RINCONES MÁGICOS DE OROZKO

Al sur de la provincia de Bizkaia, haciendo frontera con la provincia de Araba, el municipio de Orozko es el segundo con mayor superficie después del valle de Carranza. En sus 102 kilómetros cuadrados conviven poco más de tres mil habitantes distribuidos en catorce barrios.
En este post os enseñaré algunos de los rincones de este valle mágico, al que no le faltan dólmenes y asentamientos al aire libre del Neolítico, leyendas mitológicas, neveras, ermitas, bosques, cuevas…o la importante industria ferrona (contó con catorce ferrerías y veintidós molinos) que modificó la orografía del valle con la construcción de caminos, puentes, presas y torres.
Una curiosidad del Valle de Orozko es que ocupa el tercer puesto en el mundo en cuanto a la localización de piedras moleras.
Hace unas semanas me acerqué hasta el barrio de Zubiaur capital del valle, donde estacioné el coche en un amplio aparcamiento. Al apearme, me fijé en el macizo del Gorbea con ese aspecto grandioso y mágico que parece proteger el valle.


Mientras recorría sin prisa sus calles empedradas, dándome el gusto de disfrutar de su arquitectura, de sus edificios blasonados que albergan la historia del lugar me encontré con alguien que conoce mejor que nadie toda la zona: mi amigo Iñaki García Uribe, montañero, etnógrafo y miembro de la Sociedad Aranzadi que lleva toda su vida investigando, escribiendo, dando conferencias y fotografiando Orozko, sus barrios y sus montes. Sin duda, es el mejor guía que nadie puede tener para descubrir este paraíso.
Durante el paseo nos fijamos en la fachada del Ayuntamiento donde hay un cartel que explica cómo a mediados del siglo XX, el regidor tuvo que regularizar las medidas y el peso de la venta del carbón ya que se habían detectado varios intentos de engaño e, incluso, una persona falleció durante una trifulca por este motivo. Por ello, el alcalde, colocó en una de las columnas de la Casa Consistorial, unas marcas que indicaban el tamaño exacto del saco de carbón que debía ser utilizado. Esta columna es única en el mundo debido a la singularidad de la historia de los sacos que se fabricaban con estas dimensiones, expresamente para el carbón.

El escudo de Orozko es como un libro abierto que da buena cuenta de la historia del valle con lobos, lanzas, arcos, flechas, coronas, montes bocineros…

La plaza era el lugar donde se reunían los comerciantes que venían a vender sus productos, como en cualquier otra plaza de los pueblos de nuestra geografía.


Avanzamos por la calle principal y nos paramos frente a la Casa Palacio Legorburu, hoy reconvertido en Museo Etnográfico y Oficina de Turismo. Su interior alberga documentos, objetos y testimonios de la historia del valle y de la vida de sus gentes a lo largo de los siglos.


Desde el puente que salva el río Altube nos detenemos a observar las casas que, algunos, denominan Casas Colgadas, ya que se asoman a las aguas de este río de una manera que parece tentar a la ley de la gravedad.

Zubiaur cuenta, además, con Casa de Cultura, Kultur Etxea y, por supuesto, un gran frontón.


Una hora más tarde, Iñaki me propuso montar de nuevo en el coche con la promesa de volver, ya que nos dejamos mucho qué ver, y dirigirnos a cinco lugares muy especiales que, me aseguró, me iban a encantar.
Nuestro primer destino fue la iglesia San Pedro de Murueta, una joya del Renacimiento enclavada en el barrio de Murueta.


El suelo del pórtico es, en sí mismo, una obra de arte con el empedrado formando dibujos. La puerta llama la atención con ese aspecto que recuerda al estilo árabe.


No es un templo de grandes dimensiones, pero sí cuenta con muchos detalles que lo hacen único; como por ejemplo, un trampantojo con forma de ventana, además de las pinceladuras ocultas bajo el encalado, algunas, descubiertas a raíz de unas obras en el templo. Me explicó Iñaki, que se realizaron unas catas y fue cuando apareció este tesoro.
Pero, si por algo es conocida esta iglesia es por el gran lienzo de la Negación de San Pedro del siglo XVII que llegó al puerto de Bilbao desde Flandes en 1781.


Después de subir al coro y divisar el templo desde la altura, salimos al exterior y, al ir a montar de nuevo en el coche, algo atrapó mi curiosidad. En una de las ventanas de una casa habían colocado la silueta de un niño que, la verdad, daba un poco de impresión.


A pocos kilómetros de distancia, concretamente en el barrio de Arbaitzarte, llegamos a un camino por el que se accede a una finca particular cuyos dueños son amigos de mi guía. Una gran extensión verde nos recibió al atravesar una verja. En lo más alto de la loma un piano rojo que, según me contó, Iñaki, fue construido para una obra representada por el grupo de teatro TARTEAN.

