LA VIRGEN DE BEGOÑA BAJO EL AGUA

Han pasado cincuenta y cinco años desde aquel 15 de septiembre de 1963 cuando una imagen de la Virgen de Begoña, de poco más de un metro de altura esculpida en bronce por el artista Joaquín Lucarini, partió desde el Ayuntamiento de Bilbao a las ocho y media de la mañana pasando por Galdakao, Amorebieta y Gernika hasta llegar a Bermeo donde la esperaban para embarcar y dirigirse hacia San Juan de Gaztelugatxe.
La idea de la entronización bajo las aguas de este lugar mágico y emblemático de Bizkaia, surgió de Giovanni Marra, también conocido como Juan Marra gran aficionado al submarinismo, y de un grupo de buceadores que quisieron rendir tributo a tres compañeros del club CEVAS (Centro Excursionista Vizcaino de Actividades Subacuáticas) que habían fallecido en el mar y honrar la memoria de aquellos que murieron en la trágica galerna de 1912 en Bermeo.
Aquella aventura no fue fácil; necesitaron ayuda de las instituciones, así como tuvieron que organizar una cuestación popular para sufragar los gastos.


Al acto de entronización no faltó el Obispo de Bilbao, Pablo Gúrpide para bendecir una ceremonia a la que acudieron cientos de personas y casi 500 embarcaciones que no quisieron perderse aquel importante acontecimiento popular, además de religioso.
A doce metros de profundidad, a poca distancia de los arcos cercanos a la ermita, la entronizada Virgen de Begoña protege, desde entonces, a todos los que, cada día, se enfrentan a las dificultades del mar. Y, cada año, se realiza una ofrenda floral y una misa en el monolito situado en la carretera frente a la ermita para recordar la entronización.
Ayer, 16 de septiembre, asistí por primera vez a este acto tan emotivo invitada por Anna Marra, hija del fallecido Juan Marra que organiza CEVAS.

 


A las doce de la mañana, el sacerdote de Bermeo ofició una misa en la que todos los asistentes participaron con devoción.


Al terminar se realizaron dos homenajes: Por un lado a Joseba Fernández, miembro de la Comisión de San Juan de Gaztelugatxe y, por otro lado, a Ramón Garaizar del grupo Kankinkabara, recientemente fallecidos.
Precisamente, ha sido este grupo de música y danza de Bermeo quien amenizó la mañana con su aurresku de honor y sus txistus.

La eurodiputada, Izaskun Bilbao, se emocionó al pronunciar unas palabras durante la eucaristía.


En el monolito se depositaron diversos ramos de flores en memoria de los fallecidos en el mar. Así como, varias embarcaciones, arrojaron flores al agua en el punto exacto donde se encuentra la imagen de la “Amatxu” de Begoña.

 

Por aire, también quisieron sumarse a este acontecimiento dos avionetas del Real Aero Club de Bizkaia, quienes cada año vuelan alrededor de San Juan, ofreciendo a todos un magnífico espectáculo.


Como colofón a una mañana estupenda cargada de emociones, nos ofrecieron a los asistentes un tentempié y unas bebidas.
Solo puedo terminar agradeciendo a Anna Marra el haberme invitado y agradecer a todos los que me aportaron información para realizar este post.

FOTOS: ANDONI RENTERIA.

BERMEO, VIDA EN EL MAR

Si hablamos de Bermeo, todo el mundo lo conoce, incluso los que nunca han puesto un pie en esta villa marinera.
Todos habéis oído hablar de ella, habéis escuchado sus historias de pescadores, de barcos, de galernas, del carácter bermeano…
Hoy os contaré algo más sobre este precioso pueblo enclavado a los pies del monte Sollube, frente al mar Cantábrico.
Mi visita comienza en el alto de Sollube donde las magníficas vistas a Bermeo y la isla de Izaro me hacen olvidar el frio de primera hora de la mañana.

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Unos minutos para tomar unas fotografías y, de nuevo al calor del coche, me dirijo hacia el pueblo. Mi destino: el puerto.
Llego allí atravesando calles y comprobando cómo se va expandiendo el pueblo, como si quisiera subir por la ladera del monte.
Con 17000 habitantes, Bermeo, es la localidad más poblada de la comarca de Urdaibai.
Paso al lado del casino obra de Severino de Achúcarro, ubicado en el parque Lamera, reconstruido después de las inundaciones de 1983.
Es temprano y no encuentro ningún problema de aparcamiento en este puerto, el más importante en pesca de bajura de Euskadi.

