiada de alguna manera. Existen restaurantes y hoteles donde en sus paredes cuelgan fotos del cementerio; incluso los propios hosteleros te relatan anécdotas y curiosidades. Estoy absolutamente a favor de todo lo que Sad Hill ha generado, pero todo no vale. Debemos protegerlo y por eso llevamos años solicitando que se declare Bien de Interés Cultural, que es el máximo reconocimiento que puede obtener un lugar por parte de Patrimonio Cultural.

También sería una manera de reconocer vuestro esfuerzo y vuestra dedicación, sin olvidar el dinero que habéis invertido.
-En mi caso, ha sido muchísimo esfuerzo, trabajo, tiempo, quebraderos de cabeza y claro que también dinero. A pesar de todo ello ha merecido la pena y lo volvería a hacer mil veces más. Si me muriese ahora mismo, lo haría feliz sabiendo que he cumplido un sueño.

Aunque estemos en un cementerio, vamos a pensar en vida y en futuro. Me consta que habéis realizado muchas actividades culturales y deportivas aquí y en el entorno. Pero, todavía os quedan ideas que, quizá, pronto vean la luz.
-Sí, desde la Asociación Cultural Sad Hill hemos organizado diferentes actos culturales como exposiciones, conciertos, talleres, cursos… Pero, sin duda, en este momento estamos muy ilusionados con la creación del futuro museo; será como poner el broche de oro al proyecto.

Háblame de eso.
-Llevamos meses reuniéndonos con diferentes instituciones de la zona, explicándoles en qué consiste la idea del museo y a todos les parece una propuesta fantástica. Se trata de crear un museo cinematográfico en el que se pongan en valor los numerosos rodajes que han tenido lugar en todo el territorio burgalés; incidiendo, por supuesto, en EL BUENO, EL FEO Y EL MALO, que tuvo tres localizaciones en la Comarca del Arlanza. El material que se expondrá serán objetos aportados por la familia de Carlo Simi, el que fuera arquitecto y escenógrafo autor del diseño de Sad Hill; así como vestuario de los actores que participaron en la película, documentos, fotografías y mucho más. Personalmente, me hace una especial ilusión haber sido nombrado por la propia familia Simi portavoz oficial de este futuro museo en el que tantas esperanzas hemos puesto mis compañeros y yo.

¡Me encanta la idea! Cuéntame más
– Se barajó la posibilidad de situarlo en el Monasterio de San Pedro de Arlanza que,
también, fue escenario del rodaje del film. Pero, finalmente, el Ayuntamiento de
Covarrubias nos ha ofrecido un magnífico edificio que albergará esta colección que conformará el Museo Carlo Simi – Sad Hill y que está impulsado, además de por el consistorio, por parte de los miembros fundadores del proyecto de recuperación del cementerio y por la Universidad de Burgos. Nos consta que será un reclamo para mucha gente aficionada al cine y eso supondrá, también, un incremento de turistas buscando disfrutar del paisaje, de la gastronomía, de la historia y de todo lo que esta maravillosa comarca ofrece.

Para terminar, ¿te gustaría añadir algo?
-Sí, quisiera animar a todas esas personas que persiguen un sueño que no desanimen, que luchen por él. Yo he aprendido mucho con este proyecto, he puesto mucha pasión en él y, así, se lo transmito también a mis alumnos. Quiero destacar la importancia de la unión; todo esto no hubiera sido posible si no hubiéramos formado un equipo en el que apoyarnos, confiar y trabajar unidos. Y, por supuesto, os invito a todos a que vengáis a visitar Sad Hill. ¡Os sorprenderá!

Por mi parte, solo puedo darte las gracias por el tiempo que me has dedicado y te prometo que volveré.

-¡Claro! y te espero, también, en el futuro museo.

FOTOS: ANDONI RENTERIA