POZALAGUA, LAS ENTRAÑAS DEL VALLE DE CARRANZA

Hoy os llevo a 55 kilómetros de Bilbao, hasta lo más profundo de Bizkaia, y no me refiero al interior de la provincia, sino al interior de la tierra en el Valle de Carranza, bajo la peña Ranero en el Parque Natural de Armañón.
En esta excursión a las Cuevas de Pozalagua, me acompaña Leyre Barreras de la empresa turística Leykatur https://leykatur.com/


Dejamos el coche en el gran parking a pocos metros de la entrada y, allí mismo, me explica que las cuevas se descubrieron en el año 1957 debido a la explosión de un barreno de la cantera situada en las inmediaciones, actualmente cerrada y reconvertida en un anfiteatro donde se instala un escenario para grandes actuaciones.


Fue una casualidad; una maravillosa casualidad, ya que estas cuevas son un verdadero tesoro geológico, histórico y cultural.
Durante casi veinte años convivieron la cueva y la cantera, siempre con mucho cuidado de no dañar nada cuando efectuaban las explosiones. Pero, finalmente, en 1976 el Ayuntamiento decidió cerrar la cantera para siempre y comenzar las obras necesarias para hacer la cueva visitable.
Fue en 1991 cuando el público en general pudo admirar su belleza y espectacularidad.
Para acceder a la puerta de entrada, hay que atravesar el Centro de Interpretación donde Leyre me muestra diferentes fotografías y me entrega dos libros que cuentan con detalle la historia de esta cueva considerada por los expertos una de las más importantes del mundo.


Mientras bajo las escaleras me explica que hay una plataforma que se utiliza para sillas de ruedas y que la cueva dispone de pasarelas por las que realizar la visita de una manera segura para todas aquellas personas con movilidad reducida.


La cavidad consta de una gran sala de 125 metros de longitud, 70 metros de anchura y 20 de altura. El silencio solo roto por alguna gota de agua al caer, estremece. Así como la visión de las miles de estalagmitas con curiosas formas o las numerosas estalactitas excéntricas que dan fama a la cueva en el mundo entero.

La sala Versalles es la que mayor concentración de lo que parecen obras de arte con sus ramificaciones que se entrelazan pero no se chocan entre sí con un aspecto que recuerda a las raíces de algún tubérculo o a preciosos corales.
Es imposible dejar de admirar este techo majestuoso que ni los mayores expertos han sido capaces de dar con la teoría de su crecimiento en sentido contrario a la ley de la gravedad. Se trata de todo un misterio con varias teorías como respuestas.

La temperatura se mantiene siempre a 13 grados y la humedad es de casi el 100%. Estratégicamente se pueden observar aparatos que miden estos y otros baremos y que, según me cuenta Leyre, sirven a los geólogos para determinar si en algún momento hay que reducir el número de visitantes por día. Todo está muy medido y controlado, no hay lugar a la improvisación.


Columnas, coladas y un lago desecado es lo que te encuentras aquí, iluminados por una luz tenue pero suficiente para admirar la belleza de esta catedral subterránea. Es imposible calcular la edad de la cueva aunque se cree que puede tener millones de años. Lo que sí se sabe es que no habitaron humanos ni animales porque no se han encontrado restos.


Por unas escaleras de metal accedo a un mirador desde el que contemplo multitud de curiosas formas a las que a algunas se les ha puesto nombre como me indica mi guía señalándome un enanito o una magdalena.

Leyre me cuenta que Pozalagua no es la única gruta en esta zona, sino que pertenece a un conjunto de cavidades. Existe otra de grandes dimensiones a la que solo acceden expertos y se llama la Torca del Carlista.
Son muchos los grupos de familias, escolares o particulares que visitan esta cueva; algunos combinan la entrada con el Museo Dolomitas a menos de cuatro kilómetros de distancia.
Antes de salir, Leyre me indica que en el año 2013, Pozalagua fue elegida como Mejor Rincón de España de la guía Repsol. Durante varias semanas los vecinos de la zona se aplicaron con ahínco para conseguir que se le otorgara este reconocimiento y que aquello sirvió como aliciente para recibir a miles de turistas cada año.


Para terminar solo me queda agradecer a Leyre su tiempo, sus explicaciones, su dedicación y su entusiasmo en esta visita que me ha permitido conocer más profundamente una de las joyas de nuestro entorno.

No dudéis en contactar con ella para realizar una visita guiada.

FOTOS: ANDONI RENTERIA

POR LA VÍA VERDE DE GÜEÑES A SODUPE

Las vías verdes son una buena opción para pasear entre naturaleza,  no requieren un gran esfuerzo, al menos no tanto como alcanzar la cumbre de un monte.

Hoy os llevo hasta Güeñes a diecisiete kilómetros de Bilbao.

Hace unos días, me dirigí a esta población encartada y aparqué el coche cerca de la estación.  A pocos metros, cruzando las vías, comencé mi excursión hasta Sodupe.

El camino es lo suficientemente ancho como para que circulen vehículos, aunque afortunadamente para los paseantes, son pocos los que lo utilizan, por lo que se puede andar con tranquilidad.

El día soleado invitaba a realizar un ejercicio suave como el senderismo por este antiguo trazado de los FFCC de la Robla.

Me crucé con muchas personas con ropa deportiva que se les notaba muy acostumbradas a caminar por aquí. También vi a familias con niños y bastantes ciclistas.

A la izquierda del sendero me saqué una foto en un área de recreo con bancos y mesas que, por la espesa vegetación que había, no debe de ser muy utilizada.

Continué mi ruta por la margen derecha del río Herrerías observando los caseríos que aparecían ante mí; Algunos deteriorados y otros muy bien conservados y reformados.

En el barrio de Santxosolo dos construcciones de piedra salen a mi paso: la ermita y el albergue. Según se cuenta, el Ayuntamiento instauró un impuesto sobre el consumo de vino para sufragar la construcción de la ermita de San Martín de Iturriaga, más conocida como de Santxosolo por el lugar donde está ubicada.

Antes de llegar a Sodupe se encuentra una presa con los restos de la central hidroeléctrica Landalucía, actualmente cerrada.

A la altura de Sodupe, decidí dar la vuelta y regresar por el mismo camino hasta el lugar donde había estacionado el coche, total doce kilómetros de paseo entre árboles, caseríos y mucha naturaleza. Os lo recomiendo.

FOTOS: ANDONI RENTERIA