OBJETIVO: POL POL

El Parque Natural de Urkiola es un magnífico punto de arranque para realizar alguna de las variadas rutas que nos ofrece este bucólico entorno.
Una mañana de noviembre estacioné el coche en el aparcamiento junto al santuario y cargué la mochila con lo imprescindible; mi destino sería la fuente Pol-pol, llamada así por el ruido que hace el agua al caer.
Hay dos caminos: el más costoso y empinado es por Urkiolamendi (Urkiolagirre); el otro, el que yo elegí, es una opción perfecta para familias con niños o para personas que no estén habituadas a subir grandes pendientes.

La distancia es de tres kilómetros doscientos, como marca en el cartel.

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Lo primero que me encuentro es una verja. Están prohibidos los vehículos no autorizados y tampoco los animales pueden cruzar por este paso canadiense formado por unas barras de hierro en el suelo.
Una cuesta pronunciada es lo más duro de este recorrido pero ni te das cuenta del ascenso, ya que solo tienes ojos para los montes que a lo lejos asoman, como el Gorbea o el Sabiagain.

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El suelo es de grava y su anchura permite caminar cómodamente.
En las campas, a mi izquierda, unos caballos pastan tranquilamente sin reparar en mí, totalmente acostumbrados al trasiego de montañeros.
En estas fechas otoñales los abedules lucen unos preciosos colores cobre que le dan al paisaje un aire de postal.


La cuesta llega a su fin y el camino se suaviza. Entro en una zona muy tupida donde la vegetación es la reina y hasta el silencio parece echarse encima.

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La temperatura es agradable y andar a paso ligero hace que entre en calor y deba quitarme la chaqueta.
Me cruzo con varias personas que, posiblemente, regresen del Amboto ya que su equipación tanto de botas como bastones indican que son montañeros de verdad, no como yo.
También un par de familias con niños pequeños me saludan al pasar, ellos no habrán subido a la cumbre pero seguro que han disfrutado en las campas donde se encuentra mi meta, la fuente Pol-pol.
Unos minutos más tarde al final de una recta aparece ante mi majestuoso, orgulloso, elegante, bello… uno de los montes más codiciados por los montañeros: El Amboto donde, según la mitología vasca, habita su dama, conocida por todos como Mari.

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Me detengo a observar los 1331 metros de altura de este monte casi sagrado que ocupa terreno en Bizkaia y en Araba. Sus paredes verticales y rocosas le dan un aspecto imposible de ascender para muchos.

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Bajo la mirada y, ante mí se abre un valle verde, espacioso, salpicado de pequeños caballos ajenos a otro mundo que no sea este, el suyo.
Pero, mi objetivo no era Amboto sino la fuente de Pol Pol y hacia ella me dirijo. El suelo, bastante embarrado por las lluvias de días anteriores, me dificulta el camino pero, por fin, llego.


Esta fuente ferruginosa tiene varios caños. Me habían advertido del sabor fuerte del agua, no obstante, me decido a comprobarlo y, efectivamente, imposible beber mucha. Su sabor es árido, fuerte, solo para los muy sedientos.
Hacia la derecha una construcción llama mi atención y decido subir a ver de qué se trata. Parece una piscina vacía pero no lo es; es una nevera.

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Un poco más arriba, un refugio de montañeros del que, en ese momento, salía humo por la chimenea.
Me siento a descansar, a tomar aire, aire del bueno mientras pienso en tantas leyendas sobre el monte frente a mí, del que tantas veces he visto fotografías y he leído, pero que jamás había estado tan cerca.
Sé que nunca ascenderé a su cumbre y él también lo sabe. Hacemos un pacto: yo hablaré bien de ti pero tú cuidaras de tantos y tantos montañeros que suben y subirán a tu cumbre.

En el cielo, vigilando mis movimientos, los buitres.

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Y, a mi lado, un pequeño caballo no tiene tiempo de fijarse en mi.

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He de volver al aparcamiento, mi objetivo de visitar la famosa fuente está cumplido. Me siento diferente, con más energía, puede ser la magia, puede ser el aire o el influjo de la dama del Amboto.
Gracias por acogerme.
FOTOS: ANDONI RENTERIA

URKIOLA, PARAÍSO NATURAL

Hoy he decidido llevaros de excursión a uno de los lugares más emblemáticos que adornan nuestra provincia: El Parque Natural de Urkiola, declarado así desde el año 1989.
La superficie de este parque es de 5700 Ha, el cual está formado por la Sierra de Aramotz-Eskubaratz, los Montes del Duranguesado y la Sierra de Aragio.
El Amboto es su monte más alto con 1337 metros; además, es conocido por ser morada de Mari, la “Dama del Amboto”, la diosa suprema de la mitología vasca.
Por la autopista A8 desde Bilbao, llego en un “pis-pas” al peaje de Durango y, de allí, por la carretera nacional BI 623 dirección Mañaria, comienzo el ascenso.
Mientras, por la ventanilla, el paisaje se hace cada vez más bucólico y pastoral: los caseríos, las vacas, los montes…es como si no existieran las prisas, las ciudades, el estrés… Aquí todo es paz.
No pierdo la oportunidad de fotografiar el Eskuagatz, también conocido como la Cara de Mari, a través del parabrisas del coche.