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Me acerco a la OLA de Néstor Basterrechea. Realizada en acero corten en el año 2006. Con una altura de 8 metros, se trata de una auténtica ola gigante.
Me subo a ella con intención de surfearla mientras Andoni inmortaliza todas las payasadas que hago.

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Son muchos los rincones que esta villa marinera ofrece al visitante, para tomar imágenes que quedarán siempre para el recuerdo.
Continúo el paseo y diviso una preciosa torre.

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Declarada Monumento Nacional, la Torre de Ercilla asoma encima del puerto viejo y, desde 1948, su interior alberga el ArrantzaleenMuseoa, Museo del Pescador.
Esta singular edificación, perteneció a una familia ilustre de comerciantes: los Ercilla, y es la única torre bermeana que permanece en su casco histórico, habiendo sido rehabilitada para disfrute de todos.
Se construyó a finales del siglo XV como residencia de la familia. Durante siglos las reformas han sido constantes; la última finalizó hace unos meses.
Es uno de los pocos museos del mundo dedicado exclusivamente a esta profesión, tan dura como apasionante.

Por supuesto, no dudo en entrar a ver la exposición.

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La persona que me atiende en la puerta, me explica cómo realizar el recorrido, comenzando por un audiovisual en una pequeña sala, en la que se cuentan diferentes aspectos de la vida en la villa.
Prosigo la visita observando aparejos de pesca, de navegación y una gran trainera colgada del techo.

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En la segunda planta un esqueleto de ballena nos recibe en mitad de la sala. Varias pantallas explicativas para entender y conocer el arte de cazar estos grandes mamíferos.
En total son cinco plantas en las que podemos observar y aprender mucho sobre una profesión, que ha sido y es, el modo de ganarse la vida de muchos hombres y mujeres del pueblo.
Al salir de allí me dirijo a la plaza del Ayuntamiento, atravesando calles, observando edificios y hornacinas con santos, en algunas fachadas.

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La casa consistorial fue construida en el año 1732. Considerada monumento histórico artístico posee, en su pared principal, dos curiosos relojes de sol.

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En el medio de la plaza el kiosko de música, al que me subo para divisar desde allí, el conjunto que forma el ayuntamiento y la iglesia Santa María de la Asunción que data del siglo XIX, lo que la convierte en la más nueva de Bermeo.

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Atravieso su puerta para adentrarme en un templo vacío en ese momento, donde se respira paz y silencio, ideal para tomar fotografías y contemplar el magnífico retablo.

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Minutos después, ya en la calle, escucho a los bermeanos hablar en su dialecto derivado del euskera vizcaíno, tan diferente al que nos enseñan en las aulas de la capital. Mi oído no está acostumbrado y me cuesta entenderles.
Son amables y siempre están dispuestos a ayudarte con una dirección o, incluso, aconsejarte qué ver o qué comer.
Siempre tan orgullosos de su pueblo.
Deambulando por sus callejuelas, unas simpáticas neskak, aparecen con sus cestas de pescado. Vayas por donde vayas, las esculturas en Bermeo, te encuentran y te hacen parar para disfrutarlas con detenimiento.

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Se hace tarde y el apetito asoma. Decido volver sobre mis pasos, no sin antes visitar la obra MONUMENTO AL PESCADOR. Se trata de un conjunto escultórico de gran sensibilidad y crudeza al mismo tiempo. Representa a una mujer mayor sentada, un hombre señalando hacia el mar, una niña y, unos metros más atrás, como si no quisiera contemplar el horror, se encuentra otra mujer con un bebé en brazos. Todos miran a aquella galerna de 1912 en la que 143 vecinos de la localidad no regresaron jamás a tierra.

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Es una escultura muy expresiva y se te parte el alma imaginando aquel horror.
De nuevo en el coche, camino de Bilbao, después de una magnífica mañana en esta villa marinera por excelencia, charlando con sus gentes, escuchando el mar, oliendo el salitre y aprendiendo de su historia.

Una vez más, gracias Andoni Renteria por tus fotos y tu compañía.