CATEDRAL DE SANTIAGO

Antes de que Don Diego López de Haro declarara villa a Bilbao, ya existía un templo dedicado al apóstol Santiago el Mayor, patrón de Bilbao, en el mismo lugar donde se halla la actual catedral.
Pero, la población crecía y la iglesia se quedaba pequeña, por lo que hubo que realizar obras de ampliación. Desgraciadamente, de poco sirvió, ya que en 1374 un incendio arrasó la iglesia por completo. Este soberbio edificio gótico repartido en tres naves, comenzó su reconstrucción tal y como hoy lo vemos en el año 1404 y, durante todo el siglo XV, se llevaron a cabo diferentes actuaciones de construcción que requerían de un enorme desembolso económico; por lo que, el papa Gregorio XI, ofreció indulgencias a todo aquel que colaborara con donativos en la rehabilitación del templo.
El claustro, de estilo gótico, se construyó en los terrenos de un antiguo cementerio durante la primera década del siglo XVI. De planta cuadrada, conserva en su interior varios elementos funerarios.
La actual fachada principal, con su rosetón, la torre y el chapitel datan del siglo XIX en estilo neogótico armonizando con el conjunto de la catedral gótica. Dispone de tres entradas diferenciadas: Portada de la fachada principal, Puerta del Ángel y Portada del pórtico.

Quince capillas rodean el interior de la Catedral y, debajo del altar mayor, se encuentra la cripta con un arca que contiene reliquias de varios mártires. También, aquí, se conserva una parte del muro del antiguo templo existente antes de la fundación de la villa.
Son varias las tallas de alto interés escultórico que se pueden admirar dentro de la Catedral. Sin embargo, el ajuar litúrgico y muchas piezas de orfebrería, no se muestran aquí sino que permanecen expuestas en el Museo de Arte Sacro en Atxuri.

En 1949 adquirió la categoría de Catedral al establecerse la Diócesis de Bilbao.
En el exterior, una fuente monumento de estilo neoclásico diseñada por Luis Paret en 1785, decora la plaza siempre sobrada de bullicio, donde habitualmente se celebran festejos y romerías.

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EL CASINO DE ARTXANDA

En la primera década del siglo XX los bilbaínos apreciaban el ocio y la diversión tanto como los de este siglo. Les gustaban las fiestas, las reuniones de amigos y subir a los diferentes montes que rodean la villa. Uno de esos lugares donde disfrutaban y respiraban un aire más sano que el del centro de la villa, era el monte Artxanda.
La inauguración del funicular en octubre de 1915 fue un gran acontecimiento celebrado por todos, ya que facilitaba el acceso a la cumbre en apenas tres minutos.
A pocos metros de la estación, un majestuoso edificio observaba Bilbao desde las alturas. Se trataba del Casino de Artxanda; construido en la misma época que el funicular para uso de los bilbaínos era sinónimo del lujo y del buen vivir.
Fue escenario de grandes acontecimientos públicos y privados y, aunque pudiera parecer lo contrario, no era exclusivo de las clases sociales altas; cualquier ciudadano podía acceder a sus instalaciones y participar de sus variadas actividades. Muchas damas acudían a tomar el té sentadas en sus coquetas mesas, mientras los hombres se entretenían con sus interminables partidas de cartas.

Entre sus paredes se daban cita diversas asociaciones culturales, asociaciones de trabajadores, políticas o sociales que lo elegían por su amplitud y su buena mesa. Una gran galería acristalada servía tanto de comedor como de pista de baile; incluso se realizaban exhibiciones deportivas como la esgrima.
Diferentes gremios de trabajadores como el de las modistas o el de los conductores, no dudaron en celebrar allí sus festividades. También fueron muy habituales los homenajes literarios y las romerías.
En su exterior contaba con una pista de patinaje única en Bilbao que se ha mantenido hasta nuestros días; y que, el Ayuntamiento hace unos años, cubrió con un techo para que los bilbaínos pudiéramos practicar este deporte sin preocuparnos por la habitual lluvia.
Pero, el fabuloso y lúdico edificio se vino abajo por efecto de las bombas arrojadas durante la Guerra Civil y nunca más se reconstruyó. Solo nos quedan imágenes en blanco y negro que, al verlas, nos hacen imaginar cómo se divertían los bilbaínos en su interior.

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HORNO DE LA MINA SAN LUIS

La historia de Bilbao no sería la misma sin sus minas de las que se extraía el mineral de hierro que luego se transportaba en vagonetas hacia los muelles y, de allí, en gabarras, hacia los grandes barcos que esperaban en la desembocadura de la ría.
En la plaza Saralegi, en el barrio de Miribilla, un horno de calcinación permanece como vestigio de aquella época. A su lado, una vagoneta y una placa en la que se puede leer en euskera y castellano: “Horno de calcinación donde se transformaba el carbonato de hierro (Siderita) en óxido de hierro”
El horno de calcinación Saralegi debe su nombre a un caserío que existió en este lugar. Fue construido en los años cuarenta del siglo pasado por la empresa Gracia y Cía y se utilizaba para calcinar el mineral que se extraía de la mina San Luis hasta 1960 cuando cesó su actividad. Además de esta, la de Malaespera, la Abandonada y la del Morro al otro lado de la ría, fueron otras de las minas que albergaban en su interior los mejores recursos de hierro después de las de Ortuella, Sopuerta y Somorrostro.


Este horno fue concebido con una base cilíndrica de mampostería de piedra que medía 4,50 metros de diámetro, en cuyo interior se hallaba una tolva de descarga situada bajo el cono de hierro, con el objetivo de facilitar la descarga del material y no utilizar las puertas del propio horno.
Al lado del horno disponían de un lavadero que utilizaba el agua para separar la arcilla de los minerales sólidos que, luego, se transportaban por una cinta donde los trabajadores seleccionaban a mano los diferentes minerales tales como caliza, gabarro o carbonato de hierro.
Debajo de las viviendas de Bilbao La Vieja quedan las galerías de aquellas minas. Y, en el muelle Marzana a la altura del número 2, existe una puerta que da acceso al túnel por donde circulaban las vagonetas hasta la ría, de la desaparecida mina San Luis.

FOTO: ANDONI RENTERIA