EL AZULITO, OTRO EMBLEMA DE BILBAO

Varios son los emblemas de nuestra villa de los que nos sentimos muy orgullosos los bilbainos. Pero sin duda hay uno que, por haber desaparecido de nuestras calles, nos emociona aún más. Se trata del “Azulito”. Este autobús pequeño, de color azul, de aspecto coqueto y de asientos cómodos circulaba por las calles de Bilbao entre los años sesenta y ochenta del pasado siglo. Seguro que muchos recordáis haberos montado para trasladaros de una punta a otra de la villa. Aunque realmente su estatus era de microbús, el nombre por el que ha pasado a la historia bilbaina es “El Azulito”.

Dos características lo hacían tan especial: una era la posibilidad de que el chófer te parara donde le indicabas y la otra era que nadie podía ir de pie; las plazas eran las justas para ir sentado en sus asientos de cuero artificial de color marrón. Esta última peculiaridad y su color, le hizo merecedor del apelativo “el cielito” en un juego de palabras con el “Azulito”; ya que era azul y solo entraban los justos. También se hacían bromas con su marca y no faltaba quien aseguraba que, por unas pocas pesetas, disponías de un Mercedes Benz con chófer.

Hace unos días tuve la suerte de disfrutar de un buen rato en compañía de varias personas vinculadas a este último “Azulito”. Quedamos en el Museo Mercedes Benz Aguinaga en Barakaldo donde, desde hace un tiempo, se encuentra protegido de las inclemencias del tiempo, cuidado por manos expertas y admirado por todos los visitantes del museo.

Allí me esperaba Kepa Elejoste, presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao para darme varios detalles sobre este microbús desaparecido de nuestras calles, pero no de nuestra memoria. Este “Azulito” es el único que se conserva; ya que el resto de unidades fueron al desguace. Se matriculó en el año 1972 y, tras dejar su función, el Ayuntamiento de Bilbao se hizo cargo de él hasta 1994 que pasó a manos de la asociación. Al principio estuvo a la intemperie, luego lo llevaron a un pabellón del Parque de Bomberos de Derio. Hasta que, en 2017, se pusieron en contacto con Juan Aguinaga, hijo del empresario automovilístico Jose Aguinaga, quien acepto de sumo agrado acoger en sus instalaciones de Barakaldo a este tesoro de color azul, ejemplar único y, como asegura Kepa Elejoste: “se trata del último mohicano”.

Bilbobus, el servicio de autobuses urbanos de Bilbao, ha colaborado en la restauración de algún detalle del “Azulito”, como así me indica Kepa Elejoste.

Además de Kepa, a la cita acudieron cinco personas más que vivieron o viven el día a día del “Azulito”: Maite Villamor y José Luis Pascual, antiguos chóferes; José Félix Artetxe, el único que actualmente lo conduce en sus esporádicas salidas; Javier Villuela, responsable del Museo Aguinaga y Marino Montero, colaborador de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao.

Maite y José Luis me relataron varias anécdotas y curiosidades, como que, en el año 1979, un grupo de personas pagaron su billete, se subieron y, con premeditación, sacaron unas pancartas para protestar por alguno de los temas del momento. Minutos más tarde todos los ocupantes del autobús, fueron detenidos por la policía.

Maite recuerda que siendo cobradora en los autobuses urbanos con la edad de veinte años, le ofrecieron presentarse a las pruebas para conducir el “Azulito”. No lo pensó dos veces. Con su decisión, su ilusión y destreza obtuvo el puesto junto a siete jóvenes más. Nunca tuvo ningún problema por ser mujer. Al contrario, todos fueron amables e, incluso, unas navidades un matrimonio que utilizaba habitualmente los servicios de esta línea, le hizo entrega de un sobre con un billete de las antiguas pesetas como aguinaldo por su amabilidad.

Maite y José Luis también me contaron que el tráfico entonces era mucho más denso que ahora y que se hacía más difícil transitar por las calles de la villa. Otra de las cosas que llama la atención en nuestros días, es que se podía fumar y, para ello, cada asiento llevaba en el respaldo un cenicero.

José Félix Artetxe, además de conducir el “Azulito” cuando lo prestan para algún acto benéfico o evento social, es miembro de la directiva de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao y me explica que, cuando circula por cualquier calle, todos se quedan mirando y muchos toman fotografías con sus móviles; algunos porque nunca lo han visto en movimiento y otros con la intención de atesorar un recuerdo de aquel vehículo que, seguro, utilizaron en más de una ocasión.

