LA FALUA

Cuatro siglos atrás, en aguas de la ría, hubo una embarcación que destacaba por su elegancia, su colorido y por las personas a las que transportaba: la falúa del Consulado de Bilbao. Utilizada por las autoridades para desplazarse por la ría en actos protocolarios o festivos, se construyó para dar boato a las fiestas barrocas del siglo XVII, que empezaban a decaer debido a que los bilbaínos estaban más preocupados por la actividad mercantil que por el jolgorio.
La primera fecha en la que se utilizó, de la que se tiene constancia escrita, fue en 1670 cuando el cónsul holandés llegó a Portugalete y, desde allí, se le trasladó a Bilbao en la elegante falúa impulsada por veinte remeros.
Su mantenimiento consistía en un tratamiento a base de sebo que la protegía de la sal y la humedad. Además, se solía guardar en una lonja en la zona de la calle Ripa para su mejor conservación.
Nunca faltaba en la celebración del Corpus Christi, la fiesta más importante de la época. Su aspecto majestuoso y pulcro destacaba entre todas las embarcaciones. En la popa disponía de una carroza cubierta decorada con telas bordadas muy vistosas. En una mesa se disponían las viandas y las bebidas que disfrutaban los invitados mientras los alguaciles y criados navegaban a su lado en pequeñas chalupas. Aquello era todo un espectáculo, una demostración del poderío económico de unos pocos, frente a los humildes bilbaínos que observaban el dispendio desde las orillas de la ría.

En 1680, durante una de las crecidas de la ría, la falúa, inactiva en ese momento, fue a la deriva golpeándose contra los márgenes. Afortunadamente, las telas y brocados que la decoraban, no sufrieron daños, ya que siempre se recogían cuando la barca no era utilizada.
Todo esto sucedía en el siglo XVII. Sin embargo, comenzado ya el siglo XVIII, las alusiones a la falúa no mencionan ni la carroza ni los elegantes detalles decorativos, por lo que hace pensar que abandonó su actividad ceremoniosa y solemne para dedicarse a tareas más mundanas.
Actualmente, se puede ver una réplica en el itsasmuseum de Bilbao, que fue construida en el año 1999 por el modelista naval y carpintero de ribera, José Luis González, por encargo de la propia Fundación del Museo.

FOTO: ANDONI RENTERIA

PORT CENTER EN EL MUSEO MARÍTIMO

El pasado 27 de marzo se inauguró, en el Museo Marítimo Ría de Bilbao, Port Center.
Se trata de un centro de divulgación del Puerto de Bilbao proyectado por la Autoridad Portuaria, que ocupa algo más de cuatrocientos metros cuadrados de la segunda planta del museo.


La exposición está estructurada en seis bloques o zonas donde se explican y detallan diferentes aspectos que, a veces, nos son desconocidos.
Son varios los temas que se tratan aquí como la sostenibilidad, las infraestructuras, las rutas comerciales o los planes de futuro del puerto.


Las nuevas tecnologías también tienen presencia en esta muestra permanente con diversas pantallas táctiles, videos o juegos interactivos para que todos aprendamos más sobre el puerto más importante del norte de la península.
En un contenedor han instalado una pantalla donde se emite un video que nos muestra el camino que hacen las mercancías hasta llegar al barco.


Un motor de barco, al que se le ha dotado de luces rojas, se ha integrado en este espacio que, mirándolo, da la sensación de un corazón que bombea vida; vida portuaria.


Merece la pena pasear entre estas instalaciones donde, saldréis con más conocimientos sobre el Puerto de Bilbao de los que teníais al entrar.

FOTOS: ANDONI RENTERIA.

UN BOTE PARA EL PORTU

No todos los días se puede decir que has visto “crecer” un barco de manera artesanal.
Me enteré de que en los talleres del Museo Marítimo de Bilbao estaban realizando un proyecto y decidí acercarme hasta allí para ver de qué se trataba.
Al llegar me recibió amablemente su director Jon Ruigómez, quien me presentó a Jon Ispizua y a su equipo, responsables de llevar a cabo esta idea: la construcción de un bote.
Lo primero que me explicaron estos trabajadores es que eran unos doce voluntarios los que día a día iban dando forma a esta embarcación con la técnica de carpintería de ribera; un método que trata de rescatar la manera en la que se construían los barcos hace más de un siglo.

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En una gran mesa reposaban diferentes objetos que yo jamás había visto; además de un gran plano del barco que data de los años 20 del pasado siglo. Jon, con mucha paciencia, aclaraba todas mis dudas.

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Este bote (llamado igual que el gánguil) recreará aquellos que se utilizaban en labores de mantenimiento y apoyo y facilitaban las maniobras de atraque.
El Portu fue el primer barco construido por los astilleros Euskalduna en 1902 para la compañía Altos Hornos de Vizcaya.
Me informaron de que un gánguil se dedica básicamente a recoger vertidos en un depósito en su interior en cuyo fondo hay una puerta que se abre para arrojar al mar su contenido.
El Portu arrojó la escoria de Altos Hornos durante 65 años. En 1968, la Naviera Peninsular lo adquirió y lo mantuvo activo unos años más con el nombre de Julio.
Tiempo después y, con el cierre de la compañía, el Portu fue abandonado en el canal de Deusto donde permaneció hundido hasta que el propio museo con la ayuda de la Autoridad Portuaria lo rescataron. Actualmente permanece en el dique seco del propio museo.
También me dieron datos técnicos como los tres tipos de madera que utilizan en su realización: el roble, el alerce de Siberia y la acacia.

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El bote tendrá 4.65 metros de eslora y lo están construyendo a tingladillo; una técnica que consiste en superponer un tablón encima de otro para una mayor conservación tanto con humedad, estando en el agua, o por la falta de ella.
Este proyecto tiene dos objetivos claros: por un lado dar a conocer la carpintería de ribera y por otro atraer a aquellas personas que, voluntariamente, quieran ayudar a conservar la colección de barcos del museo.

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Entre las personas que se encontraban en ese momento trabajando estaba Javier Sánchez Eguiluz, restaurador del Museo Vasco y artífice de que, el Mikeldi situado en su claustro, luzca tan bonito y tan limpio.

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Él fue quien me enseñó cómo dar forma a la quilla con una gubia y un martillo.

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Después de muchas explicaciones técnicas me contaron algo mucho más entrañable. En el codaste de popa han colocado una moneda y en el codillo de proa una imagen de la Virgen del Carmen y otra de la Virgen de Begoña. Esta es una tradición que ellos también han querido perpetuar en la futura embarcación.

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Una hora más tarde me despedí de Jon, Javier, Carmen, Joseba y Ander, los voluntarios carpinteros de ribera que me habían atendido tan bien, que prometí visitarles más adelante para admirar los avances en la construcción del bote.
Mila esker!!
FOTOS: ANDONI RENTERIA.