JUANJO NAVAS, PASIÓN POR EL FLAMENCO

Cantar flamenco en Bilbao parece una osadía; algo para valientes puesto que nuestra tierra no es cuna de este arte cuyo origen hay que buscarlo en Andalucía dos siglos atrás.
Una expresión artística que viene acompañada, casi siempre, de danza y de música. El flamenco, declarado en 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, ha cruzado el charco y se ha instalado en países como Méjico, Panamá, Puerto Rico o El Salvador, así que, ¡Cómo no lo iba a hacer en Bilbao!
Desde hace unos años el flamenco es más conocido y amado en Euskadi, donde ya no faltan academias tanto de música como de baile.
Hace unos días me cité con Juanjo Navas, uno de los que apunta maneras y que, poco a poco, con mucho arte y humildad va consiguiendo que su nombre se escuche entre los grandes del flamenco.
Me apetecía mucho que me explicara cómo empezó, que me contara cosas de su vida. Para ello, decidimos dar un paseo por las calles de Bilbao y recorrer esos espacios que han sido tan importantes en su vida profesional.
Al primer lugar que nos dirigimos fue al club El Edén de la calle San Francisco en Bilbao La Vieja.


Juanjo, ¿Por qué es tan especial para ti este sitio?
-Mira, en ese balcón de ahí, canté yo dos saetas en euskera, en la pasada Semana Santa, la de 2018, durante la procesión del Nazareno.
-Fuiste la primera persona que ha cantado saetas en euskera, ¿Eres consciente de que has hecho historia?
-Sí, eso me dicen todos. Reconozco que cuando me lo propusieron dudé, ya que mis conocimientos de Euskera no son muy amplios.
Las saetas las escribió Beñat Arginzoniz ¿No?
-Sí, A Beñat, lo conocí en un concierto, me regaló un libro suyo de poemas que me emocionó, y ahí comenzó nuestra amistad. Un tiempo después, la Asociación BilbaoHistoriko se puso en contacto con él porque buscaban a alguien para cantar una saeta en la Semana Santa bilbaína, Beñat me lo contó y así fue como nos metimos en este lio.
Maravilloso lio.
-Efectivamente, me siento muy orgulloso y, como todos me dicen, he hecho historia.
-Todos tenemos en mente esa imagen tuya con Beñat en este balcón pero, cuéntame, ¿Estabas nervioso?
-No especialmente; sentía mucha responsabilidad, pero estaba feliz. Eso sí, se me pasó todo muy rápido, casi no tuve tiempo de disfrutarlo.
-Juanjo, tú has nacido en Otxarkoaga pero tu familia viene de Andalucia.
-Sí, yo nací aquí, mi familia llegó desde Andalucía en los años cincuenta.
Y, supongo, que el arte lo llevas en la sangre.
-Mi abuelo materno era conocido como “Pepe Córdoba” o “Malaquías” y ya era una figura del cante en su Baena natal; aunque nunca actuó en conciertos ni nada parecido aquí en Bilbao se hizo muy popular. Todavía hay gente que me habla de él con mucho cariño y admiración.


Deduzco que tú escuchabas flamenco desde la cuna.
-Sí, en mi casa era lo más habitual. Música pop o rock no era frecuente. Mis padres han sido siempre más de Camarón, Valderrama, Marchena, Paco de Lucía…
La música de estos grandes artistas se puede considerar la banda sonora de tu vida.
-Efectivamente, por eso para mí fue muy fácil dedicarme a ello; era un arte que había mamado desde niño.
-Y todo esto sin asistir a clases de flamenco, de música ni de ningún tipo.
-No, nunca he tomado clases. Me he formado escuchando a los grandes, a los maestros. Estoy a favor de algunas técnicas de voz pero sin perder la esencia del cante. Cantar flamenco te tiene que salir de la tripa, es como un pellizco que sientes y que lo echas “pa fuera”. Lo que si he hecho es asistir a un taller con Laura Vital, una profesora del conservatorio de Sevilla que me animó a continuar cantando. Algo vería en mí cuando me insistió tanto en que no lo dejara, y le hice caso.


-Supongo que tu familia también te lo dirá.
-Sí, me siento muy apoyado por toda mi familia. A mi mujer y a mis hijos también les gusta lo que hago.
¿Tus niños se inclinan por el flamenco?
-Les gusta todo tipo de música y tienen buen oído pero no les veo todavía decantándose por ningún género en concreto.
Hemos llegado a la puerta de un lugar que significó mucho para ti.