Este “Azulito”, concretamente, circuló algo menos de veinte años y realizaba la ruta Uribarri-Ingenieros. En el cartel que lleva en el techo ahora se lee ASOCIACIÓN AMIGOS DEL FERROCARRIL DE BILBAO, pero entonces se identificaba con la letra F.

Es cierto que eran algo más caros que el resto de autobuses urbanos, pero quien montaba en este microbús sabía que la comodidad y el hecho de apearte fuera de las paradas establecidas, merecía la pena pagar unas pesetas más.

De tanto escucharlos contar anécdotas, no pude resistirme a ponerme en su lugar y decidí ocupar el asiento del conductor donde pude sentir la emoción de compartir parte de la historia del transporte público de Bilbao y, por un momento, me imaginé siendo una de aquellas jóvenes mujeres, pioneras que no dudaron en ejercer una profesión, hasta entonces, desempeñada por varones.

Por supuesto, Maite y José Luis también posaron sentados frente al gran volante. En su caso les trajo esos recuerdos imborrables de tantas y tantas horas recorriendo las calles del Botxo con el que era considerado como un taxi colectivo.

Me explicaron cómo se abría la puerta, cómo cobraban el importe a los usuarios, cómo se detenían ante la petición de los pasajeros y muchos chascarrillos más.

Todo en su interior se mantiene tal y cómo lo dejaron hace más de cuarenta años. Solo han reformado el relleno de los veintinueve asientos que posee esta unidad.

Y, como no podía ser de otra manera, todos nos sentamos en sus famosas butacas de piel artificial para inmortalizar el momento.

Cuando le pregunto a Kepa Elejoste si hay personas o entidades que solicitan utilizar el “Azulito” para algún acto, me cuenta que sí, que lo han cedido para bodas, cumpleaños, eventos solidarios o películas y que siempre les compensan con algún donativo. Eso sí, me asegura que el único que lo conduce es José Félix Artetxe, esa es una de las condiciones para prestarlo.

Kepa me muestra, también, un libro donde constan todos los itinerarios que realizaba este “personaje” bilbaino. Sin duda, una joya que guardan con mucho celo en la asociación que preside.

Desde hace unas semanas han hecho un llamamiento a todos los conductores y conductoras del “Azulito” para homenajearlo como se merece en el sesenta aniversario de su puesta en funcionamiento y, para ello, han organizado un encuentro de hermandad donde, sin duda, no faltarán miles de anécdotas vividas por todos ellos durante el tiempo que dio servicio. Dicha celebración está prevista para el día 4 de mayo, fecha en la que pasó a formar parte de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao en el año 1994. A día de hoy son muchos los que han aceptado esa invitación donde, seguro, aflorarán muchos recuerdos y sentimientos.

Para terminar este post solo me queda dar las gracias a Kepa, Marino, Maite, José Luis, Javi y José Félix por prestarme su tiempo y sus recuerdos. Gracias, por supuesto, al Museo Aguinaga por abrirme sus puertas y, como bilbaina nostálgica, quiero agradecer de corazón a la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao por mantener vivo este significativo medio de transporte que forma parte de la historia de nuestra villa.

Eskerrik asko, guztioi!

¡Muchas gracias a todos!

FOTOS: ANDONI RENTERIA

BANCO DE BETELURI

Hubo un tiempo en el que se celebraban anualmente actos de jurisdicción con el fin de dirimir asuntos relativos al gobierno de las villas, hacer cumplir las leyes y, por supuesto, atender las quejas de los vecinos.

El actual barrio de Buya conocido por Artigas de Bujana o barrio de las Cuatro Artigas estaba formado por cuatro zonas de caseríos: Buya, Orzekauko, Beteluri y Zeberitxe. Este distrito pertenecía a la villa de Bilbao y, para mantener unas normas y administrar la justicia, se nombraba a un fiel o alcalde pedáneo; quien, además de esas tareas, debía solucionar todos los problemas que pudieran surgir con los vecinos de este área tan alejada del centro de la villa. Una vez elegido, el fiel, en un acto solemne, debía jurar su cargo sentado en un banco exclusivo para estas reuniones: el banco de Beteluri.

A lo largo de la historia han sido varios los bancos utilizados para tal fin. Existen documentos fechados a mediados del siglo XVIII que hablan del estado lamentable del banco de Beteluri y de cómo  se encarga al maestro cantero Juan de Urigüen la realización de uno nuevo bajo una serie de condiciones estructurales y decorativas como la colocación del escudo de armas de la noble villa en el respaldo o unas medidas concretas para que cupieran los diferentes mandatarios. Además, se le da un plazo de veinte días para su ejecución. Este artesano, que también realizó obras de cantería fina para la iglesia de San Nicolás de Bari en el Arenal bilbaíno, aceptó el encargo a sabiendas de que no percibiría ninguna compensación económica. En el plazo establecido se terminó la obra y el banco se instaló en Beteluri  donde permaneció hasta 1880.

