FUENTE DEL PERRO

En pleno Casco Viejo existe una fuente que, además de quitar la sed, es visitada por los turistas quienes, cámara en mano, la fotografían con curiosidad y asombro.

Originalmente hubo un surtidor en este mismo emplazamiento llamado “Los chorros de San Miguel”; tomando, así, el nombre del santo que, en una hornacina, lucía en la fachada de una casa torre ya desaparecida, en esta misma calle. El siglo XIX llegó con muchos cambios y modernidades para nuestra villa, tanto arquitectónicas como culturales o sociales. Uno de esas reformas fue la de la mencionada fuente en el año 1800, por parte de Juan Bautista de Orueta y Miguel de Maruri, que la diseñaron en estilo neoclásico con claras referencias a la arquitectura internacional. Las piedras con las que se construyó pertenecían a la antigua muralla del siglo XIV que rodeaba el Casco Viejo

Cabe destacar la forma de sarcófago paleocristiano de la pileta, con cabezas de leones en sus caños. El nombre de “El Perro” se fue popularizando entre los bilbaínos que, al no haber visto nunca una imagen de leones, confundieron estos con perros.  Con el paso del tiempo, la fuente dio nombre, también, a la calle.

Este lugar era muy frecuentado por aquellos infatigables aldeanos que llegaban a la villa con sus burros cargados de productos para vender en el mercado de la Ribera. Aquí se detenían para refrescarse y para que abrevaran sus animales.

FOTO: ANDONI RENTERIA

 

 

ALCAZABA Y RIMBOMBÍN, TEMPLOS DEL BUEN COMER

En Bilbao, el comer es casi una religión y nunca han faltado establecimientos donde sirvieran deliciosas viandas y buenos caldos.
La familia Jaureguizar, muy conocida en el mundo hostelero, fue quien inauguró el Restaurante Alcazaba en la calle Hurtado de Amézaga en 1921. Este lugar de culto para clientes con estómagos agradecidos lo atendía el matrimonio, sus cuatros hijos y un cocinero catalán con amplia experiencia adquirida en un hotel de lujo en Suiza. El local estaba dividido en dos pisos: el de abajo para la marisquería y el de arriba para el restaurante.
Su extensa carta de platos típicamente bilbaínos contaba con tres especialidades: el jamón, el marisco y la caza. De los vinos y licores se encargaba Andere, una de las hijas que, a pesar de que nunca los probaba, era capaz de distinguirlos por el olfato. Andere era una joven rubia y pizpireta que impresionaba a los clientes con su belleza. El artista Ignacio Zuloaga, asiduo al restaurante, la esculpió en dos ocasiones; mientras que el compositor y escritor Félix Garci-Arcelus, apodado Klin-Klon, le dedicó su conocido zortziko “El roble y el ombú”.
Mucha y diversa gente de la sociedad bilbaína frecuentaba su comedor como el político socialista Indalecio Prieto, quien solía reunirse con el arquitecto municipal Ricardo Bastida y, mientras daban buena cuenta de los suculentos platos, realizaban bosquejos de infraestructuras que, con el paso de los años, llegaron a ser una realidad.

En esta misma calle, en el número 48, Teodoro García fundó un negocio en el año 1931 donde, además de tomar buen café, se jugaba al billar o al futbolín. Veinte años más tarde y debido a la fama que fue adquiriendo, Teodoro lo transformó en restaurante. Para ello sustituyó algunos billares por mesas de comedor y fue así cómo el Rimbombín, especializado en mariscos y pescados del Cantábrico, llegó a ser muy popular en la villa.
En el año 2006, este prestigioso restaurante fue distinguido con el título de Ilustre de Bilbao que otorga el Ayuntamiento de la villa como reconocimiento a su larga trayectoria y al buen trato que siempre ha dado a los bilbainos y bilbainas. Al igual que el Alcazaba, este templo gastronómico fue punto de encuentro de personalidades del mundo de la cultura, la política, el espectáculo o los toros.

Desgraciadamente, el pasado diciembre cerró sus puertas debido a la situación de pandemia en la que nos encontramos y con su cese se va otro reputado negocio bilbaino.

La foto la he tomado de su propia web.