ONDARROA, TRADICIÓN Y MODERNIDAD.

Situada en la comarca de Lea-Artibai, Ondarroa cuenta con casi nueve mil habitantes en una extensión de menos de cuatro kilómetros cuadrados. A la Muy Noble y Leal Villa de Ondarroa le cruza el río Artibai que forma una pequeña ría en su desembocadura. Mar y montaña, tradición y modernidad, todo tiene cabida en esta hermosa población.

Hace unos meses disfruté de una mañana descubriendo rincones, paseando por sus calles, subiendo y bajando sus innumerables escaleras, observando las enormes gaviotas que se acercan con intención de alimentarse de algún pescado olvidado en el puerto.

El puente ITSAS AURRE, más conocido como puente de Calatrava por el apellido de su arquitecto, fue inaugurado en 1994 y se ha convertido en uno de los símbolos de Ondarroa. Construido en acero tiene una longitud de setenta metros y es uno de los accesos al puerto.

Para visitar esta población marinera debes hacerlo sin prisas, disfrutando de los edificios, de su historia, escuchando los ruidos de sus habitantes, de su vida diaria.

La iglesia Santa María se hallaba cerrada y no pude acceder pero sí observar su grandiosidad desde fuera. Su estilo es gótico tardío y data de finales del siglo XV. Se asienta sobre unas grandes arcadas donde todavía se pueden ver argollas que servían para atar con cuerdas las embarcaciones.

 

Numerosos peldaños por el casco viejo sirven para acceder a la parte de arriba donde se cruzan muchos edificios en sus estrechas calles; algunos medievales como la casa torre Likona con sus gruesas paredes y forma de cubo donde nació María Sánchez de Licona, madre de San Ignacio de Loyola.

El frontón es otro de esos elementos que nunca faltan en las poblaciones de nuestra geografía.

Otro de los iconos de Ondarroa es el Puente Viejo, un puente de piedra construido en el mismo lugar donde se hallaba el puente de madera medieval que fue derruido en 1958 por una riada.

Esto que os muestro solo es un pequeña parte del pueblo, ya que mi visita fue express, pero os invito a que paséis un día recorriendo las calles de esta villa marinera. Seguro que os fascinará.

FOTOS: ANDONI RENTERIA.

 

 

 

UN ALGORTEÑO DE ALTOS VUELOS

Cien años atrás, volar era el sueño de muchos, quizá ahora no seamos tan diferentes a nuestros abuelos pero sí tenemos más medios para hacerlo.
En 1910 un bilbaíno llamado Benito F. Laygorri, ingeniero industrial doctorado en aviación, asombró a todos los que alzaban la vista al cielo para verle volar con su aparato.
Años más tarde, el algorteño Francisco Coterillo se convirtió en un auténtico artista en el aire. Sus piruetas y acrobacias eran admiradas por todos.
En mayo de 1915 en Bilbao se vivió un momento mágico. Había mucha expectación; el alcalde de la villa, el señor Marco Gardoqui estaba muy satisfecho y feliz de apoyar en su carrera a este valiente joven que pilotaba un aeroplano de una envergadura de 8 m, una longitud de 6 m y un peso de 800 kgs con una velocidad máxima de 120 km/h.
Esta maravilla se guardó en un hangar ubicado en la Campa de los Ingleses y de allí salió para elevarse a 1000 m en el cielo de Bilbao y dirigirse hasta Barakaldo.

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Al regresar, en la maniobra de aterrizaje, se rompió una pieza del avión y reventó un neumático debido al mal estado de la campa.
Los desperfectos fueron reparados y se pudo realizar un segundo vuelo para deleite de todos los bilbaínos que observaban ensimismados aquel espectáculo tan poco usual en nuestra villa.
Tanto gustó a todos, que el Ayuntamiento le contrató para incluirlo en los festejos que organizaban en la semana grande.
El 22 de agosto de ese mismo año el joven piloto surcó el cielo de Bilbao por encima de Deusto, el parque y la Misericordia durante doce minutos. Al aterrizar, de nuevo, se partió una rueda. Parecía gafado, sobre todo, cuando al intentar repararlo para la actuación que tendría lugar por la tarde, se incendió el motor. Coterillo, su hermano y varios asistentes intentaron sofocar el fuego, e incluso, pensaron en arrojarlo a la ría. Todo fue en vano, en pocos minutos, aquella aeronave se convirtió en una chatarra.
Afortunadamente, el seguro se hizo cargo de las 20 000 pesetas que costaba el aparato, ahora inservible.

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El Ayuntamiento fue quien más perdió, ya que hubo de pagar, aún sin cumplir lo contratado, 3500 pesetas a Coterillo.
Cien años después, afortunadamente, la aeronáutica ha mejorado mucho.
Las fotos son tomadas de Internet. Una es la Campa de los Ingleses y la otra es el mismo modelo de avión utilizado por Coterillo.