POR LA VÍA VERDE DE GÜEÑES A SODUPE

Las vías verdes son una buena opción para pasear entre naturaleza,  no requieren un gran esfuerzo, al menos no tanto como alcanzar la cumbre de un monte.

Hoy os llevo hasta Güeñes a diecisiete kilómetros de Bilbao.

Hace unos días, me dirigí a esta población encartada y aparqué el coche cerca de la estación.  A pocos metros, cruzando las vías, comencé mi excursión hasta Sodupe.

El camino es lo suficientemente ancho como para que circulen vehículos, aunque afortunadamente para los paseantes, son pocos los que lo utilizan, por lo que se puede andar con tranquilidad.

El día soleado invitaba a realizar un ejercicio suave como el senderismo por este antiguo trazado de los FFCC de la Robla.

Me crucé con muchas personas con ropa deportiva que se les notaba muy acostumbradas a caminar por aquí. También vi a familias con niños y bastantes ciclistas.

A la izquierda del sendero me saqué una foto en un área de recreo con bancos y mesas que, por la espesa vegetación que había, no debe de ser muy utilizada.

Continué mi ruta por la margen derecha del río Herrerías observando los caseríos que aparecían ante mí; Algunos deteriorados y otros muy bien conservados y reformados.

En el barrio de Santxosolo dos construcciones de piedra salen a mi paso: la ermita y el albergue. Según se cuenta, el Ayuntamiento instauró un impuesto sobre el consumo de vino para sufragar la construcción de la ermita de San Martín de Iturriaga, más conocida como de Santxosolo por el lugar donde está ubicada.

Antes de llegar a Sodupe se encuentra una presa con los restos de la central hidroeléctrica Landalucía, actualmente cerrada.

A la altura de Sodupe, decidí dar la vuelta y regresar por el mismo camino hasta el lugar donde había estacionado el coche, total doce kilómetros de paseo entre árboles, caseríos y mucha naturaleza. Os lo recomiendo.

FOTOS: ANDONI RENTERIA

 

GORDEXOLA, UN PUEBLO CON HISTORIA

El municipio de Gordexola se encuentra a veinte kilómetros de Bilbao en la comarca de Las Encartaciones.

Poco más de mil setecientos habitantes conviven en una superficie de 41 kilómetros cuadrados.

El patrimonio arquitectónico de este pequeño pueblo es impresionante. Son muchas las casonas, casas-torre, ermitas e iglesias que salpican el municipio.

Varias mansiones de los indianos que, habiendo amasado una fortuna, volvieron a sus orígenes y edificaron majestuosas viviendas, con sus jardines donde no faltan las palmeras que le da ese toque de exotismo y prosperidad.

Las casas-torre, con el tiempo, se convirtieron en palacetes tras reformar sus fachadas austeras y sólidas.

Los montes rodean este enclave en el que no falta el río Herrerías que cruza el pueblo, llamado así debido a la cantidad de ferrerías y molinos que jalonaron los márgenes. En el siglo XIX las ferrerías decayeron, dando paso a un movimiento migratorio que continuó en el siglo XX.

Hoy en día sus orillas sirven para pasear, sentarse en un banco o realizar ejercicios de gimnasia en alguno de los aparatos allí instalados.

Muy cerca del puente, el antiguo matadero municipal ha sido reconvertido en sede de la Peña del Athletic.

A finales de noviembre, por San Andrés, se celebra la feria ganadera más importante de la comarca y, hasta aquí, se acercan vecinos y ganaderos de toda la zona cumpliendo, así, con una tradición que se lleva realizando desde el año 1709.

Una mañana soleada de invierno, me dirijo hasta aquí para visitar este pequeño pueblo y observar las grandes casonas.

En la plaza del Molinar me siento en uno de sus bancos, imaginando las tardes en las que la orquesta hace sonar sus instrumentos en el kiosko, para disfrute de los vecinos.

Me fijo en una gran piedra que indica que el árbol situado al lado es un retoño del árbol de Gernika.

A pocos metros de aquí la iglesia de San Juan de Molinar se hallaba cerrada y en silencio en ese momento, al igual que la escuela.

Sigo andando hacia el frontón cubierto, donde, me explican, que también sirve para disputar partidos de baloncesto.

Detrás del edificio del Ayuntamiento me sorprende una curiosa escultura. Se trata de un jabalí, icono de las fiestas de San Cosme, en Septiembre. Esta escultura fue un regalo de un socio de la Peña del Athletic de Gordexola que reside en Nicaragua.

Mis pasos me llevan hasta la verja del antiguo Colegio San José, en un alto, que, actualmente, se dedica a tratar a las personas enfermas de adicciones.

A pesar de no ser un pueblo muy grande dispone de servicios básicos e, incluso, de un acogedor hotel.

Me voy con una grata sensación de haber paseado por un lugar cargado de historia, a pocos kilómetros de Bilbao.

FOTOS: ANDONI RENTERIA.