EN BUSCA DE UNA VIDA MEJOR

La inmigración, como todos sabemos, no es una palabra actual, no es un movimiento moderno.
A finales del siglo XIX Bilbao ya era una ciudad cosmopolita habitada tanto por ciudadanos venidos de diversos países europeos como de todas las provincias españolas.
Toda Vizcaya era un imán para estas personas que llegaban esperanzadas en busca de trabajo, en muchos casos relacionado con la minería y la industria, tan importante en aquel momento.

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Esta realidad social contribuyó al incremento de matrimonios y nacimientos en nuestra provincia, creando así más riqueza.
La tasa de crecimiento de nuevos bilbaínos era la mayor de Euskadi entre los años 1877 y 1900, con un 64% frente al 3% de Álava y al 17% de Gipuzkoa.
Sin embargo, aquel aumento de la población no fue equitativo en la provincia, sino que hubo zonas como Abanto o Santurce que, debido a la actividad empresarial, su censo creció considerablemente. Tanto como para que las condiciones de vivienda, higiene o salubridad no fuesen las más óptimas.
La mayoría de los inmigrantes se integraron perfectamente y formaron familias en Euskadi, con lo que la vida social, política y económica nunca volvió a ser lo que era cien años atrás.
Y…como la vida siempre se repite, actualmente estamos asistiendo a la diáspora de nuestros jóvenes por medio mundo y a dar la bienvenida a los que buscan una vida mejor en nuestro país.

CASAS BARATAS EN BASARRATE

En nuestra ciudad te puedes encontrar edificios de estilo modernista, altísimas construcciones acristaladas, casas con fachadas multicolores… y, de repente, aparece un pequeño oasis de casas unifamiliares en mitad del barrio más populoso de Bilbao.

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Se trata de la Unión Begoñesa en la plaza Basarrate de Santutxu. La Cooperativa Unión Begoñesa es ideada por el arquitecto Ismael Gorostiza y sus destinatarios serían los trabajadores del metal.

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El proyecto es de fecha 1923 y costó poco más de dos millones de pesetas. Se construyeron un centenar de hogares para una clase media que gastaba un 10% de los ingresos familiares en la vivienda, frente al 50% que dedicamos en la actualidad.
Estas viviendas de cuatro plantas, bien situadas y con precios desorbitados en nuestros días, no siempre fueron caras, de hecho se las conoce con el sobrenombre de “Casas Baratas”.

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En varias poblaciones de nuestra geografía podemos encontrar este tipo de viviendas. La mayoría son de estilo neovasco, y mucho tuvo que ver en ellas el arquitecto cántabro Leonardo Rucabado.
También las hubo con un estilo inglés e incluso “sin estilo” para abaratar costes.
El origen hay que buscarlo en la escasez de viviendas a principios del siglo XX cuando se promulgaron unas leyes para levantar viviendas de bajo precio pero con todas las comodidades de la época, como agua corriente, luz eléctrica y ubicadas en plena naturaleza.

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FOTOS: ANDONI RENTERIA