GOIKO, UN GRANDE CON CORAZÓN DE LEÓN

No se me ocurre mejor lugar para tomar un café con Andoni Goikoetxea que la taberna La Campa de los Ingleses, en el interior de la Catedral del fútbol. Nos habíamos citado a las once en punto y, con la sincronización de un reloj suizo, nos encontramos en la puerta donde, entre risas, comentamos la importancia de la puntualidad mientras nos fundíamos en un cariñoso abrazo. Enseguida elegimos una mesa en un rincón tranquilo, al lado de la cristalera desde donde se ve el campo de San Mamés. Yo pedí un café y él agua; agua del Athletic, claro.

Lo primero de todo, Andoni, quiero agradecerte que me regales tu tiempo y quiero que sepas que sentarme frente a ti en este entorno es como un sueño. Si me lo hubieran dicho hace treinta y cinco años jamás lo hubiera creído.
-Bueno, es un honor para mí -me dice con humildad. Tú pregunta lo que quieras y yo te iré respondiendo.
Mi intención con esta entrevista no es hablar solo de fútbol, que para eso ya hay muchos expertos en el tema. Yo quiero conocer a Andoni, al hombre, a la persona. Así que, más que preguntas y respuestas me gustaría que fuese una charla donde tú te sientas cómodo y me cuentes lo que te apetezca.
-De acuerdo. Vamos allá. Nací en Alonsotegi en el año 1956 y ya, desde niño, me gustaba jugar al fútbol con mi único hermano y con los niños del pueblo. No fui un gran estudiante, pero tampoco se me daba mal. Si bien es cierto que siempre preferí un balón a “hincar codos”. En aquella época, en Alonsotegi, había dos equipos: el Larramendi y el Arbuyo, donde empecé a entrenar con catorce años. De hecho, la primera vez que pisé el campo de San Mamés, no fue con el Athletic sino con el Arbuyo, porque la final del campeonato de Bizkaia de infantiles se jugaba aquí. Pisar la hierba de la Catedral era como el premio mayor.
Nuestro rival, en aquella ocasión, fue El Arenas y, a pesar de perder, todos estábamos felices. Aquel fue mi primer partido en San Mamés. Fue entonces cuando Arsenio Calvo, que actuaba como ojeador del Real Madrid en la zona, nos llevó a mi hermano y a mí a hacer una prueba a Madrid. Les gustamos y decidieron que sí nos querían en el equipo. La noticia se publicó en un periódico de Bilbao contando que a los hermanos Goiko les habían admitido en el equipo madrileño y, días después, llegaron a mi casa de Alonsotegi varias personas del Athletic para hablar con nosotros. A partir de entonces no fuimos a Madrid, sino a Lezama. Durante dos años jugué en juveniles y con dieciocho debuté en el primer equipo. De los dieciséis años que me dediqué al fútbol profesionalmente, siempre lo hice en primera división. -me explica orgulloso.
¿Y tu hermano?
-Mi hermano no siguió jugando a pesar de ser muy buen rematador, pero sufría arritmias y se asustó; aunque luego comprobaron que no tenía nada. Estudio Química y trabajó en un laboratorio hasta su jubilación.