-Así es, la Sociedad Filarmónica me trae muy buenos recuerdos. Fui el telonero de Los Habichuela en un concierto que ofrecieron aquí. Salí solo al escenario y me encontré la sala llena. Todavía rememoro aquel momento y me emociono.


Pero, no es el único escenario importante para ti. He leído por ahí que el Guggenheim, el Teatro Campos, la Sala BBK, Bilborock, el Teatro Barakaldo…y muchos más han colgado el cartel con tu nombre.
-Es cierto. Por ejemplo, en el Auditorio del Museo Guggenheim actué en la fiesta de Gorabide en un acto entrañable y muy emotivo. Y en la Sala BBK fue una actuación muy especial con el gran Gontzal Mendibil. Aquel día el salón estaba lleno y se quedó mucha gente fuera, sin poder entrar.


También me consta que has salido de Bilbao para actuar en diversas ciudades como Oviedo o Zamora pero, hay un lugar que para los cantaores significa mucho, ¿No es así?
-Sí, Casa Patas es una taberna-restaurante y tablao flamenco en el centro de Madrid y se le considera un punto de referencia en este mundo. Actuar allí es como un sueño para cualquiera que se dedica al flamenco.
Normalmente, hay dos guitarristas que te acompañan: Enrique Borja “El Vaca” y Marco Borge.
-Sí, son magníficos los dos, tocan la guitarra como nadie. A veces vienen los dos y otras, por cuestiones de agenda, solo puede acompañarme uno de ellos.
Leyendo en Internet sobre ti parece imposible que con tu edad (43 años) te haya dado tiempo para todo. Háblame de los festivales en los que has participado.
-Es cierto que en estos diez años que llevo ofreciendo conciertos he tenido la suerte de haber colaborado con muchos actos, festivales, eventos… Entre ellos por ejemplo “El Festival de Flamenco de Bilbao”, “Una Ría con Duende”, “Los Trasnoches Flamencos” o “Luna Nueva”, que fue un espectáculo que llevamos al Teatro Victoria Eugenia de Donosti en el que fusionamos danzas vascas con danzas contemporáneas y flamenco.
Con el grupo Txaleo también realizaste una mezcla que a mi me parece impensable.
-Sí, eso parecía a priori, pero lo hicimos. Mezclar el flamenco con el sonido de la txalaparta es algo que emociona de pensarlo, de imaginarlo. Es que somos de Bilbao y aquí todo es posible.
-En eso estoy de acuerdo.


-¿Tú crees que en Bilbao se entiende el flamenco?
-Hace unos años te hubiera contestado que no, y todavía no es una expresión musical que encaje bien. Sin embargo, es maravilloso observar cómo la gente va poco a poco aprendiendo, escuchando y dejándose llevar por las bulerías, seguiriyas, tangos o soleás.
En 2017 publicaste tu primer disco con los poemas de Beñat Arginzoniz, titulado REFLEJOS DE ANDALUCÍA.
-Sí, este fue el primero (Abre una bolsa y lo saca) Es mi primer hijo musical y estoy muy feliz de haberlo presentado en varios escenarios. Espero que no tarde en salir el segundo disco que me encuentro preparando en estos momentos.


-¿Dónde sueles ensayar?
-Suelo acudir a dos salas de ensayo: Una en Barakaldo y otra en LA HACERÍA, en Zorrotzaurre.
-Actuar en casa, en un lugar tan emblemático como la Plaza Nueva y en plena celebración de ASTE NAGUSIA, debió de ser apasionante.
-Jamás hubiera soñado con algo así, fue muy emocionante ver a tanta gente allí; a tantos amigos que vinieron a escucharme y a apoyarme. Me sentí muy querido y arropado. Hace diez años no imaginaba todas las cosas buenas que me están sucediendo.
Bueno, Juanjo, lo que a mí me cuentan es que no solo eres un gran artista, sino que posees un gran corazón; que eres amigo de tus amigos y muy buena gente. Así que eso se tiene que transmitir de alguna manera en tus canciones, en tu música y lo que recoges es fruto de esa mezcla.
Sonríe tímidamente.
-Hablando de escenarios importantes, he leído que pronto pisarás de nuevo el del Palacio Euskalduna.
-Pues sí, el próximo nueve de Febrero a las ocho de la tarde junto con el grupo SONIC TRASH, intentaré meterme en la piel del gran Enrique Morente y rendirle tributo como se merece. Espero que acuda mucha gente y que disfrutemos todos del espectáculo.

