UNA ESTATUA CON MUCHA CONTROVERSIA

A principios de los años veinte del siglo pasado el fervor religioso de un sector de la sociedad bilbaína tuvo la idea de construir un monumento por suscripción popular.
Un socio anónimo del Apostolado de la oración bilbaína realizó una donación de 50000 pesetas para la futura estatua del Sagrado Corazón que se ubicaría en la Plaza Bélgica, nombre que tuvo esta conocida plaza frente a la Avenida de los aliados, que así se denominó a la actual Gran Vía.
Los de izquierdas rechazaron la propuesta pero, tras muchas deliberaciones, la idea comenzó a tomar forma gracias a diversos proyectos que se presentaron, tanto nacionales como extranjeros.
El Ayuntamiento puso dos condiciones: que fuesen ellos quienes aprobaran el proyecto y que la futura estatua se asentara en terreno municipal.
Fueron varios los bocetos, incluso hubo quien propuso instalar un ascensor interior en el futuro monumento.
Finalmente, la propuesta elegida, fue la del arquitecto guipuzcoano Pedro Muguruza y el escultor Lorenzo Coullaut.
El día de San Pedro de 1924 fue un gran día para Bilbao, ya que fue colocada y bendecida la primera piedra.
En un principio se utilizó para la base piedra de las canteras de Mutriku pero, se cambió por razones estéticas, a caliza blanca de la cantera cántabra de Escobedo.
La estatua se fundió en los talleres de la Compañía Euskalduna.

sagrado corazon.
El día de la inauguración no faltaron autoridades; además del alcalde Don Federico Moyua, el obispo, el Gobernador Civil y toda la corporación provincial, también acudieron representantes tanto de pueblos de nuestra provincia como de las capitales más cercanas como Santander, Logroño, Vitoria o Donosti.
Por supuesto, no faltaron tampoco las asociaciones religiosas de la época y obispos de ciudades como Calahorra, Santander, Pamplona o Tortosa, entre otras.
Se levantaron unas tribunas alrededor del monumento para situar a todas estas personalidades.
A las once y media de la mañana del día 26 de junio de 1927 y, tras haber llegado en procesión a dicho lugar, el nuncio de su Santidad bendijo el monumento y descorrió la cortina que ocultaba el bajorrelieve de su fachada principal.
Era mucha la expectación y muchos los bilbaínos que estaban deseosos de ver cómo había quedado la obra para la que todos habían aportado su granito de arena.
Las sirenas de las fábricas cercanas y de los buques en la ría se dejaron oír queriendo participar también del festejo.
Se celebró una solemne misa, para a continuación dar paso a la marcha real interpretada por la Banda de Garellano y la Municipal de Bilbao; terminando el acto con discursos de las máximas autoridades civiles y religiosas.
Como no podía ser de otra manera, también disfrutaron de una suculenta comida para 500 personas, entre ellos muchos pobres, en el Campo de fútbol de San Mamés.
La emisora “Unión Radio” retransmitió el acto desde Madrid para toda España y el extranjero.
Había sido un gran éxito, tanto, que nadie hubiera imaginado que años más tarde se planteara su demolición.
Pero… esa es otra historia que os contaré algún día.