¿Qué sintió Andoni Goikoetxea al pisar el campo de San Mamés por vez primera con el Athletic, el equipo de sus amores?
– Te puedes imaginar. Una sensación única y muy emotiva. Además, recuerdo con cariño a mis padres que acudían a verme y se sentaban en unos palcos que había en las esquinas del antiguo estadio, donde invitaban a los familiares. Siempre estuvieron muy orgullosos de su hijo, aunque se ponían muy nerviosos.
Pero mi debut con el Athletic no fue aquí sino en el viejo estadio de Atocha, contra la Real Sociedad en un encuentro de Copa a doble vuelta que perdimos. Luego, aquí, en casa, metí el primer gol en la tanda de penaltis tras la prórroga. En Salamanca jugué mi primer partido de Liga y también marqué un gol.
Cuando empecé a jugar lo hice de interior izquierda, hasta que Gonzalo Beitia me supo poner en la que luego sería mi posición de defensa. Gonzalo fue un entrenador que me enseñó muchísimo y al que siempre le nombro con cariño porque, en esa fase de formación, se convirtió en alguien muy importante para mí.
En el año 87 -continúa con su narración- me incorporé al Atlético de Madrid y allí jugué durante tres años. En la Selección estuve durante cuatro años con Clemente, después entrené a varios equipos españoles y mi último trabajo como entrenador fue en Guinea Ecuatorial, donde residí durante dos años, aunque venía a Bilbao muchas veces. La vida allí es totalmente distinta a la que conocemos. Es un país pequeño y precioso, pero vi muchas cosas muy duras en orfanatos. A uno de aquellos niños que sufría una enfermedad, lo trajimos a operar al hospital de Cruces. Actualmente se encuentra perfectamente y, cada año, pasa aquí los meses de verano. En la actualidad soy embajador de la Fundación Athletic y acudo a muchos actos en los que tiene presencia el club, tanto sociales y deportivos como benéficos.

Te casaste joven.
-Sí, me case con 23 años y mi mujer con 21. Ella es de Castrejana y nos conocimos en las fiestas de Santa Águeda. Estudió Medicina y se especializó en Urgencias. Tuvimos dos hijas y ahora tenemos tres nietos: un niño de seis años y dos niñas de meses. ¡Tenías que ver a mi nieto cantando el himno del Athletic! ¡Se lo sabe entero! Y a todos les habla de los trofeos que tiene su aitite en casa. -me explica divertido.
Supongo que jugará al fútbol, también.
-Sí, claro que le gusta, pero es muy pequeño y, de momento, solo tiene que jugar para divertirse. Hay muchos adultos que se obsesionan con intentar que sus hijos lleguen a ser figuras del fútbol y eso no es bueno. Los niños deben disfrutar sin presiones.
¿Qué te parecen los sueldos que cobran hoy en día los futbolistas?
– Considero que son desorbitados, se han incrementado muchísimo. Antes ganábamos bien, pero no tanto. Aunque esas cifras solo las cobran unos pocos. Los que no llegan a primera y se mantienen en categorías inferiores cobran un sueldo con el que vivir, pero sin grandes pretensiones. Por eso es tan importante la formación, porque luego te encuentras con una edad que debes retirarte y necesitas una buena preparación para optar a otro trabajo. Es un error no dedicar tiempo a los estudios; la carrera del futbolista es muy corta y hay que pensar en el futuro.
¿Quiénes eran tus ídolos o referentes?
– Sin duda, el Txopo que luego fue mi entrenador. También Txetxu Rojo y, a nivel internacional, dos: Franz Beckenbauer y Maradona, cada uno en su época. Maradona era un jugador extraordinario, rápido, bravo y con una técnica muy superior a la media. ¿Me vas a preguntar por lo que todos me preguntan?
Estoy esperando si tú me quieres contar algo de aquel incidente que tanto dio que hablar.
-Bueno, lo pasé muy mal. Tras aquella entrada que le causó una lesión al argentino, cada día tenía en la puerta de mi casa una nube de periodistas. El teléfono no paraba de sonar, todos los medios de comunicación querían hablar conmigo. Decidí alejarme y pasar unos días en casa de unos buenos amigos, porque recibía hasta amenazas. Fue muy duro; me pusieron de apodo “el carnicero de Bilbao”. Yo ya estaba en la Selección Española y algunos periodistas pedían que me echaran de la Selección. Sin embargo, Miguel Muñoz, el entrenador, no se dejó intimidar y me mantuvo en el equipo. En cuanto a Maradona, estuvo tres meses lesionado y, curiosamente, todos sus títulos los ganó posteriormente a aquel incidente. Años después, vino con el Sevilla a jugar a San Mamés. Solicité al delegado de su club hablar con él y aceptó. Recuerdo que quedamos en el hotel Villa de Bilbao y pasamos un buen rato charlando cordialmente. Me dijo que no me preocupase, que ya estaba totalmente recuperado. No hay duda de que era un hombre muy generoso.
Soy consciente de que muchos me recordarán siempre por aquella patada. Cuando viajo fuera de Bilbao, se me acercan muchos abuelos con sus nietos y les dicen: “Mira, este es el que le rompió la pierna a Maradona”. Yo sé que lo cuentan como anécdota graciosa y con mucho cariño, porque a mí se me quiere mucho y lo noto vaya donde vaya.
– ¿Cómo eran los viajes en tu época de futbolista?
-Los primeros años viajábamos en coche cama a Madrid, a Galicia… y lo recuerdo con mucho cariño. Eran, a mi modo de ver, unos viajes con ese glamur que desprenden los trenes. Los vagones eran de dos camas y, poco antes de llegar, tocaban la campanilla para despertarte. Me parecía maravilloso. En autobús también viajamos mucho y hubo una temporada que lo hacíamos en aviones particulares de diez o doce plazas, por ejemplo, a Sevilla y, al terminar, volvíamos a Bilbao.
¿Y qué me dices de la afición? ¿Ha cambiado mucho?
– La afición, en mi época, era más de hombres. Afortunadamente, ya hace unos años que las mujeres han entrado en el mundo del fútbol, tanto de jugadoras como de aficionadas. Aquí, en San Mamés, el porcentaje es muy alto, casi como el de hombres. El mundo del fútbol femenino no existía y, por suerte, la sociedad va cambiando y la mujer es una parte activa y muy importante.
¿Practicas algún deporte ahora mismo?
-Ando mucho en bici, me encanta. Si hace mal tiempo suelo ir al gimnasio, aunque prefiero entrenar al aire libre. También paseo, cada día, con mi perro. Bueno, y también practico golf de manera amateur. Saqué el hándicap hace varios años y no he bajado ni un punto porque, para mí, es una diversión; no tengo afán de ganar ningún torneo. Mi mujer y yo jugamos para disfrutar de un buen rato en un entorno maravilloso. Todos los campos de golf son preciosos.