Nuestro paseo por Bilbao terminó en el emblemático Café Iruña donde él se pidió una infusión y yo un refresco, mientras me explicaba que, también aquí, había actuado.


He de confesarte que, hablando contigo, me doy cuenta de mi ignorancia en el tema del flamenco y, por ello, te agradezco enormemente, tanto el tiempo que has dedicado para explicarme tu afición, tus sueños y parte de tu vida, como los conocimientos que me has aportado sobre un arte que nunca me ha interesado mucho, pero te prometo que buscaré tus videos. Supongo que los encontraré en Youtube.

-Sí, ahí los cuelgo siempre. Espero que te gusten y que me lo cuentes.
Prometido. Juanjo, ha sido un gran placer pasar una tarde contigo. Te deseo muchos éxitos y que seas enormemente feliz con lo que haces.
-Lo mismo te deseo.

Le pedí una última foto con su primer disco y, entre risas, me aseguró que lo suyo es cantar, no posar.

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Nos despedimos con un fuerte abrazo y, mientras me dirigía a casa, pensé en la suerte de haber conocido a este hombre tan entrañable y tan artista. También pensé en la suerte que tenemos en Bilbao que no nos falta de nada; ni flamenco.
FOTOS: ANDONI RENTERIA.

LA CANELA, BAILAORA Y MUCHO MÁS

Hace unos años me presentaron a Christina como “La Canela”, una reconocida bailaora flamenca, profesora y directora de grupos de baile.
Hoy me siento a tomar un refresco con la idea de que me cuente todo lo que ella quiera sobre su infancia, su vida profesional, sus sueños…
Lo primero que le pregunto es por su nombre artístico.

-Mi nombre completo es Christine Margrethe Lindegaard y decidí llamarme “La Canela” por dos razones. Por un lado soy una apasionada de todo lo que huela a canela; desde perfumes, aromas para el hogar, comida… todo. Y, por otro lado, mi apellido resulta bastante difícil de pronunciar.


¿De dónde procede tu familia?
-Mi padre, aunque nació en Amorebieta, era de origen danés; de ahí este apellido, que como dicen algunos, es muy raro.
Te imagino como una chiquilla inquieta y apasionada, deseando mostrar al mundo su arte.
-Algo así; con quince años ya me gané mi primer sueldo dando clases de guitarra.
¿Cuándo sentiste el gusanillo del flamenco?
-Con dieciséis años empecé a interesarme por todo lo relacionado con el flamenco; pero, en aquella época no era muy usual escuchar esta música en Bilbao. Se organizó una fiesta de sevillanas, ¡La primera en Bilbao! Y el vestuario se trajo desde Madrid porque aquí no existía nada igual. Fue maravilloso. A partir de ahí, ya no pude ni quise dejarlo.
Todo empezó como una afición pero, supongo que acudirías a clases.
-Sí, tuve la suerte de aprender de los mejores. Estudié Danza Clásica, Contemporánea, Jazz y Claqué; además de Clásico Español y Flamenco de la mano de Sara Lezana. He tenido grandes maestros como María Magdalena, La Tati, La China, Merche Esmeralda, Rafael Lorca y una larga lista de nombres que han influido en mi carrera. Soy una afortunada.
En 1986 creaste el grupo CANDELA.
-Eso es; durante cuatro años dirigí el grupo y actuamos en diversos programas de televisión y en muchos locales de Bilbao; años más tarde, dirigí el cuadro flamenco AZAHARA con músicos en directo. Llegamos a actuar en dos ediciones consecutivas de la Aste Nagusia bilbaína y en la Feria de las Naciones.


