Hace, ya, varios años que la Noche Blanca se ha convertido en una tradición para los bilbaínos y todos aquellos que, desde diferentes puntos de nuestra geografía, se acercan a disfrutar de las muchas actividades nocturnas que se presentan en la villa.
Ayer, yo también quise disfrutar de esta noche tan especial pero, la lluvia no acompaño; la lluvia hizo que muchos nos cobijáramos bajo el paraguas y no pudiéramos disfrutar de todo lo que se nos ofrecía.
Por el paseo Abandoibarra unas arañas blancas estaban ya preparadas para encenderse en cuanto se hiciera de noche.
También en las escaleras que dan acceso a las torres Isozaki un grupo de jóvenes iban prendiendo una a una cientos de velas azules.
Las farolas se convirtieron en multicolor para la ocasión.
Me acerqué hasta la grúa Karola en el Museo Marítimo donde un grupo de personas iban recitando versos o piropos hacia la figura de Karola, aquella joven que cruzaba la ría todos los días y cuyo nombre ha servido para bautizar a la famosa grúa roja.
Hubo fuegos artificiales y una cantante lírica en lo alto.
Comenzó una lluvia primero suave y luego con más intensidad; decidí que subiría hacia la plaza Euskadi.
Allí unos globos de diferentes colores se encendían y apagaban intermitentemente.
Dentro de la torre de Iberdrola había una exposición y una cantante que no conseguí ver, ya que era mucha la cola para acceder al edificio.
Por la Gran Vía llegué a la Plaza Moyua donde unos grupos de lámparas gigantes encendidas fueron protagonistas de cientos de fotos, aunque seguía la lluvia y tuve que guarecerme.
Minutos después me encontraba frente al Palacio de la Diputación observando unas imágenes en la fachada en las que se podían ver a unos niños a través de sus ventanas. Era una proyección que no vi que despertara mucho interés en el público allí congregado.
Seguí mi camino hacia el Edificio Ensanche donde, en ese momento, había una performance que consistía en unos jóvenes bailando y una voz en off en inglés.
Seguía lloviendo pero, aun así, fui a la calle Ripa a ver un juego interactivo de preguntas sobre Bilbao y a fotografiar unas bolas de luces colgadas en el puente del Arenal.
Crucé por el puente y un grupo de gente llamó mi atención, me acerqué y comprobé que se trataba de un aparato que, a través de tus manos, podías manejar como quisieras el encendido y apagado de las luces que colgaban del puente.
En el kiosko del Arenal una banda de swing amenizaba la velada y varios valientes con paraguas les seguían el ritmo.
Llegué a tinglados diez minutos antes de que comenzara el espectáculo del Ayuntamiento pero, pasado ese tiempo, anunciaron por megafonía que se anulaba. Una pena.
Este ha sido mi resumen de la Noche Blanca de Bilbao. Esperemos que el año que viene sea mejor.
FOTOS: ANDONI RENTERIA.