Andoni, tengo que preguntarte por algo que nunca te han preguntado: ¿cómo recuerdas los dos momentos de la gabarra?
– ja, ja, ja. Es cierto, nunca me lo han preguntado – responde con una sonora carcajada. Bueno, pues aquello fue un hecho histórico para el club, como bien sabes. Una alegría sin parangón, una vivencia inolvidable, una emoción grandísima. Tengo en mi retina todavía aquellas imágenes de los miles de personas que salieron a recibirnos y a vitorearnos. Dieron fiesta en los colegios y comercios aquella tarde. Lo vivimos alucinando, como en una burbuja. Luego reflexionas al pasar el tiempo y entonces le das valor a aquella hazaña que peleamos tan duramente. Teníamos un buen equipo y un buen entrenador, y lo conseguimos para el prestigio personal de cada uno y para el club.
Cambiando de tema, supongo que se habrá modificado mucho la alimentación de los futbolistas en todos estos años.
-Sí, ahora mismo, los jugadores llevan una dieta creada por especialistas en nutrición y es una alimentación muy cuidada. Antes, cuando yo jugaba, no era así.
¿Y ahora te cuidas mucho?
-Sí, me cuido, aunque como de todo, sobre todo verdura.
En diciembre de 2019 se presentó el libro “Goiko, corazón de león” que Carmelo Rodrigo escribió sobre tu vida.
-Sí, Carmelo es un buen amigo mío, me conoce muy bien y cuando me animé a contar mi vida deportiva, pensé que nadie mejor que él para hacerlo. Este libro es un legado para mis nietos y, por supuesto, para los aficionados.
También te han brindado, recientemente, un homenaje en tu pueblo.
-Sí, el pasado abril se inauguró en la plaza Ularki de Alonsotegi, un monolito de piedra tallado por Mikel Matxin, que me ha dedicado el Ayuntamiento. Fue un acto muy emotivo en el que tuve muy presentes a todas esas personas que ya no están aquí y que tanto quise, como mi hermano Jesús Mari.
¿A qué dedicas tu tiempo libre?, como diría la canción.
-Pues, aunque no tengo muchos ratos libres, los que tengo los dedico a leer, a acudir a presentaciones de libros de amigos, como a la tuya el otro día. -me dice mientras yo le agradezco una vez más su asistencia. También me gusta la música, sobre todo la clásica. Solía acudir al desaparecido Coliseo Albia en Bilbao. En cuanto a la televisión la utilizo únicamente para ver fútbol.
Se dice de ti que eres un buen amigo, noble, íntegro
-Bueno, ¿qué quieres que te diga yo? Jajaja. Intento ser buena persona y, sobre todo, amigo de mis amigos. -afirma con una mirada limpia y una sonrisa de verdad.
¿Qué balance haces de tu vida hasta ahora?
-Un balance absolutamente positivo. He tenido una vida muy ajetreada y deportiva que me ha obsequiado con muchas satisfacciones.
Confiésame uno de los sueños de Andoni Goikoetxea.
-Mi sueño sería ver la unidad del Athletic al cien por cien.
Pues solo me queda desearte que se cumpla tu sueño; este y todos los que vengan. Te agradezco tu tiempo, tu cariño y tu amabilidad. Ha sido un verdadero placer pasar un rato contigo.
-Gracias a ti, he estado muy a gusto contigo, Esme. ¿Vamos al campo a sacarnos unas fotos?
¡Vamos!

