EL CUARTEL DE GARELLANO

El Regimiento de Garellano, creado en Ciudad Real en 1877, fue bautizado así en honor a la batalla en la que, los españoles y los aliados, vencieron a los franceses en la desembocadura del río italiano del mismo nombre en el año 1503 en el marco de la segunda guerra de Nápoles.
Este regimiento fue destinado primero a Madrid y, posteriormente, a Orduña para terminar en Bilbao en 1887 ocupando un edificio en la confluencia de las calles Conde Mirasol y San Francisco; donde anteriormente se ubicó el Convento Imperial de San Francisco.
Años después, en 1932, los militares se trasladaron a los recién inaugurados cuarteles de Basurto que formaban un conjunto de pabellones en torno a un patio central edificados en un estilo neo-árabe con varios elementos neo-mudéjar.


Cincuenta años ocuparon los soldados estas dependencias; ya que, en 1981, fueron trasladados a Mungia pasando, el cuartel, a ser propiedad del Consistorio Bilbaino quien lo puso a disposición del Cuerpo de Bomberos y de la Policia Municipal de Bilbao.
Existe una leyenda que asegura que a los militares les llamaban “zortzis” (ocho, en euskera) debido a que ese era el número de tranvía que utilizaban para llegar al cuartel desde Atxuri, pero no es cierta esa versión. El origen del nombre se remonta a la mitad del siglo XIX cuando todavía no había llegado el regimiento Garellano y el cuartel lo ocupaba el regimiento África. Aquellos soldados llevaban en el cuello de su guerrera un número correspondiente a su unidad que, en aquel caso, era el número ocho.
El regimiento de Garellano contaba con una magnífica banda de música que actuó en el Teatro Campos Elíseos durante los carnavales de 1887 y que solía ofrecer conciertos en el Kiosko del Arenal.
Otra de las anécdotas de aquel ejército de Garellano fue su firme posicionamiento a favor de la República el 18 de julio de 1936, día del levantamiento fascista, manteniéndose leal al Lehendakari Aguirre.

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LA REBELIÓN DE LA SAL

La Rebelión de la Sal tuvo lugar entre los años 1631 y 1634 en el territorio de Bizkaia a raíz de una Real Orden en la que se indicaba el incremento del precio de este alimento en un 44%; además de un edicto por el cual se requisaría toda la sal que permaneciera almacenada; ya que, a partir de ese momento, sería la Real Hacienda quien la vendiera.
Aquella ordenanza iba en contra de los Fueros del Señorío de Vizcaya, por lo que el conflicto no era solo económico sino también social, puesto que afectaba a la libertad de comercio.
Los implicados en la revuelta llegaron a impedir la reunión de la Juntas Generales de Gernika obligándoles, así, a que se revocasen las medidas para aumentar los abusivos impuestos. Los problemas venían de lejos; las constantes subidas de los impuestos llegaron a tal punto que, el aumento del precio de la sal, desencadenó las fuertes disputas en las Juntas Generales.
Mil quinientas personas asistieron a las Juntas a expresar su enfado. Pero, fue en vano; el corregidor decidió implantar el estanco de la sal. Aquello fue el detonante que, en octubre de 1632, acabó con la muerte del procurador de la Audiencia del Corregidor.

A la rebelión se sumaron campesinos, marineros, sastres y demás trabajadores de diversos oficios. Todos se movilizaron en Bilbao reclamando a las autoridades la anulación de los últimos impuestos.
La situación no mejoraba y, en febrero de 1633, unos dos mil hombres se citaron en Gernika para obligar a los junteros a tomar otras medidas más favorables para estos colectivos. Exigían que no hubiera más impuestos de los que ya se les aplicaban.
Continuaron las presiones y, meses después, apresaron a seis de los cabecillas de aquel alzamiento que fueron juzgados y ejecutados.

Los comerciantes bilbaínos, temerosos por el desarrollo de los tristes acontecimientos, le ofrecieron al rey terminar con la revuelta si, a cambio, anulaba la orden del estanco de la sal. Esto sirvió para que la línea que dividía a la nobleza bilbaína y a los habitantes llanos, se hiciera más evidente.

En la fachada de la iglesia de San Antón, una placa recuerda esta trágica historia.

FOTO: ANDONI RENTERIA

DOÑA CASILDA ITURRIZAR

Casilda Margarita de Iturrizar y Urquijo nació en Bilbao en el año 1818 en el seno de una familia de modestos comerciantes. Su padre, además de dedicarse a la venta, también ejercía de mediador en conflictos empresariales. Los negocios no le fueron muy bien a su progenitor; cuando ella contaba catorce años se declaró en quiebra y la vida de la familia dio un giro significativo. Un año más tarde, José de Iturrizar falleció dejando viuda y seis hijos.
Debido a estas circunstancias, Casilda se colocó como sirvienta en la casa del viudo Tomás José de Epalza, antiguo conocido de su padre, con quien se casaría años después.
El 1 de mayo de 1859 se dieron el “sí quiero” en la iglesia de San Nicolás teniendo él 60 años y ella veinte menos. No tuvieron hijos por lo que Casilda dedicaba su tiempo a la casa y a colaborar en numerosos actos sociales y de caridad que se celebraban en la villa.
En los albores de su vida y viéndose muy enfermo, Tomás de Epalza, testó a favor de su esposa otorgándole los máximos poderes para que dispusiera, a su fallecimiento, de la gestión de todos sus bienes y negocios y repartiera el dinero con quienes estimara oportuno, como sus familiares o el personal de servicio. Es decir, le nombraba heredera absoluta de toda su fortuna.
Al morir su esposo, Doña Casilda comenzó a realizar donaciones a los más desfavorecidos de la villa. Financió la construcción de las escuelas del Tívoli, creó becas para los mejores alumnos de los centros de enseñanza públicos, patrocinó actividades de la Sociedad Coral, ayudó a diversas instituciones religiosas y, tras su defunción, todavía quedaba suficiente capital para legarlo tanto a la Casa de la Misericordia como al Hospital Civil.
El 22 de febrero de 1900 aquella generosa mujer murió en su vivienda frente al Arenal.
Doña Casilda es la única persona que posee dos localizaciones en Bilbao. Por un lado el parque que lleva su nombre y donde existe una estatua a pocos metros de la plaza del Sagrado Corazón obra del escultor Agustín Querol, en la que se representa su vida dedicada a la caridad además de un relieve con la imagen de su esposo; y, por otro, la calle Viuda de Epalza en el Arenal.

FOTO MÍA.