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Después de varias curvas, llego a la cumbre donde se encuentran varios establecimientos hosteleros y el centro de interpretación del parque. Giro a la izquierda y me dirijo hacia el aparcamiento que, a esas horas, no estaba muy concurrido.
A pocos metros, el famoso santuario de Urkiola, cuyos santos titulares son San Antonio Abad y San Antonio de Padua.

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No se sabe a ciencia cierta de cuándo data la primera ermita en este lugar. Se cree que pudo ser entre el siglo VIII y el XI. Hubo, además, un hospital que, según investigaciones, pudo dar cobijo a los peregrinos del Camino de Santiago.
En 1625 comienzan las obras para erigir un nuevo santuario que sufrió diferentes destrozos debido a los temporales, saqueos y guerras acaecidos en aquella época.
La edificación actual, tal y como la conocemos hoy en día, es una obra inacabada de estilo neomedieval que comenzó a construirse en el año 1899 pero, no fue hasta 1933, que se consagró como templo religioso.

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Una gran escalinata da acceso a la iglesia y, desde ella, podemos observar los muros de lo que hubieran sido las torres y el pórtico.
Los pasillos por los que se accede al interior son las inconclusas naves laterales.

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Lo que hubiera sido la nave central es un jardín donde se halla un pequeño campanario de estilo neoclásico y una pequeña escultura dedicada a la vida en Bizkaia que está compuesta por una laya (herramienta usada en la agricultura), una turbia de piedra (que nos recuerda a la industria) y un ancla (en honor a la vida en el mar).

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Pero, si hay algo característico en este lugar de oración es, sin duda, una gran piedra situada en el exterior del que se afirma que es un meteorito y que, según cuenta la tradición, a todo aquel que de siete vueltas a su alrededor, San Antonio de Padua le ayudará a encontrar pareja.

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Ahí me veis con la piedra pero, no, yo no di las vueltas.
El entorno del santuario es realmente precioso, con varios caminos para hacer senderismo; sus magníficos bosques con hayas, robles, tilos…son un verdadero espectáculo.

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Mientras me dirijo al mirador de las Tres Cruces todo llama mi atención: ramas con formas imposibles, troncos huecos que me recuerdan a las casitas de duendes, piedras de aspecto curioso, setas al borde del camino o un hongo seco gigante incrustado en un haya.

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Desde el mirador se divisa gran parte del parque natural y, por supuesto, la sierra de Amboto.

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En la foto me podéis ver observando un panel informativo con los nombres y dibujos de los montes del entorno.

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Me encanta este lugar, te sientes en la cima del mundo.
Al volver hacia el aparcamiento mi curiosidad se centra en una construcción que sirvió como nevera desde el siglo XVII. Se trata de una cavidad cilíndrica con paredes de piedra que ha sido rehabilitada aunque, lógicamente, ya no se utiliza.

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Muy cerca de allí han construido un refugio con servicios y cocina donde poder descansar o preparar algo para comer. Fuera, una piedra de molino decora una fuente con un agua fresca y deliciosa.

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Me monto en el coche para dirigirme al Centro de Interpretación Toki Alai que se encuentra a unos cientos de metros de allí.

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Desde este centro se llevan a cabo diferentes actividades de información, educación y divulgación dirigidas a todos los públicos.
En el jardín de la casa, lo primero que me encuentro es una recreación de una carbonera y un panel donde se explica cómo se conseguía el carbón vegetal.

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La entrada es gratuita y, la persona que me atiende, me facilita información sobre las distintas rutas que se pueden realizar en el parque.
Una visita por el interior es como asistir a un curso intensivo de Ciencias Naturales donde puedes escuchar sonidos de los bosques, puedes tocar un buitre, puedes observar a un oso sin peligro de ser atacado o puedes conocer el parque entero sin moverte de allí examinando detenidamente la maqueta gigante.

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Con los audiovisuales y paneles explicativos repartidos por las aulas, te haces buena idea de cómo es la flora y fauna de tan idílico lugar.

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Os lo aconsejo, seguro que descubriréis muchas cosas que no conocíais.
Dispuesta a volver a Bilbao, alguien me aconsejó antes de partir, una visita a una granja con ovejas y, claro, allá que fui.

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¡Qué simpáticas son! Me recibieron balando y las más pequeñas brincando.
Después de tales muestras de “cariño” regresé a la realidad, al asfalto, al ruido, al estrés… pero con una sensación de paz y con la promesa de volver.

Gracias Andoni Renteria por tu paciencia detrás de la cámara.