 

Mientras nos dirigimos a pisar la hierba de la Catedral y fotografiarnos con Pichichi, iba pensando que, Andoni Goikoetxea, “Goiko” se ganó a pulso, en el campo de juego, la fama de tipo duro. Pero cuando estás con él te das cuenta de que, el zurdo de Alonsotegi, es un hombre sensible y muy consciente de los problemas de nuestra sociedad y de otros lugares más lejanos donde él ha residido. Andoni es un buen tipo, no hay duda. Su sonrisa y la manera de dirigirse a los demás, le delatan.

Eskerrik asko, Goiko!

FOTOS: ANDONI RENTERIA

LAS PALOMAS DE SAN MAMÉS

Hoy en día un Whatsapp, un mensaje de Messenger o, simplemente, una llamada telefónica te informa de los goles que nuestro equipo marca en San Mamés, pero no siempre fue así.
En el hospital de Santa Marina, muchos aficionados ingresados allí querían conocer el resultado de los partidos, pero las comunicaciones no eran tan rápidas como en la actualidad.

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Eso fue lo que le dio la idea a Remigio López apodado “El Morito”. Remigio fue un adelantado a su tiempo y ya elucubró sobre cómo informar cada vez que uno de nuestros leones marcaba un tanto.
El sistema sería a través de palomas mensajeras.
En la temporada 46-47 este gran aficionado fue el encargado de que desde San Mamés, cada vez que había que celebrar un gol, una paloma mensajera volara hasta Monte Avril, concretamente hasta el sanatorio.
Cada jornada en San Mamés se transportaban varias de estas aves en una caja pintada con los colores del equipo y, en el momento del gol, se sacaba una a la que se le ataba en una pata una anilla con un papel en el que se escribía el nombre del jugador que había marcado y el resultado.

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En el método para anunciar los goles hay dos versiones; por un lado se dice que era con el papelito en la pata y por otro que se mandaba una paloma oscura o clara en función de si el resultado era a favor o en contra de nuestro equipo.
Además del nombre de Remigio asociado a este sistema de notificación, el Sr. Basterretxea, del caserío Pantoa de Lezama, debió encargarse años antes de llevar desde su criadero de palomas hasta San Mamés a estas simpáticas comunicadoras.
El 18 de mayo de 1947, los avisos de las colúmbidas hasta Santa Marina fueron continuos, ya que Piru Gainza hizo felices a los aficionados en ocho ocasiones.
Alguno de vosotros habréis oído hablar de este curioso sistema de información a algún familiar, si conocéis otra versión me encantará que me la contéis.

