ASESINATO EN LA VERBENA

Corría el mes de julio de 1903, mes de verbenas y festividades. En Deusto, todavía
independiente de Bilbao, se celebraba una romería en una calurosa noche. El ambiente lúdico y musical no presagiaba lo que le ocurriría a Luciano Sarasola, atractivo joven deseoso de disfrutar de una velada en la que, con suerte, conocería a alguna buena moza. Por allí andaban varias mujeres jóvenes esperando a que les propusieran bailar. Eso fue lo que Luciano hizo con una de ellas, que resultó tener novio quien, al ver a su prometida en brazos de otro, comenzó a insultarle, a gritarle y a pegarle puñetazos. El pobre apaleado cayó al suelo,moribundo y falleció sin que nada se pudiera hacer por su vida.

Los testigos aseguraron que “El Rubio”, así le conocían, era el agresor y que portaba un arma blanca en su chaqueta. La Guardia Civil de Deusto detuvo a varios sospechosos, pero ninguno se declaró culpable ni admitía los hechos por los que se les acusaba. No eran casos aislados y era necesario resolverlo con la mayor rapidez. Tras una ardua investigación, los agentes concluyeron que “El Rubio” no era el asesino aunque sí participó en la trifulca. Días después se supo que el fallecido, un asilado de la Casa de la Misericordia, solo contaba con dieciocho años y trabajaba como calderero en un taller del muelle de los Astilleros.

El caso fue resuelto en once días. Se detuvo al ejecutor y se le requisó un gran cuchillo que, después de ser examinado, se concluyó que era el arma homicida. Una semana más tarde hubo otra pelea en una romería de Arrigorriaga de características
parecidas a la de Deusto. Desafortunadamente, era habitual leer en la prensa de entonces, casos de delitos y de uso de armas de fuego y cuchillos sobre todo en las verbenas de las noches estivales. Las chulerías, el alcohol y los robos solían ser los ingredientes para echar abajo una noche de fiesta y diversión.

Para ilustrar mi texto he cogido una foto de Internet de una verbena. Los datos son: Iris Park 1936, autor Miguel Marín Chivte.

FUENTE DEL PERRO

En pleno Casco Viejo existe una fuente que, además de quitar la sed, es visitada por los turistas quienes, cámara en mano, la fotografían con curiosidad y asombro.

Originalmente hubo un surtidor en este mismo emplazamiento llamado “Los chorros de San Miguel”; tomando, así, el nombre del santo que, en una hornacina, lucía en la fachada de una casa torre ya desaparecida, en esta misma calle. El siglo XIX llegó con muchos cambios y modernidades para nuestra villa, tanto arquitectónicas como culturales o sociales. Uno de esas reformas fue la de la mencionada fuente en el año 1800, por parte de Juan Bautista de Orueta y Miguel de Maruri, que la diseñaron en estilo neoclásico con claras referencias a la arquitectura internacional. Las piedras con las que se construyó pertenecían a la antigua muralla del siglo XIV que rodeaba el Casco Viejo

Cabe destacar la forma de sarcófago paleocristiano de la pileta, con cabezas de leones en sus caños. El nombre de “El Perro” se fue popularizando entre los bilbaínos que, al no haber visto nunca una imagen de leones, confundieron estos con perros.  Con el paso del tiempo, la fuente dio nombre, también, a la calle.

Este lugar era muy frecuentado por aquellos infatigables aldeanos que llegaban a la villa con sus burros cargados de productos para vender en el mercado de la Ribera. Aquí se detenían para refrescarse y para que abrevaran sus animales.

FOTO: ANDONI RENTERIA

 

 

EL AZULITO, OTRO EMBLEMA DE BILBAO

Varios son los emblemas de nuestra villa de los que nos sentimos muy orgullosos los bilbainos. Pero sin duda hay uno que, por haber desaparecido de nuestras calles, nos emociona aún más. Se trata del «Azulito». Este autobús pequeño, de color azul, de aspecto coqueto y de asientos cómodos circulaba por las calles de Bilbao entre los años sesenta y ochenta del pasado siglo. Seguro que muchos recordáis haberos montado para trasladaros de una punta a otra de la villa. Aunque realmente su estatus era de microbús, el nombre por el que ha pasado a la historia bilbaina es «El Azulito».

Dos características lo hacían tan especial: una era la posibilidad de que el chófer te parara donde le indicabas y la otra era que nadie podía ir de pie; las plazas eran las justas para ir sentado en sus asientos de cuero artificial de color marrón. Esta última peculiaridad y su color, le hizo merecedor del apelativo «el cielito» en un juego de palabras con el «Azulito»; ya que era azul y solo entraban los justos. También se hacían bromas con su marca y no faltaba quien aseguraba que, por unas pocas pesetas, disponías de un Mercedes Benz con chófer.

Hace unos días tuve la suerte de disfrutar de un buen rato en compañía de varias personas vinculadas a este último «Azulito». Quedamos en el Museo Mercedes Benz Aguinaga en Barakaldo donde, desde hace un tiempo, se encuentra protegido de las inclemencias del tiempo, cuidado por manos expertas y admirado por todos los visitantes del museo.

Allí me esperaba Kepa Elejoste, presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao para darme varios detalles sobre este microbús desaparecido de nuestras calles, pero no de nuestra memoria. Este «Azulito» es el único que se conserva; ya que el resto de unidades fueron al desguace. Se matriculó en el año 1972 y, tras dejar su función, el Ayuntamiento de Bilbao se hizo cargo de él hasta 1994 que pasó a manos de la asociación. Al principio estuvo a la intemperie, luego lo llevaron a un pabellón del Parque de Bomberos de Derio. Hasta que, en 2017, se pusieron en contacto con Juan Aguinaga, hijo del empresario automovilístico Jose Aguinaga, quien acepto de sumo agrado acoger en sus instalaciones de Barakaldo a este tesoro de color azul, ejemplar único y, como asegura Kepa Elejoste: «se trata del último mohicano».

