MONTE ARRAIZ, A UN PASO DEL BOTXO.

Una de las cumbres que rodea nuestro Botxo es el monte Arraiz, perteneciente al macizo del Ganekogorta que cuenta con 352 metros de altitud.
Se puede acceder a él por varios sitios y de diferentes maneras, pero yo os explicaré cuál fue mi ruta y mi experiencia. Es decir, lo que hago siempre: contároslo en primera persona.
En coche me dirigí por la calle Gordoniz hacia el Barrio de Rekalde. En el camino de Iturrigorri me desvié a la derecha hacia Betolaza pero sin llegar a entrar, entonces cogí el desvio a la izquierda.
Tres minutos después estacionaba el coche en un aparcamiento grande, casi vacío a esas horas.
Crucé una de esas puertas que evitan que el ganado se mueva libremente y…ya estaba en el Monte Arraiz.

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El día que yo fui no había mucha gente aunque era domingo por la mañana. Quizá el tiempo fresco y nublado desanime a subir hasta aquí pero, os aseguro, que merece la pena.
Comencé a andar por un sendero rodeado de árboles y, en un cruce a la derecha, bajé dirección Betolaza para contemplar la fuente del Soldado, de la que ya me había hablado mi amigo Andoni.

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Esta fuente, construida encima de unos escalones, se encuentra en un estado bastante lamentable y con el suelo embarrado, aun así me acerqué mientras iba imaginando el porqué de su nombre. Quizá durante la guerra civil por los alrededores se refugió un soldado. Sigo sin conocer el origen de tan curioso apelativo.
Volví al camino que dejé minutos antes y busqué un lugar para asomarme a observar el Botxo.

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Me crucé con alguna pareja con perros, nos saludamos y continuamos la ruta.
Algo más de tres años hace que inauguraron esta zona recreativa donde no faltan columpios y juegos infantiles para los más txikis de la casa, así como barbacoas para utilizar con cuidado, como siempre que se hace fuego en el monte.

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En lo más alto quedan restos de una construcción que debió de ser un fuerte carlista.
La maravillosa vista panorámica desde aquí es uno de los grandes atractivos de este parque, además de la tranquilidad que se respira a pocos minutos del centro de la villa.

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Después de un rato tomando fotos y disfrutando del entorno decidí que era hora de volver al aparcamiento descendiendo por una gran explanada donde unos caballos pastaban tranquilamente.

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Me detuve al ver un pequeño mojón en el que no hay duda de que este lugar pertenece a nuestra villa.

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Entre árboles descubrí unos juegos de madera que, por supuesto, probé.

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Ya sentada en el coche reflexioné sobre lo afortunados que somos; los bilbaínos podemos subir al monte cómodamente en transporte público o privado, además de andando o en bici.
Si, decididamente, os lo recomiendo.
FOTOS: ANDONI RENTERIA.

UNA MAÑANA EN EL PAGASARRI

A las diez y cuarto de la mañana del último domingo de septiembre, recogí a mi amigo Andoni en el centro de Bilbao para dirigirnos al Monte Arraiz, donde estacionamos el coche y, desde allí, encaminarnos al Pagasarri.
Cuatro años desde mi última subida, mis últimas agujetas y mis últimas promesas de que pronto repetiría la excursión.
Íbamos provistos de agua, sandwiches, mandarinas y varias chocolatinas (sin ellas no voy al monte), además de paraguas plegables porque el cielo grisáceo prometía lluvia.
Afortunadamente no tuvimos que utilizarlos y, como si las nubes pensaran que ya era demasiado dura la subida como para además hacerlo mojados, se fueron alejando del cielo de la villa.

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El paseo comenzó de manera tranquila, amena, charlando, observando el paisaje… Desde el camino vimos el vertedero de Artigas y el pueblo de Alonsotegui.

Seguimos avanzando, nos cruzamos con muchos caminantes.
-“Buenos días”
-“Buenos días”
De repente una animada música rompiendo la paz del bucólico lugar.
-“¿De dónde viene esa música?” – le pregunté a Andoni.
No necesité una respuesta ya que, en ese instante, unos ciclistas con mucha marcha venían de frente a toda velocidad.
Son muchos los que eligen esta ruta para disfrutar de una mañana de domingo sobre dos ruedas.
Continuamos ascendiendo y, hablar empezaba a suponerme un esfuerzo así que, opté por el silencio para ahorrar energía.
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En un arbolado distinguimos una caseta de cemento que, en otro tiempo, fue utilizada por el guarda. Alrededor, varias mesas y bancos parecían estar esperando montañeros para acoger un picnic.
Pocos metros más adelante llegamos al camino donde te juntas con los que vienen de la zona de Larraskitu.
Empieza una cuesta, que se convertiría en un pequeño calvario para mis cansadas piernas. Le pedí a Andoni un pequeño descanso y él, parecía no escucharme, seguía con paso firme y seguro.
Cinco minutos más tarde y algo menos de oxígeno en mis pulmones decido sentarme en un murete en un lado del camino. Ya no podía más, mi fatigado cuerpo sin aliento, se resistía a continuar.
Quedaban unos doscientos metros para llegar a la cumbre, que alcanzamos en unos minutos, una vez que yo me había recuperado.

Lo primero sacar una foto que demostrara mi hazaña, siguiente paso ir al refugio a tomar un refresco y comer algo mientras observaba Bilbao desde el Olimpo de los bilbaínos.
No era la única; mucha gente en silencio, masticando, mirando nuestra villa, pensando la gran suerte de pertenecer a ella.

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Terminado el refrigerio nos dirigimos a Las Neveras del Pagasarri, donde un panel explicativo, nos cuenta que desde hace 300 años estos agujeros en la tierra se utilizaban de almacén para el hielo que luego trasladaban a la ciudad en burros y carros.

Nos sacamos unas fotos imaginando cómo llevarían a cabo el transporte del hielo por la ladera del monte.

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Nos pareció tan fatigosa la tarea que nos entró sed, así que, bajamos a beber agua fresca en la fuente de Tarin.
Una vacas parecían custodiar la fuente, nos miraban con recelo pero sin mover ni el rabo.
Varias fotos y varios tragos de agua después, debíamos ponernos en camino para comenzar el descenso.

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Las piernas iban solas cuesta abajo posiblemente influenciadas por las ganas de llegar al coche que me trasladaría a una buena y reconfortante ducha.
El balance de mi mañana en el monte fue absolutamente positivo y, no tardaré en volver.
Prometido.

Gracias Andoni por ser mi sherpa.