Emiliano Amann Palme, bilbaíno nacido en la segunda década del siglo XIX, procedía de una familia alemana y, además de ser el fundador de este gran centro comercial, trabajó como Agente de seguros marítimos y tomó parte en la creación del tranvía Bilbao-Las Arenas.
Su gran comercio vendía todo lo necesario para el hogar y para la familia; desde ropa, objetos de decoración, artículos de higiene o juguetes. Con veintiséis departamentos, era el mejor surtido de Bilbao, incluso vendían artículos para la práctica del alpinismo; y su sección de los vinos estaba considerada la más selecta de la villa.
En 1864 se abrió la tienda al público ocupando la planta baja, la primera y la segunda, el resto quedaba destinado a las habitaciones y estancias para la familia.
Ya entonces, a principios del siglo XX, estos grandes almacenes situados en la calle Belosticalle del Casco Viejo, realizaban unas magníficas campañas de marketing enfocadas a promocionar sus productos; como el sistema de venta denominado “Al cucharón” por el que los clientes podían escoger tres juguetes al precio de una peseta siempre y cuando cupieran en un recipiente que decidía el propio establecimiento. Otro de sus reclamos eran los adornados escaparates a los que se acercaban los bilbaínos para contemplar la gran variedad de objetos expuestos.
Quizá la del 15 de febrero de 1905 fue la campaña publicitaria que más dio que hablar. Aquella tarde, el hijo menor del dueño, colocó una gran vela y la encendió en uno de los escaparates, a la vez que eran arrojados desde las ventanas del establecimiento cientos de miles de confetis. La prensa de entonces, aseguró que más de mil personas se habían congregado allí. Se aseguraba, incluso, que tuvo que intervenir la policía.
El objeto de aquella “txirenada” no era otro que conseguir que se acercaran los clientes al comercio y apostaran cuánto tiempo permanecería encendida la vela. Los que más se acercaran al resultado final serían agraciados con algún premio.
Fueron unas quince personas las que se aproximaron bastante a las 179 h y 40’ que permaneció el cirio prendido y que acreditaron varios testigos como el vigilante del Ayuntamiento, el sereno de los almacenes y varios señores influyentes de la sociedad bilbaína, para que no hubiera lugar a dudas.
Cuando el 11 de septiembre de 1892 falleció por un problema cardiaco el empresario Amann a los 71 años de edad, la familia se trasladó a la calle Correo y uno de sus trece hijos se hizo cargo del negocio hasta que, en los años cuarenta del pasado siglo, sus puertas se cerraron para siempre.
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