Realmente es espectacular tu Currículum Vitae; te has atrevido con la coreografía de Zarzuelas, obras musicales, acompañando a la soprano Miren de Miguel en el escenario o al cantautor vasco Tontxu.
-Siempre he sido muy activa y he aceptado todos los retos que me iban proponiendo, como impartir clases de flamenco en Rusia o Francia.
Además, me consta que diriges varios grupos de baile flamenco, organizas eventos tanto de flamenco como de sevillanas, colaboras con la Asociación de Iniciativa Gitana… ¿Hay alguna actuación que consideras que fue muy especial para ti?
-En el año 2005 con la Compañía CHUA ALBA actué en el Museo Guggenheim de Bilbao con un maravilloso e innovador espectáculo en el que se fusionaba la txalaparta con el flamenco. Fue todo un éxito y lo guardo como un buenísimo recuerdo.
He leído que también te has atrevido con los caballos. Háblame de ello.
-En 1997, con la compañía ARABES Y CÍA y la Escuela de Equitación LA GERENCÍA, creé un espectáculo ecuestre llamado BAILANDO CON CABALLOS donde 23 bailarines con ocho caballos fusionaban el baile y el movimiento. Este espectáculo se ha representado tanto en la escuela de equitación de Mioño, como en la plaza de toros de Castro Urdiales, durante, al menos, ocho años y siempre con muy buena acogida por parte del público.
¿Hay algún lugar de Bilbao donde te gustaría actuar que todavía no lo hayas hecho?
-Sí, claro. La Pérgola del Parque de Doña Casilda siempre ha sido mi escenario soñado. No pierdo la esperanza de actuar algún día allí.
¿Tú crees que los bilbaínos entendemos de flamenco?
-No. Hay un sector que sí, pero en general, no es un estilo de música o danza con el que los bilbaínos se identifiquen. Sin embargo, sí pienso que todo el mundo puede bailar flamenco. Unos lo harán mejor, lo sentirán más adentro y otros no, pero todo el mundo puede hacerlo.
Actualmente impartes clases de Flamenco y Sevillanas, además de dirigir varios grupos de baile. Pero, si hay algo que despierta mi curiosidad son dos proyectos que nacen como herramienta para el crecimiento personal.
-Efectivamente. FLAMENCO PARA EL ALMA está dirigido a personas que necesitan mejorar su autoestima y desarrollar un crecimiento personal. Y FLAMENCOACH es un proyecto básicamente para empresas que, apuestan por esta disciplina para ayudar a sus empleados y aumentar, así, la creatividad y efectividad en el trabajo. En estos talleres no buscamos la excelencia en el baile, sino que emociones como la pasión y la alegría las utilizamos para poner atención en el cuerpo y no estar pendientes de la técnica.
Al hilo de estos talleres, creé otro proyecto hace tres años pensado para personas con discapacidad en la que, a través de la música y el baile, tratamos de mejorar su calidad de vida.
Tu entusiasmo por la música lo llevas en la sangre porque tu padre, Pio Lindegaard, fue un referente para ti.
-Sí, por supuesto, mi padre amaba la música y el arte, en general. Fundó en 1958 el primer Jazz Club de Bilbao y pasó casi cincuenta años en la radio hablando de su pasión por el jazz.

Christina mira el reloj, en diez minutos tiene que impartir una clase, me pregunta si quiero subir con ella a la Escuela de Baile. No lo dudo, cogemos los abrigos y nos dirigimos a la academia All Dance, situada a pocos metros de donde nos encontramos.
Al entrar, compruebo cómo todo el personal de la escuela saluda cariñosamente a Christina.
En una sala adecuada específicamente para el flamenco; insonorizada, con espejos y diferentes objetos necesarios para practicar este arte, varias mujeres con ropa de ensayo, esperan a que Christina se vista con su falda larga y sus zapatos de flamenco.Desde una esquina observo cómo realizan el calentamiento con unos ejercicios determinados, mientras escucho los primeros acordes flamencos.


Entre ellas existe mucha camaradería y buen humor; se nota que disfrutan, que lo llevan dentro, que aman lo que hacen.
Christina me va explicando la diferencia entre alegrías, seguiriyas, bulerías, fandangos o soleás.
Me encanta cómo me lo va detallando pero, me temo, que no seré capaz de acordarme de todo con una sola clase.


Mientras la música suena, algo dentro de mí va entendiendo el porqué de tanto amor y pasión por el flamenco. Soy testigo de una maravillosa clase, unas coreografías muy ensayadas, unos pasos certeros, unos movimientos de brazos elegantes y sensuales, una alegría en la mirada…


Después de casi una hora imbuida del espíritu flamenco, salgo a la calle con el alma renovada, con un sentimiento de alegría y con la seguridad de que no será la última vez que asista a una de las magistrales clases de Christina Lindegaard, “La Canela”.

FOTOS: ANDONI RENTERIA