NIÑOS DE LA GUERRA

Llevamos días observando el horror, la tragedia, la tristeza, la barbarie, el miedo…en las caras de todas aquellas personas que huyen de su país en guerra.
Huir de un país en conflicto no es nada nuevo, desgraciadamente. Durante la Guerra Civil Española hubo millares de personas que debieron refugiarse en otros países.
En 1938, el entonces Obispo de Vitoria, Francisco Javier Laucirica, declaró respecto a los niños evacuados antes de la caída de Bilbao, que aquello era “un crimen espantoso”. Vaya que sí lo era.
Aquellos niños fueron puestos a salvo de un sinsentido, de una guerra, de una matanza.
El 20 de marzo de 1937 fue la primera evacuación. Salieron 450 niños del puerto de Bermeo hasta Burdeos donde tomaron otro barco con destino a la isla de Olerón en Francia.

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Se pensó enviar a 5000 niños a Estados Unidos, pero la falta de tiempo lo hizo imposible.
En mayo de ese año los buques “La Habana” y “Goizeko Izarra” llegaron a realizar cinco viajes durante todo el mes.
Desde el puerto de Santurce, El Habana trasladó a Gran Bretaña a 4000 asustados niños y niñas.
Este barco también transportó, en un día triste y lluvioso de junio, a 1500 niños y 72 maestros a la Unión Soviética. Casi todos aquellos pequeños eran hijos de miembros del Partido Comunista o de ideas republicanas.
Aquel embarque se llevó a cabo de noche para evitar posibles ataques de la aviación enemiga. Incluso una pequeña flota de aviones rusos vigiló la operación desde el aire.
Durante el viaje les llegaron noticias de que Bilbao había sido tomada por las tropas franquistas.
Días después atracaron en Leningrado donde les recibieron con honores. Hubo más viajes a esta ciudad, también desde Gijón con niños asturianos.
En total fueron 1500 los niños vascos refugiados en la antigua URSS.
El trato que les dispensaron fue maravilloso, llegaron, incluso, a proporcionarles libros de texto en castellano para que pudieran continuar con su educación académica.
A pesar de tantos cuidados y de haber sido protegidos de una cruenta guerra, es inimaginable el dolor que sintieron aquellos padres que vieron partir a sus retoños hacia un futuro incierto.
Ojalá nada de esto volviera a ocurrir en el mundo, pero eso…eso es un utopía.

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