MATAR, SI, PERO CON HIGIENE

En 1921, el Ayuntamiento de Bilbao, promulgó una ley para cumplir una serie de normas de higiene en la matanza de reses para el consumo de los ciudadanos y se decidió buscar un lugar para el que se le conocería como matadero.
Ya en el siglo XVII en la villa existió un edificio al lado de la calle Barrencalle que hizo las veces de matadero.
Sin embargo, no fue suficiente para suministrar a la población que iba creciendo y hubo que trasladar este servicio a la calle Banco de España donde estuvo hasta que, de nuevo, en 1869 las autoridades se plantearon otro traslado. Esta vez la idea era alejarlo de la vida cotidiana del centro de la villa pero, debido a la guerra carlista y a los problemas económicos que esta generó en la ciudad, hubo que esperar hasta 1878 cuando, después de pensar en zonas como Atxuri o Uribitarte, fue la calle Tívoli la ubicación elegida.

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Tres veterinarios, uno era el Director Técnico del Matadero y los otros dos sus ayudantes, debían realizar un reconocimiento a la res antes de sacrificarla para atestiguar la buena salud de la misma y, garantizar así, su consumo.
Además de estos profesionales, la figura del Conserje jefe era de las más importantes; debía aportar cinco años de experiencia y saber leer y escribir.
Varios eran los puestos en los que se requería de un estómago fuerte y sin remilgos. Los matarifes se encargaban de hacer honor a su nombre y sacrificar a los animales.
Las ventreras eran mujeres trabajadoras cuya función consistía en extraer del vientre (de ahí su nombre) el sebo, la manteca, los intestinos y el cuajo de aquellos animales sacrificados.
Además, debían transportar todo aquello a la tripería.
El resto de empleados eran el sellador, el pesador, limpiadores y porteros. Como curiosidad, el hecho de que los mozos de establo eran los únicos a los que se les exigía hablar en Euskera.
Cada día, al finalizar la jornada, no podían quedar restos de carne en el local. Todo era transportado a los lugares de venta y el matadero debía mantenerse limpio hasta el día siguiente.
El Ayuntamiento era el responsable de suministrar la carne pero siempre con unas medidas de higiene, así se garantizaba la salud de los bilbaínos.

SORTEO LABORAL

Una de las consecuencias en Bizkaia, de la guerra de Europa o Primera Guerra Mundial, fue la crisis laboral.
La actividad minera y la producción siderúrgica se vieron gravemente afectadas, lo que produjo un aumento del paro.
Hubo varias empresas que se vieron obligadas a disminuir las horas a los trabajadores y, otras más drásticas, despidieron a muchos de sus empleados.
El Noticiero Bilbaino publicaba en sus páginas, cómo los socialistas vizcaínos, en un intento de mejorar el mercado de trabajo, rogaban a los obreros de otras provincias que pensaban conseguir empleo en Bizkaia, que se abstuvieran de venir y, los que vivían aquí pero eran de otros lugares y su situación era precaria, se les intentaba convencer de la vuelta a sus orígenes.
Estas medidas no parecían muy solidarias ni humanitarias.
Otro consejo fue elaborar unas listas con los vecinos de la villa que buscaban empleo, para participar en un sorteo y conseguir alguno de los puestos que el Ayuntamiento iba a crear para atender una cantidad importante de obras públicas que estaban en proyecto.
A estas obras solo les faltaba, en aquel octubre de 1914, que se las dotara de presupuesto.

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Para ello, una comisión del Ayuntamiento con su alcalde Marco Gardoqui a la cabeza, se desplazó a Madrid. Necesitaban el desbloqueo de fondos para dar inicio a dichas obras y, de esa manera, conseguir una mejor situación económica y social en nuestra villa.
Además de las obras nuevas se trataba de que se mantuvieran las ya existentes como la ampliación del cementerio de Vista Alegre, reformas de diversos edificios o el asfaltado de algunas de las calles de la ciudad.
Muchos trabajadores se manifestaban y acudían a las puertas de la Diputación reclamando trabajo pero, el problema, eran los fondos. Dicha entidad tenía las arcas vacías.

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Era una situación difícil y, se criticaba, que desde el gobierno de Madrid tampoco colaboraban para que mejorara.
Finalmente, el alcalde, hubo de crear una reglamentación para asignar puestos de trabajo de cara a cubrir las vacantes de una obra en el Monte Arraiz.
Los requisitos para formar parte de esa lista eran claros:
– Apuntarse antes del día 22 de aquel mes de octubre
– Los turnos serían de 10 jornadas, renovables de 5 en 5 jornadas
– El primer turno sería de 15 días.
– El ingreso en el trabajo sería por el orden de número asignado
– La no presentación implicaría la pérdida del turno.

Fue una sorpresa para todos que, tras el sorteo de los primeros 50 puestos, solo se presentaron 47. Días después se realizó otro sorteo para 33 obreros y se personaron 22 hombres.
Hoy en día las colas para acceder a un trabajo son enormes, tal y como están las cosas y suena extraño que, habiendo aquella crisis, no todos los convocados se presentaran. ¿No os parece?