UNA COPA 31 AÑOS DESPUÉS

Dos fechas, dos, recordaremos siempre. 17 de agosto 2015 el día que ganamos la Supercopa al equipo que tantas veces nos ha hecho sufrir: el Barça. Y, hoy, 18 de agosto el día que recibimos a nuestros leones en las calles de Bilbao, como se merecen, con gritos de júbilo, demostraciones de alegría, música, abrazos… y, todo esto en dos colores: ROJO Y BLANCO.

En Bilbao, como hemos demostrado siempre, somos únicos para animar, apoyar, vitorear y, si es necesario, criticar a nuestro equipo, a nuestros leones.

El lunes se hablaba de milagros; coincidía en fecha con la onomástica de San Mamés, había muchos nervios, se palpaba la angustia pero, al final, todo fue como tenía que ir.

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Durante los noventa minutos se mantuvo la tensión, la crispación era patente en las caras de los jugadores. Pero eran más las ganas de conseguir el título, de llevarse la copa para Bilbao, de demostrar que siguen enseñando las garras, de ofrecernos a todos los aficionados su victoria.

Una vez conseguido, llegaron las celebraciones. Bilbao era una fiesta, la gente en la calle no quería retirarse a sus casas, en los pueblos de veraneo, me consta, que donde se juntaron dos athleticzales hubo una juerga. Y, también, tocaba decidir cómo se festejaría y cuándo.

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Días antes ya se podían leer comentarios en las redes sociales, en prensa y en otros medios de comunicación sobre si era conveniente o no sacar la gabarra, si un título así merecía que nuestra querida gabarra surcara las aguas de la ría, si se encontraba en óptimas condiciones para realizar ese trayecto, si los permisos se habían solicitado a las autoridades correspondientes. Todo eso y muchas diatribas más surgían minuto a minuto, hasta que a las doce de la noche un artículo en prensa digital concluyó lo que muchos imaginábamos: La gabarra permanecería varada en su lugar habitual: el dique seco del Museo Marítimo.

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No obstante, habría un recibimiento y reconocimiento público en tres lugares especiales y emblemáticos en Bilbao: La Basílica de Begoña para agradecer y ofrecer la copa a la “amatxu”, el Consistorio bilbaíno donde les recibiría con honores el alcalde Sr. Aburto y el Palacio de la Diputación donde también presentarían su trofeo al Diputado General, Sr Rementeria.

Yo no quería perderme la posibilidad de acompañar a los leones y a todos sus seguidores así que decidí vestirme con la camiseta rojiblanca y comenzar, como ellos, el recorrido.

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A las 15 15 h. los alrededores de la Basílica permanecían cortados al tráfico y la gente ocupaba las aceras, carreteras y era muy difícil el acceso al interior del templo. Decidí quedarme fuera disfrutando de la fiesta, del buen ánimo, de la plena felicidad.

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El autobús con los héroes se abrió paso custodiado por coches de la Policía Municipal mientras los allí presentes gritábamos entusiasmados las ya conocidas consignas y muchas más.

 

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Cuando descendieron del autocar un aplauso les dio la bienvenida mientras entraban a la Basílica.

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Habían llegado en el autobús del club pero para desplazarlos al Ayuntamiento y a la Diputación les llevarían en uno descapotable.

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El fervor de los aficionados no se puede explicar a través de palabras, solo de sentimientos. Las lágrimas no se reprimían ni en los más duros bilbaínos.

Unos minutos dentro para mostrar la copa a la virgen de Begoña mientras la gente no cabía de gozo. Fuera esperaba el autobús que les transportaría al siguiente “punto caliente”: El edificio del Ayuntamiento.

Yo me dirigí al Ayuntamiento antes de que salieran de la basílica para conseguir una buena posición. No quería perderme nada.

La gente se iba congregando, la música no paraba de sonar, una pantalla gigante nos mostraba lo que sucedía en Begoña, además de proyectar imágenes del partido jugado ayer.

