LA CÁMARA DE EULALIA

Hoy en día todos llevamos una cámara de fotos en el bolsillo con la que tomamos imágenes dando, así, testimonio de todo aquello que nos rodea. Pero, hace cien años solo algún privilegiado podía hacerlo.
Eulalia Abaitua fue una adelantada para su tiempo; una mujer que observaba el mundo a través de un objetivo.
El 25 de enero de 1853 nació en Bilbao Elvira Juliana Abaitua Allende. Así fue bautizada, aunque adoptó el nombre de la madre muerta durante el parto.
Tanto ella como su hermano Felipe fueron educados en su hogar del Casco Viejo bilbaíno bajo la férrea disciplina de una nodriza.
Su padre quiso que abandonara su Bilbao natal a muy corta edad para realizar sus estudios en el colegio Sagrado Corazón de Jesús de Barcelona.
Siendo adolescente se enamoró de Narciso de Olano y Picavea de Usaca, un joven naviero con quien contrajo matrimonio a los 19 años y con el que tuvo cuatro hijos, colmándoles de felicidad.

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Durante la III Guerra Carlista la familia se trasladó a Liverpool donde Eulalia tomó contacto con el mundo de la fotografía por primera vez.
El puerto con los barcos y los trabajadores del muelle fueron sus primeros modelos.
Al volver a Bilbao se trajo en el equipaje todo el material que había adquirido durante su estancia en aquel país.
Residieron a pocos metros de la Basílica de Begoña, en una casa conocida como el Palacio del Pino donde Eulalia utilizó el sótano para instalar su laboratorio fotográfico.
Eulalia aprovechaba cualquier ocasión para tomar imágenes de la vida cotidiana como el paso por delante de su vivienda, de las lecheras con los burros y las cántaras con el preciado alimento.
Su pasión la desarrollaba a la misma vez que educaba y atendía a sus cuatro hijos.
En los ratos libres viajaba por los pueblos donde retrataba los rostros ajados de los trabajadores del campo quienes estaban, inexorablemente, expuestos a los efectos del sol y del frío. Era una especialista en captar las sensaciones de aquellos primeros planos.

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Para la historia quedan todas aquellas imágenes que reflejan las profesiones de entonces como sardineras, lavanderas, hilanderas y muchas otras más que ya han sido olvidadas.
También le sirvieron como modelos para sus fotografías todo lo relacionado con el mar como el puerto, la playa o las damas paseando con sus sombrillas por los arenales vizcaínos.

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El Museo Vasco-Euskal Museoa posee un importante fondo fotográfico de esta mujer y, algunas de sus imágenes, permanecen colgadas en sus paredes para disfrute de todos los visitantes.
El 16 de septiembre de 1943, habiendo cumplido 90 años, falleció en Bilbao la que pasará a la historia por ser alguien que supo captar los momentos y las escenas de la dura vida cotidiana de nuestros antepasados.