JOHN ADAMS

Algunas de las personalidades de las que hablo en este blog no han nacido en Bilbao y, sin embargo,  merecen un lugar destacado en nuestra historia debido a su relevancia o interés por nuestra villa. Ese es el caso de John Adams, político y estadista estadounidense que fue vicepresidente de su país para llegar a ser presidente en el año 1797. Fue líder del movimiento a favor de la independencia de los Estados Unidos, siendo clave su protagonismo en la redacción de la declaración de Independencia.

De tradición familiar profundamente religiosa, estudió en Harvard. A pesar de que su padre deseaba que se convirtiera en clérigo, él decidió desarrollar su actividad como abogado y como narrador de los acontecimientos históricos de los que fue testigo.

Tanto él como su esposa Abigail jamás tuvieron esclavos, sino que contrataron negros libres para trabajar en su domicilio. Se mantuvo en contra de todo lo que significara explotar a los hombres y mujeres de raza negra, ni para el servicio doméstico, ni para luchar en el ejército.

John Adams, visitó Bilbao acompañado de su hijo, quien llegó a ser el sexto presidente de los Estados Unidos, en el año 1780 en un viaje por varios países de Europa en un afán de conocer los diferentes sistemas de gobierno. Este diplomático norteamericano quedó impresionado por los bilbaínos y vizcaínos  y, así lo plasmó en su libro DEFENSA DE LAS CONSTITUCIONES DE LOS ESTADOS UNIDOS, en el que dedica un capítulo entero a la República Democrática Foral de Vizcaya en el que describe cómo se gestionaba nuestra provincia y cuál era la relación con España. Además,  consideraba que debía ocupar un segundo lugar en las repúblicas democráticas de Europa después de San Marino.

Curiosamente falleció a los noventa años un cuatro de julio de 1826 cuando se cumplía el cincuenta aniversario de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos.

En febrero de 2011, el entonces alcalde Iñaki Azkuna, inauguró una estatua con su imagen en la Gran Vía, a pocos metros del Palacio de Diputación.

 

 

FOTO: ANDONI RENTERIA

DON DIEGO, EL FUNDADOR.

Se le conoce como el fundador, ya que otorgó la villanía a Bilbao por medio de la Carta Puebla en la que se detallan los derechos y las obligaciones de los bilbainos de la época un 15 de junio de 1300.

Don Diego López de Haro, descendiente de una familia de hidalgos, nació en la década de los setenta del siglo XIII, aunque no consta una fecha exacta, ni tampoco un lugar. Estuvo casado con Violante, hermana del rey Sancho IV, con quien tuvo tres hijos.

Don Diego se hizo con el título de Señor de Vizcaya al morir su hermano, con el consiguiente enfado de su sobrina, María Díaz de Haro, quien debería haber heredado el Señorío. El fundador de Bilbao, no aceptaba que una mujer ejerciera tal derecho y después de muchas disputas en las que, incluso, intervino Fernando IV como árbitro, y la promesa de que a su muerte ella sería la nueva señora de Vizcaya, Don Diego se convirtió en el XII Señor de Vizcaya y quinto de su nombre. Pasando a la historia con el sobrenombre de “El intruso”.

Además de Señor de Vizcaya, ostentaba diversos cargos del reino como Mayordomo Mayor, Alférez Real y Adelantado Mayor de Castilla.

Falleció en 1310 en la ciudad de Algeciras aquejado de un ataque de gota. A su muerte, sus restos fueron trasladados al Convento de los Franciscanos de Burgos donde reposó junto a su esposa. Hoy en día no existe el convento y se desconoce dónde trasladaron los restos.

En Bilbao se le recuerda con una estatua de casi tres metros, encargada al artista valenciano Mariano Benlliure, quien le creó con aspecto de noble caballero exhibiendo su autoridad; en una mano porta la Carta Puebla y en la otra su casco guerrero. Fue realizada en Roma y, el 31 de agosto de 1890, se instaló en el centro de la Plaza Nueva.

Al acto asistieron las autoridades de la época y muchos vecinos de la villa. La plaza, decorada con guirnaldas y colgaduras en los balcones, rebosaba de regocijo.

Cinco años después se edificó un kiosko en dicha plaza y el caballero hubo de ser trasladado a la plaza Circular;  aunque no sería su destino final, pues después de veinte años en la céntrica plaza, se le emplazó en Atxuri, para, finalmente, en 1937 devolverle a la Plaza Circular y, desde entonces, no se ha movido de su pedestal siendo testigo mudo de todo lo que acontece a su alrededor.

(Foto mía)

DOÑA CASILDA ITURRIZAR

Casilda Margarita de Iturrizar y Urquijo nació en Bilbao en el año 1818 en el seno de una familia de modestos comerciantes. Su padre, además de dedicarse a la venta, también ejercía de mediador en conflictos empresariales. Los negocios no le fueron muy bien a su progenitor; cuando ella contaba catorce años se declaró en quiebra y la vida de la familia dio un giro significativo. Un año más tarde, José de Iturrizar falleció dejando viuda y seis hijos.
Debido a estas circunstancias, Casilda se colocó como sirvienta en la casa del viudo Tomás José de Epalza, antiguo conocido de su padre, con quien se casaría años después.
El 1 de mayo de 1859 se dieron el “sí quiero” en la iglesia de San Nicolás teniendo él 60 años y ella veinte menos. No tuvieron hijos por lo que Casilda dedicaba su tiempo a la casa y a colaborar en numerosos actos sociales y de caridad que se celebraban en la villa.
En los albores de su vida y viéndose muy enfermo, Tomás de Epalza, testó a favor de su esposa otorgándole los máximos poderes para que dispusiera, a su fallecimiento, de la gestión de todos sus bienes y negocios y repartiera el dinero con quienes estimara oportuno, como sus familiares o el personal de servicio. Es decir, le nombraba heredera absoluta de toda su fortuna.
Al morir su esposo, Doña Casilda comenzó a realizar donaciones a los más desfavorecidos de la villa. Financió la construcción de las escuelas del Tívoli, creó becas para los mejores alumnos de los centros de enseñanza públicos, patrocinó actividades de la Sociedad Coral, ayudó a diversas instituciones religiosas y, tras su defunción, todavía quedaba suficiente capital para legarlo tanto a la Casa de la Misericordia como al Hospital Civil.
El 22 de febrero de 1900 aquella generosa mujer murió en su vivienda frente al Arenal.
Doña Casilda es la única persona que posee dos localizaciones en Bilbao. Por un lado el parque que lleva su nombre y donde existe una estatua a pocos metros de la plaza del Sagrado Corazón obra del escultor Agustín Querol, en la que se representa su vida dedicada a la caridad además de un relieve con la imagen de su esposo; y, por otro, la calle Viuda de Epalza en el Arenal.

FOTO MÍA.