Habían diseñado varios objetos de madera para la función, entre ellos el famoso piano rojo. Cuando terminó la gira, había que decidir el destino del atrezzo, fue entonces, cuando al productor del espectáculo, un enamorado de esta zona, se le ocurrió traerlo al caserío. Al principio permaneció en un almacén hasta que el actor Patxo Tellería resolvió colocarlo en este lugar. Además plantó varios magnolios en recuerdo de varios amigos fallecidos, también del mundo de la cultura y el teatro, habituales de este rincón. Incluso, casualidades de la vida, me enteré que se esparció en este lugar parte de las cenizas de una antigua profesora mía.
Como no podía ser de otra manera, Iñaki y yo posamos sentados delante del piano, admirando el solitario y maravilloso paisaje.


De allí nos dirigimos hacia un hayedo trasmocho, llamado así porque hace bastantes años se podaban de una manera concreta con la intención de que le crecieran más ramas y durara más para, de esta forma, obtener más madera y, por lo tanto, más carbón.
Dejamos el coche en el camino y atravesamos el bosque admirando estos árboles esculpidos por el hombre.

A unos doscientos metros, en un claro, vi una construcción de piedra, con aspecto redondo y fue entonces cuando mi amigo Iñaki me informó de que estaba delante de una ericera o kirikiño-hesi.

Aquí era donde guardaban la cosecha de castañas con su cáscara o erizo, las familias que previamente, habían ido recogiendo para consumo personal o para su venta. En este recinto se mantenían al resguardo de los animales, además de que se conservaban en perfecto estado protegidas de la humedad ya que las cubrían con helechos y ramas manteniendo, así, la frescura como de recién cogidas. Este alimento era muy popular y muy utilizado para sopas, cremas, guisos e, incluso, café.
En aquella época se comía en invierno dieciocho castañas al día los adultos y nueve los niños, a los que enviaban con un cesto para que recogieran los frutos exactos.
Pero un recinto tan grande como este no era solo para consumo particular sino que servía como almacén para luego venderlas. Desde el puerto de Atxuri en Bilbao se cargaban barcos hacia América con fanegas de castañas. También iban a Castro Urdiales para cargarlos allí y evitarse el impuesto que cobraba la Diputación de Bizkaia.


Esta “despensa” de castañas que fue tan común en tiempos pasados, en la actualidad solo quedan ciento diez en todo Euskal Herria, de las cuales la mitad se encuentran en Orozko.
San Isidro de Manzarbeitia fue nuestra siguiente parada. Esta ermita la construyeron los vecinos en 1856 con la financiación de un “jauntxo”, hombre importante de la época, del barrio de Arbaiza y que se llamaba José Antonio Sagarminaga. Se da la circunstancia de que la foto más antigua de la historia de Bizkaia hallada hasta la fecha es de este señor ataviado con el traje típico de la provincia. Realmente no es una fotografía como tal sino un daguerrotipo.


Iñaki me comentó que esta ermita tan bien conservada es la última construida en Orozko y una de las once que se mantienen en pie. Solo se abre el día del santo patrón y, hasta aquí, se acercan los vecinos de todos los caseríos de alrededor. Me sorprendió que hubiera una barra instalada fija para, precisamente, las fiestas patronales.

 


Tras varias fotos y observar los diferentes detalles, subimos de nuevo al coche y nos dirigimos hacia la última sorpresa del día: la ermita Santa María de Zaloa, situada en un promontorio en el barrio de Zaloa. Mi guía me aseguró que existen documentos que hablan de su existencia en 1385 pero que, posiblemente, sea anterior.


Las tejas sí son nuevas, cambiadas hace pocos años. Esta es una ermita única. Iñaki me indicó que observara las ventanas tan bonitas y el soportal donde se reunía la gente del barrio. Este templo se construyó en piedra y madera. Destaca el pórtico y el campanario de principios del siglo XVII que se sujeta con cuatro postes, ya que es una prolongación de una de las vertientes del tejado. Consta de una única nave rectangular y fue parroquia hasta el año 1882. En la actualidad abre sus puertas en fechas señaladas como la fiesta patronal.

 


También me habló del caserío frente a la iglesia donde nació una niña que llegó a ser la cofundadora del Convento de San Fernando en Madrid. Magdalena de Angelua y Ugaldea, nació en septiembre de 1629 en el seno de una familia muy religiosa. Su vida transcurrió al servicio de Dios y acató lo votos con humildad y determinación. A los 47 años se trasladó a Madrid donde falleció treinta años después. Sin duda es una bonita historia para terminar una jornada perfecta de aprendizaje y buena compañía.
Gracias, Iñaki, por tu tiempo y tus relatos.
FOTOS: ANDONI RENTERIA
Foto del jauntxo: Internet