Posteriormente se ubicó en el Parque de Doña Casilda hasta que, en 2002 y en un  lamentable estado de deterioro, el Ayuntamiento lo sometió a un proceso de restauración y decidió colocarlo en la plaza Ernesto Erkoreka, más cerca de la Casa Consistorial; en un lugar preferente, donde los bilbaínos pueden observar y apreciar este banco de piedra que fue testigo del paso de nuestra historia.

Y, si os fijáis bien, detrás de él se encuentra un árbol de granadas que, dicen, es el único en Bilbao. Yo no lo sé, pero si alguno puede aportar más datos, estaré encantada de leeros.

Os dejo una foto actual de Andoni Renteria

PRESENTACIÓN DE ELAIA EN SOCIEDAD

Ayer, doce de diciembre de 2022, quedará grabado en mi memoria y, sobre todo, en mi corazón para siempre. Ayer fue el día elegido para presentar en sociedad mi nuevo libro ELAIA Y LAS ESCULTURAS DE BILBAO.

A las seis y media comenzaron a llegar los primeros amigos y lectores. Poco a poco fueron tomando asiento mientras se saludaban entre ellos y me deseaban buena suerte a mí.

Minutos más tarde entraron, en el salón de actos de la biblioteca de Bidebarrieta, los concejales del Ayuntamiento de Bilbao: Yolanda Diez, Nora Abete, Itziar Urtasun, Xabier Ochandiano y Gonzalo Olabarria, concejal de Cultura quien presentó el acto desde la tarima, junto con José Ángel Medina, editor del libro.

Fueron varios los medios de comunicación que acudieron a la convocatoria, entre ellos Telebilbao con mi admirado amigo, el presentador Joseba Solozabal quien me entrevistó unos minutos antes para su programa LA KAPITAL.

Gonzalo Olabarria saludó a los asistentes y explicó cómo el Ayuntamiento de Bilbao ideó el Plan Aurrera con el objetivo de ayudar al sector cultural durante la pandemia y cómo ELAIA Y LAS ESCULTURAS DE BILBAO ha sido uno de los proyectos elegidos dentro del apartado de literatura.

Tras él, José Ángel Medina, editor de INCOBI, ofreció detalles sobre el proyecto y agradeció la colaboración institucional.

A partir de ese momento y ya de pie, arrancó mi presentación que, tras los agradecimientos debidos, fue interrumpida por un don Miguel de Unamuno que no quiso perderse la tertulia literaria, como él aseguró. Fue una actuación magistral por parte del actor y director teatral, Kepa Gallego, que no dudó ni un segundo en prestarse a poner voz al bilbaíno más universal cuando yo se lo pedí.

Escondido en un lugar del salón, el ficticio don Miguel, alabó el libro, la villa que le vio nacer y mantuvo una pequeña conversación conmigo mientras el público se asombraba primero y se divertía, después, con la pequeña broma. Al finalizar “la charla”, se acercó a darme un abrazo mientras todos aplaudían su magnífica interpretación.

Con “don Miguel” en su asiento, yo continué con la presentación, explicando cómo se me ocurrió la idea, cómo se la propuse a mi editor y cómo, poco a poco, fue tomando forma en cuanto a los textos y a las preciosas imágenes tomadas por Andoni Renteria; así como con los dibujos de la ilustradora Irati Otxoa.

Hubo varias personas que quisieron intervenir con sus comentarios, preguntas o, incluso, con sus respuestas a las cuestiones que yo planteé.

En sus caras pude observar respeto, atención y mucho cariño.

Tras casi una hora y un gran aplauso, me senté en el atril que el equipo de la biblioteca había dispuesto para mí, con la intención de firmar los ejemplares que habían adquirido los lectores y amigos quienes formaron una cola en la que esperaron su turno con mucha paciencia que, desde este humilde post, quiero agradecerles.

Son muchas las fotos que Andoni Renteria sacó de una maravillosa y emotiva tarde, que os dejo aquí.

Os dejo también, el video grabado por la propia biblioteca de Bidebarrieta que lo transmitió en streaming.

Una vez más solo puedo deciros:
MILA ESKER, GUZTIOI!
¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!