DESDE ORIENTE HASTA BILBAO

Un año más y a pesar del pronóstico de mal tiempo, sus Majestades de Oriente no faltaron ayer a la cita con los niños y las niñas de Bilbao. A las seis de la tarde, estaba todo preparado para comenzar la cabalgata con muchas novedades como las carrozas coloristas en las que han desfilaron los magos por las calles bilbainas.

En esta edición, como novedad y pensando en los más pequeños de la casa, la recepción en el Salón Árabe del Ayuntamiento de Bilbao, se realizó por la mañana. Así, al terminar la cabalgata y tras el saludo desde el balcón de la casa consistorial, los niños y niñas podían regresar a sus casas para preparar los zapatos relucientes en espera de los regalos que, por la mañana, abrirían con mucha ilusión.

Fueron once carrozas inspiradas en los cuentos clásicos y cuatro grupos de animación callejera los que asombraron a grandes y pequeños. Mucho color, mucha música, mucha ilusión y, por supuesto, mucha magia.

También recogieron las cartas de última hora para que nadie se quedara sin su regalo. Siempre es emotivo ver la ilusión reflejada en los rostros infantiles.

Muchos utilizaron sus paraguas para hacer acopio de algunos de las tres toneladas de caramelos sin gluten que arrojaba una de las carrozas.

Melchor, Gaspar y Baltasar, desde lo más alto de sus habituales vehículos, derrochaban alegría, simpatía y buen humor.

Al llegar a la casa consistorial, el Alcalde, Juan Mari Aburto y la Concejala de Fiestas, Itziar Urtasun les esperaban en la escalinata principal que da acceso al edificio. Tras los saludos protocolarios, posaron para las cámaras de la prensa y de los asistentes.

Ya en el balcón del Salón Árabe, los Reyes Magos agitaron sus brazos para saludar a los miles de personas que les observaban desde abajo.

Al concluir el pasacalles, los servicios de limpieza de Bilbao se pusieron en marcha para dejar las calles relucientes, como siempre.

FOTOS: ANDONI RENTERIA

EL AZULITO, OTRO EMBLEMA DE BILBAO

Varios son los emblemas de nuestra villa de los que nos sentimos muy orgullosos los bilbainos. Pero sin duda hay uno que, por haber desaparecido de nuestras calles, nos emociona aún más. Se trata del «Azulito». Este autobús pequeño, de color azul, de aspecto coqueto y de asientos cómodos circulaba por las calles de Bilbao entre los años sesenta y ochenta del pasado siglo. Seguro que muchos recordáis haberos montado para trasladaros de una punta a otra de la villa. Aunque realmente su estatus era de microbús, el nombre por el que ha pasado a la historia bilbaina es «El Azulito».

Dos características lo hacían tan especial: una era la posibilidad de que el chófer te parara donde le indicabas y la otra era que nadie podía ir de pie; las plazas eran las justas para ir sentado en sus asientos de cuero artificial de color marrón. Esta última peculiaridad y su color, le hizo merecedor del apelativo «el cielito» en un juego de palabras con el «Azulito»; ya que era azul y solo entraban los justos. También se hacían bromas con su marca y no faltaba quien aseguraba que, por unas pocas pesetas, disponías de un Mercedes Benz con chófer.

Hace unos días tuve la suerte de disfrutar de un buen rato en compañía de varias personas vinculadas a este último «Azulito». Quedamos en el Museo Mercedes Benz Aguinaga en Barakaldo donde, desde hace un tiempo, se encuentra protegido de las inclemencias del tiempo, cuidado por manos expertas y admirado por todos los visitantes del museo.

Allí me esperaba Kepa Elejoste, presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao para darme varios detalles sobre este microbús desaparecido de nuestras calles, pero no de nuestra memoria. Este «Azulito» es el único que se conserva; ya que el resto de unidades fueron al desguace. Se matriculó en el año 1972 y, tras dejar su función, el Ayuntamiento de Bilbao se hizo cargo de él hasta 1994 que pasó a manos de la asociación. Al principio estuvo a la intemperie, luego lo llevaron a un pabellón del Parque de Bomberos de Derio. Hasta que, en 2017, se pusieron en contacto con Juan Aguinaga, hijo del empresario automovilístico Jose Aguinaga, quien acepto de sumo agrado acoger en sus instalaciones de Barakaldo a este tesoro de color azul, ejemplar único y, como asegura Kepa Elejoste: «se trata del último mohicano».