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Pasaban los minutos y en la plaza Ernesto Ercoreca no cabía un alfiler, era imposible dar un paso, los mayores recordábamos el recibimiento de hace 31 años, los pequeños no habían contemplado nada igual, sus ojos abiertos eran un pozo de emoción y sorpresa.

Allí nuestro pletórico regidor de la villa les esperaba para agasajarles con honores como si de héroes se trataran y, claro, que son unos héroes. Son los protagonistas de una contienda futbolística que nos ha hecho vibrar y nos ha llenado de orgullo y felicidad a todos los que sentimos el Athletic como parte de nosotros.

En la ría no veríamos la gabarra pero si pudimos ver varias embarcaciones adornadas con banderas que no querían tampoco perderse esa tarde inolvidable.

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A las cuatro y media por la Avda Zumalakarregi aparecen coches de policía seguidos por el autobús descubierto donde se podía ver a los jugadores ataviados con prendas azules dando botes, alzando los brazos y sonrisas en sus caras. Detrás muchísima gente les acompañaban desde la Basílica.

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Descendieron del autobús y en la escalinata del edificio consistorial se encontraban las autoridades con el Sr Aburto a la cabeza que, llevaba al cuello, una corbata acorde con los colores del día.

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Allí saludaron a todo el público congregado y se hicieron las fotos de rigor.

Entraron y más fotos en la escalinata interior, de allí al Salón Árabe donde comenzó la ronda de discursos el regidor de la villa, primero en euskera y luego en castellano.

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Habló sobre la filosofía del club, sobre la unión entre los aficionados y, también, comentó que nuestra afición es la mejor del mundo desde hace 117 años.

Dio paso a Josu Urrutia quien también agradeció la asistencia en euskera y castellano.

El sol quiso unirse a esta fiesta y brilló en todo su esplendor, empezaba a hacerse insoportable el calor pero allí nos manteníamos firmes y felices.

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Por fin decidieron asomarse al balcón desde donde vendrían los momentos más simpáticos con Iker Muniain como maestro de ceremonias, haciéndonos cantar, bailar e, incluso, pidiéndonos silencio en algunos momentos.

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Uno a uno han ido tomando la palabra con frases divertidas pero con un discurso común. Todos nos agradecieron el apoyo recibido en tantos años.

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La emoción, la agitación, la entrega, los cánticos, los aplausos, las lágrimas…todo se mezcló formando una sinfonía como pocas veces hemos presenciado en nuestra villa.

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Todo era poco para agradecer y demostrar al equipo que estamos con ellos, que sufrimos con ellos, que vibramos con ellos, que los queremos, que los apoyamos y que, pase lo que pase, seguiremos ahí, al pie del cañón.

Ellos ya lo saben y se notaba que sentían nuestra emoción y nuestro cariño.

Levantaron la copa, una copa que lucirá en una vitrina junto con todas las que se han conseguido en los más de 100 años que ya ha cumplido nuestro club.

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Algunos jugadores como Aduriz o Gurpegi fueron tremendamente aplaudidos y aclamados.

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En un momento dado han soltado cientos de miles de confetis formando una nube rojiblanca que ha hecho las delicias de todo el personal.

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Se despidieron y, un rato después, ya estaban en el autobús para encaminarse al último punto, al edificio de la Diputación en Gran Vía.

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Allí fue casi imposible acercarse, se habían juntado todos los que bajaron de Begoña, los que les recibieron en el Ayuntamiento más todos los que esperaban delante del palacio.

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Salieron al balcón y mostraron la copa a los aficionados.

Ha sido una jornada emotiva que jamás olvidaremos y que siempre diremos “Yo estuve ahí, yo participé de la celebración”

Solo me queda dar las gracias a todos por su comportamiento ejemplar, demostrando una vez más que somos la mejor afición del mundo apoyando al mejor equipo del mundo.

AUPA ATHLETIC!!!

BETI, BETI ZUREKIN!

 

 

Fotos: ANDONI RENTERIA