Bilbobus, el servicio de autobuses urbanos de Bilbao, ha colaborado en la restauración de algún detalle del «Azulito», como así me indica Kepa Elejoste.

Además de Kepa, a la cita acudieron cinco personas más que vivieron o viven el día a día del «Azulito»: Maite Villamor y José Luis Pascual, antiguos chóferes; José Félix Artetxe, el único que actualmente lo conduce en sus esporádicas salidas; Javier Villuela, responsable del Museo Aguinaga y Marino Montero, colaborador de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao.

Maite y José Luis me relataron varias anécdotas y curiosidades, como que, en el año 1979, un grupo de personas pagaron su billete, se subieron y, con premeditación, sacaron unas pancartas para protestar por alguno de los temas del momento. Minutos más tarde todos los ocupantes del autobús, fueron detenidos por la policía.

Maite recuerda que siendo cobradora en los autobuses urbanos con la edad de veinte años, le ofrecieron presentarse a las pruebas para conducir el «Azulito». No lo pensó dos veces. Con su decisión, su ilusión y destreza obtuvo el puesto junto a siete jóvenes más. Nunca tuvo ningún problema por ser mujer. Al contrario, todos fueron amables e, incluso, unas navidades un matrimonio que utilizaba habitualmente los servicios de esta línea, le hizo entrega de un sobre con un billete de las antiguas pesetas como aguinaldo por su amabilidad.

Maite y José Luis también me contaron que el tráfico entonces era mucho más denso que ahora y que se hacía más difícil transitar por las calles de la villa. Otra de las cosas que llama la atención en nuestros días, es que se podía fumar y, para ello, cada asiento llevaba en el respaldo un cenicero.

José Félix Artetxe, además de conducir el «Azulito» cuando lo prestan para algún acto benéfico o evento social, es miembro de la directiva de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao y me explica que, cuando circula por cualquier calle, todos se quedan mirando y muchos toman fotografías con sus móviles; algunos porque nunca lo han visto en movimiento y otros con la intención de atesorar un recuerdo de aquel vehículo que, seguro, utilizaron en más de una ocasión.

Este «Azulito», concretamente, circuló algo menos de veinte años y realizaba la ruta Uribarri-Ingenieros. En el cartel que lleva en el techo ahora se lee ASOCIACIÓN AMIGOS DEL FERROCARRIL DE BILBAO, pero entonces se identificaba con la letra F.

Es cierto que eran algo más caros que el resto de autobuses urbanos, pero quien montaba en este microbús sabía que la comodidad y el hecho de apearte fuera de las paradas establecidas, merecía la pena pagar unas pesetas más.

De tanto escucharlos contar anécdotas, no pude resistirme a ponerme en su lugar y decidí ocupar el asiento del conductor donde pude sentir la emoción de compartir parte de la historia del transporte público de Bilbao y, por un momento, me imaginé siendo una de aquellas jóvenes mujeres, pioneras que no dudaron en ejercer una profesión, hasta entonces, desempeñada por varones.

Por supuesto, Maite y José Luis también posaron sentados frente al gran volante. En su caso les trajo esos recuerdos imborrables de tantas y tantas horas recorriendo las calles del Botxo con el que era considerado como un taxi colectivo.

Me explicaron cómo se abría la puerta, cómo cobraban el importe a los usuarios, cómo se detenían ante la petición de los pasajeros y muchos chascarrillos más.

Todo en su interior se mantiene tal y cómo lo dejaron hace más de cuarenta años. Solo han reformado el relleno de los veintinueve asientos que posee esta unidad.

Y, como no podía ser de otra manera, todos nos sentamos en sus famosas butacas de piel artificial para inmortalizar el momento.

Cuando le pregunto a Kepa Elejoste si hay personas o entidades que solicitan utilizar el «Azulito» para algún acto, me cuenta que sí, que lo han cedido para bodas, cumpleaños, eventos solidarios o películas y que siempre les compensan con algún donativo. Eso sí, me asegura que el único que lo conduce es José Félix Artetxe, esa es una de las condiciones para prestarlo.

Kepa me muestra, también, un libro donde constan todos los itinerarios que realizaba este «personaje» bilbaino. Sin duda, una joya que guardan con mucho celo en la asociación que preside.

Desde hace unas semanas han hecho un llamamiento a todos los conductores y conductoras del «Azulito» para homenajearlo como se merece en el sesenta aniversario de su puesta en funcionamiento y, para ello, han organizado un encuentro de hermandad donde, sin duda, no faltarán miles de anécdotas vividas por todos ellos durante el tiempo que dio servicio. Dicha celebración está prevista para el día 4 de mayo, fecha en la que pasó a formar parte de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao en el año 1994. A día de hoy son muchos los que han aceptado esa invitación donde, seguro, aflorarán muchos recuerdos y sentimientos.

Para terminar este post solo me queda dar las gracias a Kepa, Marino, Maite, José Luis, Javi y José Félix por prestarme su tiempo y sus recuerdos. Gracias, por supuesto, al Museo Aguinaga por abrirme sus puertas y, como bilbaina nostálgica, quiero agradecer de corazón a la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao por mantener vivo este significativo medio de transporte que forma parte de la historia de nuestra villa.

Eskerrik asko, guztioi!

¡Muchas gracias a todos!

FOTOS: ANDONI RENTERIA