Bilbobus, el servicio de autobuses urbanos de Bilbao, ha colaborado en la restauración de algún detalle del «Azulito», como así me indica Kepa Elejoste.

Además de Kepa, a la cita acudieron cinco personas más que vivieron o viven el día a día del «Azulito»: Maite Villamor y José Luis Pascual, antiguos chóferes; José Félix Artetxe, el único que actualmente lo conduce en sus esporádicas salidas; Javier Villuela, responsable del Museo Aguinaga y Marino Montero, colaborador de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao.

Maite y José Luis me relataron varias anécdotas y curiosidades, como que, en el año 1979, un grupo de personas pagaron su billete, se subieron y, con premeditación, sacaron unas pancartas para protestar por alguno de los temas del momento. Minutos más tarde todos los ocupantes del autobús, fueron detenidos por la policía.

Maite recuerda que siendo cobradora en los autobuses urbanos con la edad de veinte años, le ofrecieron presentarse a las pruebas para conducir el «Azulito». No lo pensó dos veces. Con su decisión, su ilusión y destreza obtuvo el puesto junto a siete jóvenes más. Nunca tuvo ningún problema por ser mujer. Al contrario, todos fueron amables e, incluso, unas navidades un matrimonio que utilizaba habitualmente los servicios de esta línea, le hizo entrega de un sobre con un billete de las antiguas pesetas como aguinaldo por su amabilidad.

Maite y José Luis también me contaron que el tráfico entonces era mucho más denso que ahora y que se hacía más difícil transitar por las calles de la villa. Otra de las cosas que llama la atención en nuestros días, es que se podía fumar y, para ello, cada asiento llevaba en el respaldo un cenicero.

José Félix Artetxe, además de conducir el «Azulito» cuando lo prestan para algún acto benéfico o evento social, es miembro de la directiva de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao y me explica que, cuando circula por cualquier calle, todos se quedan mirando y muchos toman fotografías con sus móviles; algunos porque nunca lo han visto en movimiento y otros con la intención de atesorar un recuerdo de aquel vehículo que, seguro, utilizaron en más de una ocasión.

Este «Azulito», concretamente, circuló algo menos de veinte años y realizaba la ruta Uribarri-Ingenieros. En el cartel que lleva en el techo ahora se lee ASOCIACIÓN AMIGOS DEL FERROCARRIL DE BILBAO, pero entonces se identificaba con la letra F.

Es cierto que eran algo más caros que el resto de autobuses urbanos, pero quien montaba en este microbús sabía que la comodidad y el hecho de apearte fuera de las paradas establecidas, merecía la pena pagar unas pesetas más.

De tanto escucharlos contar anécdotas, no pude resistirme a ponerme en su lugar y decidí ocupar el asiento del conductor donde pude sentir la emoción de compartir parte de la historia del transporte público de Bilbao y, por un momento, me imaginé siendo una de aquellas jóvenes mujeres, pioneras que no dudaron en ejercer una profesión, hasta entonces, desempeñada por varones.

Por supuesto, Maite y José Luis también posaron sentados frente al gran volante. En su caso les trajo esos recuerdos imborrables de tantas y tantas horas recorriendo las calles del Botxo con el que era considerado como un taxi colectivo.

Me explicaron cómo se abría la puerta, cómo cobraban el importe a los usuarios, cómo se detenían ante la petición de los pasajeros y muchos chascarrillos más.

Todo en su interior se mantiene tal y cómo lo dejaron hace más de cuarenta años. Solo han reformado el relleno de los veintinueve asientos que posee esta unidad.

Y, como no podía ser de otra manera, todos nos sentamos en sus famosas butacas de piel artificial para inmortalizar el momento.

Cuando le pregunto a Kepa Elejoste si hay personas o entidades que solicitan utilizar el «Azulito» para algún acto, me cuenta que sí, que lo han cedido para bodas, cumpleaños, eventos solidarios o películas y que siempre les compensan con algún donativo. Eso sí, me asegura que el único que lo conduce es José Félix Artetxe, esa es una de las condiciones para prestarlo.

Kepa me muestra, también, un libro donde constan todos los itinerarios que realizaba este «personaje» bilbaino. Sin duda, una joya que guardan con mucho celo en la asociación que preside.

Desde hace unas semanas han hecho un llamamiento a todos los conductores y conductoras del «Azulito» para homenajearlo como se merece en el sesenta aniversario de su puesta en funcionamiento y, para ello, han organizado un encuentro de hermandad donde, sin duda, no faltarán miles de anécdotas vividas por todos ellos durante el tiempo que dio servicio. Dicha celebración está prevista para el día 4 de mayo, fecha en la que pasó a formar parte de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao en el año 1994. A día de hoy son muchos los que han aceptado esa invitación donde, seguro, aflorarán muchos recuerdos y sentimientos.

Para terminar este post solo me queda dar las gracias a Kepa, Marino, Maite, José Luis, Javi y José Félix por prestarme su tiempo y sus recuerdos. Gracias, por supuesto, al Museo Aguinaga por abrirme sus puertas y, como bilbaina nostálgica, quiero agradecer de corazón a la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao por mantener vivo este significativo medio de transporte que forma parte de la historia de nuestra villa.

Eskerrik asko, guztioi!

¡Muchas gracias a todos!

FOTOS: ANDONI RENTERIA

BANCO DE BETELURI

Hubo un tiempo en el que se celebraban anualmente actos de jurisdicción con el fin de dirimir asuntos relativos al gobierno de las villas, hacer cumplir las leyes y, por supuesto, atender las quejas de los vecinos.

El actual barrio de Buya conocido por Artigas de Bujana o barrio de las Cuatro Artigas estaba formado por cuatro zonas de caseríos: Buya, Orzekauko, Beteluri y Zeberitxe. Este distrito pertenecía a la villa de Bilbao y, para mantener unas normas y administrar la justicia, se nombraba a un fiel o alcalde pedáneo; quien, además de esas tareas, debía solucionar todos los problemas que pudieran surgir con los vecinos de este área tan alejada del centro de la villa. Una vez elegido, el fiel, en un acto solemne, debía jurar su cargo sentado en un banco exclusivo para estas reuniones: el banco de Beteluri.

A lo largo de la historia han sido varios los bancos utilizados para tal fin. Existen documentos fechados a mediados del siglo XVIII que hablan del estado lamentable del banco de Beteluri y de cómo  se encarga al maestro cantero Juan de Urigüen la realización de uno nuevo bajo una serie de condiciones estructurales y decorativas como la colocación del escudo de armas de la noble villa en el respaldo o unas medidas concretas para que cupieran los diferentes mandatarios. Además, se le da un plazo de veinte días para su ejecución. Este artesano, que también realizó obras de cantería fina para la iglesia de San Nicolás de Bari en el Arenal bilbaíno, aceptó el encargo a sabiendas de que no percibiría ninguna compensación económica. En el plazo establecido se terminó la obra y el banco se instaló en Beteluri  donde permaneció hasta 1880.

Posteriormente se ubicó en el Parque de Doña Casilda hasta que, en 2002 y en un  lamentable estado de deterioro, el Ayuntamiento lo sometió a un proceso de restauración y decidió colocarlo en la plaza Ernesto Erkoreka, más cerca de la Casa Consistorial; en un lugar preferente, donde los bilbaínos pueden observar y apreciar este banco de piedra que fue testigo del paso de nuestra historia.

Y, si os fijáis bien, detrás de él se encuentra un árbol de granadas que, dicen, es el único en Bilbao. Yo no lo sé, pero si alguno puede aportar más datos, estaré encantada de leeros.

Os dejo una foto actual de Andoni Renteria